OPINIóN
ECONOMISTA DE LA SEMANA

No se puede combatir la inflación en secreto

1-11-2020-Logo Perfil
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La meta oficial de una inflación de 29% para este año quedó sepultada por los 17,6 puntos acumulados en el primer cuatrimestre. La intención oficial era generar un conjunto de precios ancla para contener las expectativas. Ahora el riesgo viene por el impacto esperado cuando estos precios tengan que corregir su rezago. Tal vez el único elemento positivo es que la inflación va a desacelerar en los próximos meses. Pero el gobierno tendrá que actuar decididamente para evitar que las expectativas se disparen consolidando una dinámica muy difícil de controlar. 

El primer desafío es capitalizar la ventana de oportunidad que se genera con la desaceleración proyectada en los próximos meses. Veamos. Unos de los principales factores que explican el 4,8% de marzo y el 4,1% de abril es la inercia. Los precios vienen escalando fuerte desde  fines de 2020, cuando se relajaron los indicadores de movilidad y todavía había exceso de emisión monetaria originada en el gasto covid. Afortunadamente estos componentes parecieran en mayor o menor medida despejados, porque los precios contenidos ya se liberaron y porque el Banco Central ya retiró prácticamente la totalidad de la liquidez excedente. 

Otros factores que empujaron fueron la escalada de los precios de commodities y el freno oficial al ingreso de insumos importados, que deriva en faltantes y conductas especulativas que impulsan los costos.

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De esta forma se consolidan dos dinámicas, las expectativas que se ubican en el entorno de 45-50% anual y un conjunto de precios cuidados por el gobierno en el entorno de 30%. Para frenar la inercia en febrero se rompió la regla de aumentar el tipo de cambio al mismo ritmo que los precios. La buena liquidación del agro le permite al BCRA recurrir al conocido recurso de atrasar el tipo de cambio y al mismo tiempo seguir comprando dólares. De hecho el dólar apenas aumentó 2% promedio en abril, lo que equivale a 26,8% anualizado. Otra referencia, la tasa de interés de política permanece inmóvil desde noviembre en 38%., por debajo de la inflación actual 46,2% y esperada (43,3% a 12 meses). 

Finalmente, los salarios aumentaron 13% promedio en lo que va del año con paritarias que cerraron con aumentos en torno de 35% promedio, siguiendo el objetivo original de inflación trazado en el presupuesto. Vale la pena marcar que prácticamente la totalidad de los acuerdos se cerraron con cláusulas de revisión en octubre/noviembre. También en torno a este valor se mueven las jubilaciones, que se ajustan por fórmula según salarios y recaudación. 

Entonces, la pregunta es si los precios se van a ajustar a la inflación esperada o si por el contrario hay espacio para una desaceleración a los valores de aumento del dólar, los salarios y la tasa de interés. A partir del freno en la suba del dólar y del congelamiento de tarifas, la inflación irá convergiendo al promedio de 3% mensual por algunos meses, junto con salarios (2,9%) y tasa de interés (3,2%). ¿Ahora bien, qué pasa después?

En octubre/noviembre, cuando comienza el período de revisión de paritarias, la inflación va a haber superado el aumento de salarios y empezaremos a ver cómo funcionan las rigideces del mercado laboral de una economía estancada. Los sindicatos han hecho su aporte porque saben que ganarle a la inflación puede atentar contra el sostenimiento del empleo. La realidad es muy distinta en cada sector y hay rubros más afectados que otros. Pero aún si los precios se desaceleran los trabajadores demandarán ajustes.

Con relación a las tarifas, la capacidad de mantener hacia adelante el esquema de rezagos es limitada y sus confines están marcados por las necesidades fiscales. En este punto eventualmente se deberá decidir si se persevera bajo el esquema de congelamiento o si se frenan otras partidas como la obra pública. Si el ajuste compensador no llega, vendrá una nueva expansión monetaria y un consecuente traslado a la brecha cambiaria y, más tarde o más temprano, a precios. 

También juega en contra que una vez finalizada la cosecha gruesa y dada la estacionalidad de las cuentas públicas será difícil mantener un esquema de financiación del déficit vía mercado financiero y emisión en partes iguales. Muy probablemente los alrededor de 4 puntos de déficit serán financiados 25% via mercado y 75% a través de asistencia del BCRA, lo que genera un nuevo riesgo de liquidez excedente hacia fin de año.

Por último, mantener el dólar atrasado luce poco probable. Hoy es sólo posible gracias a precios internacionales de la soja récord que difícilmente se mantengan en el tiempo. Acumular reservas va a ser perentorio tanto en el marco de un nuevo acuerdo con el FMI, como para garantizar la solvencia de los bonos argentinos cuando tenga que enfrentar los primeros vencimientos de deuda en 2024-25. También se necesitan más dólares para alimentar el crecimiento de las importaciones que demanda todo ciclo expansivo. Crecer y pagar compromisos de deuda requiere un sector externo pujante que no es compatible con un tipo de cambio atrasado. Es por ello que se especula con una eventual aceleración del tipo de cambio post electoral.

En síntesis, el riesgo es que instale la percepción de que el freno esperado en la inflación en los próximos meses es transitorio, atado a componentes difíciles de sostener más allá de octubre. Si este es el escenario, la Argentina estará en el umbral de un régimen de alta inflación que luego resulta muy difícil de desarticular.

El diagnóstico oficial de que la escalada de precios responde a un shock de precios internacionales, si bien en parte es cierto, no justifica la inacción ni modera los costos económicos y sociales del problema. 

El gobierno tiene que reaccionar con firmeza utilizando todas las herramientas de política económica de forma coordinada. El punto de partida es  asumir el nuevo nivel en el que se mueven los precios y transmitir claramente a la sociedad cómo van a articularse las distintas herramientas para frenar la inflación. En el frente fiscal tiene que haber un compromiso fuerte por minimizar la necesidad de asistencia del BCRA al Tesoro en sintonía con una política monetaria mucho más firme. No se puede combatir la inflación en silencio. La política comercial tiene que articular de forma eficiente la administración del comercio para evitar faltantes que deriven en presiones inflacionarias y en paralelo contribuir en el proceso de acumulación de reservas. El acuerdo con el Fondo Monetario puede terminar siendo intrascendente desde el punto de vista de las expectativas si en el corto plazo no se trabaja en ordenar la política económica. Los tiempos y las necesidades políticas pueden jugar en contra pero el frente de tormenta es demasiado denso como para pasarlo por alto.