OPINIóN
Decretazos

Reflexión y debate acerca del poder de la oposición

El dirigente radical no aprueba el DNU de Javier Milei y propone que la libertad se una con la justicia para el bienestar de los habitantes. “Un gran liberal, Leandro Alem, señaló que en política no se hace lo que se puede, se hace lo que se debe”.

Cena Navideña en el Congreso
La cena Navideña en el Congreso juntó a 4000 personas en situación de calle y familias sin techo. | Prensa Juan Grabois

Estamos ante una gran oportunidad para un cambio profundo que saque a la Argentina hacia adelante.

Dejando a un lado las reservas que generan las extravagancias y las diatribas insultantes del presidente Javier Milei en su campaña, sostengo con actitud abierta y receptiva -en función de compartir, aun desde una perspectiva distinta- la vocación de cambio mayoritaria, la condena a un modelo económico y social que ha fracasado y el repudio a la corrupción reinante en amplios sectores de la política, del Estado y la sociedad.

Es imprescindible una amplia revisión de la enorme cantidad de marcos regulatorios vigentes que entorpecen, encarecen, desalientan, cuando no directamente impiden, la producción de los argentinos.

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Comparto también la imperiosa necesidad de eliminar el déficit fiscal. Sin embargo, tengo mis dudas acerca del consenso existente al contenido y alcance de los cambios propuestos.

Es imprescindible, para realizar las transformaciones que el país requiere contar con poder político, acompañamiento y tolerancia social; y superar la capacidad de veto y obstrucción que han caracterizado al peronismo en la oposición.

El 55,65 por ciento de los votos obtenidos en la segunda vuelta implica un fuerte respaldo al mandato del presidente Milei. No obstante, debe tenerse en cuenta que en la primera vuelta el candidato del oficialismo estuvo a 3.22 puntos de ganar la presidencia en primera vuelta. 

De haber sido así, no se estaría hablando de la inédita voluntad de cambio mayoritaria de la sociedad argentina.

La reacción de la oposición frente al DNU de Javier Milei

Dado el carácter defensivo del voto en segunda vuelta, donde se destaca el rechazo y hasta el temor al triunfo de alguno de los contendientes, la mayoría obtenida, tiene un poder limitado.

Para superar la limitación que significan las diferencias que existen en el bloque del 55,65 por ciento, se debe tener en cuenta que este se compone de un voto originario del 30 por ciento y un 25,65 por ciento más moderado. El programa de gobierno, sus medidas y sus formas deben tener en cuenta que para que el poder de transformación se afiance y pueda perdurar requiere que se exprese más el potencial del 55,65 por ciento que la intrascendencia a que puede llevar afirmarse en el 30 por ciento original.

La gran mayoría de los votantes del radicalismo, fueron parte de ese 25,65 por ciento que en la segunda vuelta sumó su apoyo al candidato Milei.

El poder de la oposición

La declaración del Comité Nacional de la UCR exhortando al gobierno a enviar al Congreso en forma de ley espejo el DNU, o en varios cuerpos separados, el contenido del mega decreto presidencial y la propuesta de modificar la ley que reglamenta los DNU para permitir aprobaciones parciales, es una muestra clara de la voluntad política de acompañar los cambios que se comparten, pero sobre todo es un aporte para dotar de legitimidad, y poder a los mismos y apartar de la muy probable judicialización que haría que la decisión final esté en manos de los jueces y no de los representantes del pueblo. 

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El radicalismo a través de sus autoridades partidarias, de sus bloques legislativos y de sus gobernadores, está comprometido con una nueva forma de hacer política, se anima a apoyar aún en la diferencia, compartir costos, siempre manteniéndonos como oposición constructiva, firme en la defensa de la institucionalidad y sobre todo, el principio liminar del estado constitucional que es el imperio de la ley.

