OPINIóN
Análisis

Chano y el disparo en la salud mental

Una vez más nos enfrentamos con la imposibilidad de llegar a tiempo para asistir al ser que padece una enfermedad. La salud mental merece un mejor tratamiento que las balas y las rejas.

Chano Moreno Charpentier
Chano Moreno Charpentier | redes

Sea un brote por efecto de una estructura de personalidad psicótica o como consecuencia del exceso del consumo de sustancias tóxicas, estamos ante un hombre que de cualquier modo necesitaba ayuda, que está enfermo, y que un disparo no es el remedio ni la solución, todo lo contrario.

Es, una vez más, la imposibilidad de llegar a tiempo para asistir al ser que padece una enfermedad. Y el criterio de internación es claro, tiene que efectivizarse cuando hay riesgos para sí mismo o para terceros.

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Hay internaciones voluntarias, cuando el ser sufriente quiere recuperase y tiene voluntad y criterio de realidad para tomar esa decisión; e involuntarias, la que debe realizarse cuando existe riesgo cierto e inminente y la persona no puede decidir por sí misma dada la pérdida de criterios de realidad o por el cuadro de excitación psicofísica concomitante. Las internaciones involuntarias la deben determinar profesionales de la salud mental, un equipo psicológico y psiquiátrico, notificando al juzgado de turno.

El policía disparó, supongamos por ahora hasta que la justicia investigue la causa, en legítima defensa, o por lo que sea que sintió y entonces decidió disparar. ¿Pero en qué sistema vivimos que llega primero la policía y sus armas antes que los profesionales de la salud mental? Chano ya había hablado de su uso problemático de drogas. Ya había caído y “chocado” y fue “memes” y noticias en más de una ocasión.

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Pero no es gracioso, nada de lo que le sucede. Él es la cara visible de un sistema que sigue fallando y que las enfermedades mentales y las problemáticas adictivas terminan siendo noticia cuando los medios masivos de comunicación visibilizan el asunto o el ruido es tan grande que se termina hablando de Chano, de Matías Alé, de Pity Álvarez, de Felipe Pettinato o de Diego Maradona, por poner ejemplos mediáticos, cuando el tema no son ellos sino lo que en ellos se manifiesta, se hace visible. La salud mental merece un mejor tratamiento que las balas y las rejas.

Durante la pandemia la salud mental de la población resultó herida. La conmoción ha sido tan grande que la gente está sufriendo, lejos del equilibrio psicofísico, espiritual y social necesarios para bienestar y bien ser. Nadie saldrá ileso del acecho de la enfermedad y de la muerte como temáticas centrales. Pero mucho más complejo resultará para quienes ya venían frágiles antes de la pandemia.

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La sensación de derrumbe de un mundo que conocíamos desencadenó brotes psicóticos. Las teorías conspirativas del “virus” creado en un laboratorio y la “vacuna” como un “chip”, potenció vivencias paranoides. Durante la distancia social y el confinamiento se incrementaron patologías fóbicas, obsesivas, violencias, en especial la de género, problemáticas emocionales y adictivas.

Sin lugar a dudas, por las urgencias del Covid-19, muchos tratamientos fueron suspendidos y los que tenían que iniciarse se postergaron. Y eso causó deterioros en la salud psicoemocional que ya son más que evidentes.

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Ojalá Chano se recupere, que su problemática no sea solo morbo mediático y que nos enseñe a ver las fisuras del sistema, las grietas, las contradicciones que aparecen cuando se tiene que trabajar de manera asociada para ayudar a una persona que sufre, que la está pasando mal. Que de una vez por todas las enfermedades mentales no sean noticias policiales y la salud mental sea tratada con más recursos, con más seriedad, con otras herramientas, y por sobre todo, con otras armas.