Concluidos los actos de traspaso de mando presidencial y la toma de juramento al gabinete completo se han dado gestos de responsabilidad, respeto por la tradición democrática y fortaleza en el don de mando que pueblos como el nuestro demandan por su carácter formal e informal en clave hiperpresidencialista.
La pregunta de fondo pasa por saber si los gestos del nuevo Presidente de la unión de todos los argentinos, como lo ha presentado cada vez que fue necesario la locutora oficial, son parte de un nuevo relato legitimador de un mito en construcción o bien un símbolo que encarna un nuevo recorrido personal, funcional e institucional de cuatro años del presidente Alberto Fernández.
Que la tinta sea de Alberto, esa es la cuestión
No es la primera vez que los analistas políticos se hacen esta pregunta. En el año 2007, durante la campaña presidencial y al momento de la asunción de la formula ganadora de Cristina Fernández de Kirchner y Julio Cobos, ambos parecían que venían a dejar de lado los impulsos y la desfachatez de Néstor Kirchner para sumarle institucionalidad y republicanismo al gobierno recientemente electo. Nada de ello ocurrió, todo lo contrario, fue el comienzo del Cri-stalinismo, de los abusos en la interpretación legal, la persecución a periodistas y canales informativos, la profundización del modelo, el vamos por todo y la sintonía fina del descalabro final del régimen populista.
Hoy entonces, la pregunta inicial vuelve a tomar sentido e importancia para el mandado en curso. Alberto Fernández en sus primeros gestos se diferenció radicalmente de Cristina Kirchner en lo simbólico, y cabría esperar entonces, que en su fuero íntimo sea esto también así, lo cual nos hace suponer que el hipervicepresidencialismo de CFK, que bien describe y analiza Luis Tonelli y otros especialistas, esté agazapado solamente.
Esperemos estar equivocados y que la imagen y los hechos futuros del Presidente de la República Argentina den forma a una reputación desde una identidad construida en el respeto, la institucionalidad y el diálogo. Que entre otros temas claves de la figura presidencial, no sean parte de su constitución y legitimidad de ejercicio, gestos y hechos como: la opacidad, los cepos informativos, la indiferencia a los reclamos de la oposición y la soberbia.
Estos, ya fueron definitorios del Kirchnerismo en la famosa década ganada pasada pero para eso no debe sobreponerse el estilo de la vicepresidencia al del presunto albertismo del día uno o del #10D.
Alberto Fernández, el Jimmy Carter argento
Por eso, rescatamos dos frases que creemos van a ser la vara para analizar y criticar la gestión del nuevo mandatario: primero, la idea de un nuevo contrato ciudadano, concepto no muy común ni afín a la tradición y estilo peronista, en donde encontramos más referencias a pactos sociales o pactos populares. Y en segundo lugar, el encendido discurso llamando nuevamente a un nunca más y nunca menos relacionados a la transparencia y al resguardo de la diferencia, de los géneros y de los que piensan distinto, entre ellos el periodismo de investigación no atado a pautas publicitarias.
Finalmente, sabemos que el gran desafío primario es el éxito económico para que todo lo demás, en términos de calidad institucional y personal aquí reseñado, tenga el tiempo suficiente para hacerse realidad y volverse parte de una historia más luminosa del peronismo. Sabemos también que todo esto es muy exigente pero es necesario que se haga realidad de una vez por todas, y que lo reclamemos todas las veces que sea necesario, para obtener un presente civilizado y aspirar a alcanzar un futuro esperanzador y prospero en materia de desarrollo individual y social.
Son gestos, hechos y actos políticos que nos debemos para que el ejercicio, la alternancia y la diferencia en el poder sea reflexionada y vivida cada vez más de modo menos traumático, y con más sentido común, para el devenir social y político argentino.