No “expiado” sino “espiado”, un adjetivo indiscreto, no de purgatorio. Bien terrenal, del reino de los paparazzi y de los cazadores que esperan la presa; del “imperio de lo efímero” y de lo furtivo o disimulado.
Espías, agentes, políticos y estilistas
Me refiero -y no me refiero- a la foto, el video, o la frase escandalosa de la semana. Implico mucho más, aunque sabe a poco e indigesto. Fotos, videos y frases; instantáneas capturadas como evidencia, como trofeo, como presa. Constancias de lo incumplido, de lo inapropiado, de lo mediocre, de lo desatinado, de lo moralmente malo. Gramática del acecho, del resquicio, del monóculo, de la mira o el disparo.
Cómo nos espían Whatsapp, Instagram y Facebook
La insoportable levedad del voyeur
Y si bien no todos somos periodistas -aunque sí, de algún modo- la foto, el video o la frase escandalosa de la semana nos ubican en el rol del que sostiene el móvil, el post, la lupa, el rifle. Disparen, whisky, descanse.
¿Y el mal? El mal es la ausencia del bien. No es sinónimo, ni equivalente de mala imagen o delito. Es mucho más, pero incontable. Se escapa, se esconde, se hunde, deglute. Es el bien que se pudo haber realizado y no se hizo. Es lo bueno que yo pude haber hecho y no hice.
¿Es espiable el mal?¡Qué decirle! Para empezar y, ante todo, el mal es íntimo.
* María Marta Preziosa. Dra. en Filosofía.