OPINIóN
Columna

El desafío de garantizar la ciudadanía de la infancia en un nuevo mundo

Se cumplen tres décadas de la Convención de los Derechos del Niño como parte de la Constitución Argentina.

Infancia
Infancia | DPA

Este mes de septiembre se cumplen treinta años de la entrada en vigor de la Convención de los Derechos del Niño, un instrumento jurídico a escala internacional, pero sobre todo un compromiso político de la humanidad que plasma un consenso universal en torno a las libertades y la dignidad de los niños, niñas y adolescentes. Sin embargo, este nuevo aniversario de la Convención encuentra a las infancias encerradas en sus hogares por cuestiones sanitarias; creemos que como socialistas debemos afrontar el desafío de repensar y proponer ejes que garanticen sus derechos. Lo hacemos asentados en nuestras convicciones y en las gestiones públicas que hemos llevado adelante en nuestra historia.

Como humanidad atravesamos un durísimo momento a raíz de la pandemia por coronavirus, que pone en jaque nuestra salud y además profundiza las brechas de desigualdad. Dentro de las familias que son empujadas a la pobreza por la recesión económica o la falta de oportunidades laborales, el niño o la niña es el sujeto social expuesto a la más alta vulneración de derechos. La desnutrición, el hacinamiento, la violencia doméstica, el abuso sexual y la explotación económica son manifestaciones de una realidad con la que ya convivíamos a diario. Nuestra sociedad se ha ubicado cómodamente en una posición de indiferencia ante un panorama crítico que socava sus propias bases.

Los pilares del sistema de protección integral de derechos de niños, niñas y adolescentes

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A esto se suman problemáticas específicas del actual escenario: desde hace meses las escuelas están cerradas y no se permiten los espacios de encuentro, públicos; tampoco se habilitan los lugares de juego en las plazas y lo comunitario en general. Los adultos recurrimos a la tecnología para sostener nuestras obligaciones y explorar lo recreativo, ¿los chicos cómo sostienen y construyen el juego? ¿Cómo afecta eso su desarrollo y qué pasa con quienes ni siquiera tienen acceso a lo digital para cuestiones lúdicas y educativas, ambas caras de un mismo fenómeno, el del aprendizaje?

Como nos dice la querida Chiqui González, conocedora de estos temas y ex ministra de Innovación y Cultura de Santa Fe, lo peor para los chicos es perder a sus pares –amigos de la escuela, del barrio, de la familia ampliada– con quienes ensayan la vida, descubren la rivalidad y sus propios límites de un modo que el mundo adulto y las actividades solitarias no pueden revelarles. El juego es colectivo y la vida siempre es con otros y otras.

 

 La desnutrición, el hacinamiento, la violencia doméstica, el abuso sexual  la con la que ya convivíamos a  y la explotación económica son manifestaciones de una realidad  con la que ya convivíamos a diario.

 

Frente a este panorama, ¿cómo procuramos que los niños y niñas ejerzan sus derechos y sean ciudadanos plenos de la patria de la infancia, parafraseando al poeta Rainer María Rilke? 

El socialismo quiere aportar nuestra experiencia en un momento tan crítico, la que implementamos desde el municipio de Rosario primero y desde la provincia de Santa Fe después. Hacia 1995, de la mano de Hermes Binner, comenzaba en la ciudad un proceso de políticas públicas que le daría a las infancias un lugar central en su plan de gobierno. No fue fácil en la década del noventa levantar la voz para sostener un discurso que concibiera un Estado con vocación social y políticas destinadas a garantizar derechos. Pero resistimos la ola neoliberal impulsando un fuerte programa de intervención social y nos animamos a ensayar prácticas innovadoras, inspiradas en los nuevos paradigmas. Siguiendo el espíritu de la Convención, tratado internacional que se incorporó a la Constitución argentina en 1994, el niño y la niña dejan de considerarse objetos de tutela y se conciben como sujetos de derecho en el marco de la democracia participativa, reconociendo la autonomía progresiva, su potencial creador y el interés superior como principio rector en el diseño transversal de las políticas.   

De allí los centros de convivencia barrial, los consejos de Niños, la Ciudad de los Niños, el trabajo con el pedagogo Francisco Tonnuci, el Tríptico de la Infancia, la Franja Joven, el descenso de la mortalidad infantil, los programas en relación al embarazo adolescente y tantas otras líneas de trabajo.

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Si desde hace años la Argentina está atrapada en una lógica perversa de falsos antagonismos, nuestra motivación más genuina hoy es instalar una nueva agenda política que logre quebrar ese círculo mezquino de ganancias parciales y pérdidas colectivas, una agenda donde los niños y niñas en situación de pobreza no sean un problema del futuro sino un desafío urgente del presente. Invertir en políticas integrales para las infancias es incluso una decisión económica acertada para un país con vocación de desarrollo productivo y tecnológico. Pero sobre todo y en la actual coyuntura, debe ser un compromiso moral impostergable.

 

* Secretaria General del Partido Socialista. Intendenta de la ciudad de Rosario mandato cumplido 2011-2019.