OPINIóN
Política

Alberto, rey de Tlön, Uqbar y Quiroga

Es posible reeditar el éxito de Néstor Kirchner sin commodities en alza y con el grifo externo casi cerrado. Sólo un líder fuerte y riguroso sin temblor podrá hacerlo.

Alberto Fernández
Alberto Fernández | Marcelo Capece / NA

Alberto Fernández empezó su mandato con la búsqueda por ahora insaciable de un país por ahora desconocido, pero que en caso que lo encuentre, puede refundar el desastre que con breves y espasmódicos paréntesis, vive Argentina desde su fundación.

Como aquella charla de Bioy y Borges en la quinta de Ramos Mejía, el país que busca el presidente concibe estéticas, conductas y éticas que no se hallan en el país que habitamos pero que cree, logrará definir en su gestión. El país de Fernández es solidario, los empresarios no son usureros e invierten para generar empleo genuino sin evasión. Los pequeños tienen crédito y no se asfixian para comprar máquinas y redinamizar el complejo circuito del consumo interno. Allí también la clase dirigente es austera, orgánica, altruista y servicial para con sus votantes desde un federalismo lógico y proporcional. La justicia es hasta incluso justa, los jueces lectores de elementos probatorios para tomar decisiones y plantar la verdad por sobre la propia mirada. Allí, como el pequeño pueblo Facundo Quiroga en Buenos Aires, los ciudadanos tienen cuenta en los comercios, los vecinos se ayudan entre ellos y las bicicletas duermen hasta el otro día sobre los cordones de las veredas. La panadería tiene mejores precios que los fines de semana más agresivos de las grandes marcas de Capital Federal sin ser estos los dueños de la cadena de valor ni compradores de toneladas de productos para obtener mejores precios. ¿Por qué lo logra Molina en su panadería La Flor y no Alfredo Coto en sus cien sucursales? A eso apunta Fernández y nunca sucedió todavía.

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El error de pensar desde un reduccionismo egoísta que es la clase dirigente la causante de todos los males no sólo es errático, sino también adolescente. La sociedad enferma de egoísmo produce egoístas, algunos con más poder y trajes más caros, pero en búsqueda del rédito personal y la acumulación de poder. “Nos dijeron que vamos a tener que devolver la que hicimos con Macri”, rezongó días atrás en un almuerzo en el Four Seasons uno de los banqueros no preferidos de Alberto Fernández.

La ganancia extraordinaria del sector financiero no volverá a suceder, lo saben banqueros y empresarios que satelitan sus ganancias a través de los primeros. La justicia sabe de cambios y calores del poder. “La vida es al espiedo y hasta el más boludo sabe que Alberto como hijo de juez va a terminar con la cuestión facilista, nos va a pedir rigurosidad y no está mal”, resumió ante este periodista un juez federal que mantiene alerta al ex presidente Macri y su familia.

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¿Cuál es entonces el desafío de Alberto para concebir Tlön y Facundo Quiroga, ese lugar donde las instituciones funcionan y las sociedades contribuyen? Es probable que la rama más torpe del populismo más apasionado, retrasado e irracional quede en el camino luego de una serie de decisiones que el propio Presidente tomará. La unidad del peronismo sólo será posible sin esa arista torpe que el país necesita marginar para dar paso a la evolución lógica de un plan político económico de inserción en el mundo sin entreguismos educados.

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Los riesgos son muchos y altos, así será la prudencia de la gestión la que permita que la crisis, que durará más que toda la gestión de Alberto en términos salariales y de deuda per cápita. Es posible reeditar el éxito de Néstor Kirchner sin commodities en alza y con el grifo externo casi cerrado. Sólo un líder fuerte y riguroso sin temblor podrá hacerlo. Eso incluye el malestar del campo sin llegar a la 125. Eso incluye a los medios opositores sin una torpe ley de medios que no prospere. Eso incluye evitar la propaganda fascista y los medios públicos con disidentes, enorme tarea para Rosario Lufrano. Eso incluye que AEA no se sienta amenzada, pero entienda que su rentabilidad extraordinaria es usualmente inversamente proporcional al bienestar común. Eso incluye una AFI intervenida sin ideología ni fondos oscuros para extorsionar diferencias. Eso incluye un bloque oficialista sin un mandamás, con contención y avance imperante y productivo de la actividad parlamentaria de un país incendiado. Si Fernández elije escuchadores y criticadores en vez de aplaudidores, todo será ganancia para él y los habitantes de Quiroga, Tlön y la perdida Argentina.