El Medio Oriente es un claro epítome de la clásica sentencia que en toda gran cuestión política va envuelta siempre una gran cuestión teológica. Allí opera la instrumentalización de la religión en política bajo tres fundamentalismos: el cristiano, el judío y el musulmán.
Ejemplo del primero lo encontramos en la administración de Donald Trump. Poco antes de los ataques a las instalaciones nucleares de Irán, el pastor evangélico Mike Huckabee embajador de EE.UU. en Israel, le escribió a Trump instándole a escuchar la "voz" de Dios e indicando que ningún presidente había estado en una posición como la suya “desde Truman en 1945”. Harry Truman fue el presidente que decidió lanzar dos bombas atómicas sobre las ciudades japonesas Hiroshima y Nagasaki al final de la Segunda Guerra Mundial, el único ataque nuclear ejecutado en todo el mundo hasta el día de hoy.
“No busco persuadirlo. Solo animarlo. Creo que escuchará desde el cielo y que esa voz es mucho más importante que la mía o la de cualquier otra persona”, señaló Huckabeeen una captura de pantalla del presidente estadounidense en su red Truth Social.
Conflicto en Medio Oriente: "Esto recién empieza"
El embajador Huckabee, también ex gobernador de Arkansas y competidor en las primarias republicanas de 2016, inicia su texto diciendo: “Dios le perdonó la vida en Butler, Pennsylvania, para que fuera el presidente más trascendental en un siglo, quizás en la historia”, aludiendo al atentado que sufriera Trump en esa localidad durante la campaña presidencial de 2024. “Usted no buscó este momento ¡Este momento lo buscó a usted!”, concluye Huckabee. El propio Trump se vanaglorió en la celebración del 4 de julio de haber sido puesto por Dios en ese puesto.
Otro factor religioso que opera en Medio Oriente es el denominado fundamentalismo judío sionista, siempre fue una expresión religiosa minoritaria, pero influyente. Desde su inicio la ortodoxia judía condenó al sionismo de Theodor Herzl. Sin embargo, una minoría vio en él un instrumento para reactivar el “retorno a Sión”, prometido por los profetas; esta corriente adoptó el nombre de “sionismo religioso”.
A mediados de la década de 1970, Gush Emounim, activista del sionismo religioso, impulsó decisivamente la colonización de Cisjordania y Gaza, “considerando el desarrollo de la presencia judía como un verdadero imperativo religioso capaz de acelerar el fin de los tiempos” (Alain Dieckhoff, 2021). La bipartición de la ortodoxia en relación con el sionismo todavía persiste. Aunque hoy, con la influencia de partidos religiosos en el gobierno, esa dimensión escatológica cobra nueva fuerza en la política israelí.
El tercer elemento religioso de la región es el islámico, y particularmente el chiita. Desde 1979 Irán se constituye como una república islámica chiita, donde el líder supremo —entonces el ayatolá Ruhollah Jomeini, hoy su sucesor Alí Jamenei— ostenta un poder que combina autoridad política y guía espiritual. Irán, a partir de la revolución chiita, articula su política exterior como una historia de redención, donde la resistencia contra Israel y Estados Unidos cumple una función sagrada.
El martirio, la lucha contra la opresión y la liberación de Jerusalén son el centro de su discurso teológico-político. Según el sociólogo Hamid Dabashi,“al traducir lo teológico a lo político, los ideólogos revolucionarios se inspiran en lo más sagrado para promover lo más tangible” (Theology of Discontent). En palabras de Joseph Ratzinger, el fanatismo religioso “se vincula en muchos sentidos al fanatismo político y militar, en el cual la religión se considera de forma directa como un camino de poder terrenal” (Milán, 1992). Sin embargo, muchas guerras se atribuyen a las religiones que anuncian la redención mesiánica, y no a las humanas ambiciones de poder.
Irán desde 1970, es uno de los 191 países que han ratificado el Tratado de No Proliferación Nuclear. Hoy no forman parte del acuerdo únicamente las potencias atómicas India, Paquistán, Israel y Corea del Norte. El ataque de Trump a las instalaciones nucleares de Irán —en plena negociación, boicoteada por su aliado Israel tras un ataque previo al país persa— señala con claridad que allí el falso mesianismo envuelve las decisiones sobre la guerra. Un indicador elocuente del abandono de toda noción de derecho internacional público.
El gran desafío para la diplomacia internacional es lograr que los líderes de las naciones abandonen los guiones apocalípticos en favor de humanos acuerdos realizables. La fuerza de la razón y no la razón de la fuerza.