Entendemos que el “decisionismo” presidencial y sus formas más demagógicas como la pretensión de imposición plebiscitaria, llevan a que se pierda efectividad en los diagnósticos y las propuestas, simplificando demagógicamente propuestas que por deficientes será difícil sean tanto eficaces como sostenidas en el tiempo.

El Congreso debe percibirse no como el lugar donde a modo de escribanía los oficialistas ratifican las propuestas del ejecutivo y los opositores procuran obstruir o negociar acuerdos que permitan mantener algunas de sus propias posiciones.

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Un congreso moderno que sea capaz de elaborar propuestas alternativas, tiene que hacer del debate, de la escucha atenta a las más diversas opiniones, de la convocatoria a expertos y referentes de los más diversos sectores de la sociedad su modo de acción.

La oposición que expresan el radicalismo, la Coalición Cívica, un sector del PRO, e importantes sectores del peronismo, debe construir una alternativa que combine el liberalismo progresista con la cosmovisión social de la socialdemocracia, apartada de la vocación obstruccionista cuando no destituyente del peronismo. 

Traigo a la memoria el recuerdo de una experiencia fallida que a pesar de provenir de una propuesta ubicada en el polo opuesto al de los libertarios, es pertinente.

Salvador Allende llegó a la presidencia de Chile con el 36,6 por ciento, casi lo mismo que el 36,78 por ciento que sacó Sergio Massa en la primera vuelta, y el 6,6 por ciento más de lo que sacó Milei en esa instancia.

Se considera que el principal error de Allende fue entender que el voto de una minoría le asignaba el derecho a cambiar radicalmente el modelo de organización de su país.

Al sopesar la amplia mayoría obtenida por Milei en la segunda vuelta, se debe tener en cuenta que el derrotado sacó el 44,35 por ciento de los votos, es la primera minoría en el Congreso, gobierna la provincia de Buenos Aires y varios municipios que superan en población a la mayoría de las provincias argentinas.

Es difícil ser optimista frente a las dificultades que atraviesa el país, sin embargo, veo una gran oportunidad de sacarlo adelante.
Despeja el camino el estrepitoso fracaso de la experiencia del kirchnerismo y la existencia de una evidente voluntad de transformación, modernización e integración al mundo.

En Cómo mueren las democracias Levitzky y Ziblat sostienen que de a poco y sin que nos demos cuenta, los avances autoritarios la van socavando. Advertimos esto en el kirchnerismo y nos convertimos en un muro inexpugnable que evitó entre otras cosas la reforma de justicia y el ataque a la Corte Suprema. 

Por la misma razón, entendiendo que en este DNU hay un claro retroceso, no estamos dispuestos a su aprobación y proponemos alternativas.

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Se dice desde el gobierno que “no es el momento para cuestiones estéticas o procedimentales. La política debe darse cuenta de que está fuera de la sintonía social”.

Nada más lejano de una concepción liberal que sucumbir a lo que pueda ser una “sintonía social”. Sería postrarse ante la rebelión de las masas que tan lúcidamente analizó José Ortega y Gasset.

Se debe asumir el riesgo de la incomprensión temporaria, para afirmar lo que entendemos que es correcto. Seguimos a un gran liberal en la política argentina, Leandro Alem, cuando señaló que en política no se hace lo que se puede, se hace lo que se debe.

La política dejará de ser tildada de casta, cuando los políticos asuman su condición de líderes, de docentes, virtuosos y decentes.

No esperaremos callados una frustración, rechazamos la idea de que la justicia social es una aberración, sostenemos que hay otra vía, en la que se unen la libertad y la justicia y la proponemos como alternativa para el desarrollo del país y la prosperidad de sus habitantes.

Frente a los que entienden que las leyes y la Constitución son formas que no pueden frenar una supuesta voluntad popular, sostendremos firme el estado de derecho y el imperio de la ley.

*Dirigente radical y ex Diputado Nacional e Intendente de la Ciudad de Buenos Aires