El año próximo nos encontrará vivenciando un nuevo proceso electoral presidencial, por ello no puede pasar desapercibida la conmemoración de la recuperación de la democracia y de la república al cumplirse 40 años, tras sufrir los tiempos más oscuros de la historia argentina. Qué puede ser mejor para recordar, cuatro décadas de compromiso de nuestra sociedad con el estado de derecho, que ejercer nuestro derecho a votar.
Las dos centurias anteriores se caracterizaron por la provisionalidad constitucional y la precariedad institucional. Respecto al primer concepto, solo recordemos la cuantía de documentos constitucionales, el poco tiempo de vigencia y las reformas producidas en los mismos en el tiempo decimonónico, y las reformas constitucionales sancionadas y los documentos impuestos por encima de la Carta Magna durante gobiernos “de facto” en el siglo pasado. Respecto al segundo, solo debemos recordar la cantidad de gobernantes que pasaron durante la primera mitad del siglo XIX y los gobiernos “de Iure” que no terminaron sus mandatos constitucionales en el siguiente siglo.
En 1983 la dictadura militar, que se había iniciado tras el golpe de Estado producido el 24 de marzo de 1976, llama a elecciones. El país se encontraba atravesando las secuelas de una guerra fraticida donde desde el Estado se violaron en forma sistemática los derechos humanos, la derrota sufrida en la guerra de Malvinas el año anterior, y una situación económica y social apremiante.
Bajo el panorama descrito, los partidos políticos se reorganizaron y se iniciaron las campañas electorales. En Argentina recuperamos la libertad a través de las urnas; apenas un año antes uno de los generales de la dictadura, Leopoldo Fortunato Galtieri, refirió en uno de sus discursos ante una multitud que “las urnas están bien guardadas”.
La actividad eleccionaria de los partidos se produjo junto a las noticias de lo sucedido durante el gobierno “de facto”, hechos aberrantes que mostraban la pérdida de la humanidad a través de las detenciones clandestinas, la tortura y la muerte. Por eso, me atrevo a decir que, la campaña electoral se vivió como una fiesta por la llegada de la luz tras la oscuridad ocurrida por 7 años. Pudimos ver como en los cierres de campaña del Radicalismo y del Justicialismo la avenida 9 de Julio, la avenida más ancha del mundo, se colmaba de gente desde el Obelisco hasta Plaza Constitución. La elección se polarizó entre la fórmula del justicialismo, Luder-Bittel, y la del radicalismo, Alfonsín – Martínez; votó el 92% del padrón electoral imponiéndose los candidatos del Partido Radical.
Bajo la presidencia de Ricardo Alfonsín se restablecieron y se pusieron en funcionamiento las instituciones de la república y de la democracia, se debió revisar la legitimidad de los jueces y fiscales, se desarrolló la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (CONADEP) y el Juicio a las Juntas que fue un hecho inédito en la historia de occidente donde un tribunal civil juzga a los miembros de las juntas de gobierno militar por su responsabilidad en la comisión de delitos cometidos contra población propia ello poco más de un año del retorno al estado de derecho, se celebró el Tratado de Paz con la República de Chile, y se firmaron los Tratados que darían lugar al MERCOSUR.
Crece el conflicto con Uruguay por el Mercosur
Su mandato debió concluir 6 meses antes envuelto en una severa crisis económica, huelgas y alzamientos militares. Pero a diferencia de otras ocasiones en la historia argentina, hubo continuidad democrática y se llamó a elecciones donde se impuso el Partido Justicialista con la fórmula Menem-Duhalde.
El año 2001 nos encuentra a los argentinos frente a una nueva crisis política y económica, Fernando De La Rúa quien era el presidente en ese momento no puede concluir su mandato, el Congreso, tras la aplicación de la ley de acefalía, y 5 presidentes en el lapso de 11 días, reunido en una Asamblea Legislativa elige presidente a Eduardo Duhalde.
En el año 2003 se llama a elecciones, desde entonces han transcurrido 4 presidencias de acuerdo al mandato constitucional.
Hoy, rememorando estas casi cuatro décadas, con sus luces y sus sombras, fue un tiempo vivido bajo el imperio de la Ley. La vida y la cultura democrática y republicana se enseñan y se aprenden. Se construyen y se fortalecen todos los días con la labor de cada uno, ejerciendo y haciendo respetar los derechos de los habitantes y cumpliendo nuestras obligaciones, sin importar dónde, pues lo que importa es el respeto y el cumplimiento de la Constitución.
*Juan Carlos Frontera. Abogado - Profesor en Ciencias Jurídicas – Doctor en Historia. Profesor Titular de Historia del Derecho, e Historia Constitucional (USAL). Profesor Adjunto Regular de Historia del Derecho Argentino (UBA).