OPINIóN

Resolver conflictos con una alternativa más humana

Un taller realizado por la Dirección General de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia de la Ciudad ayuda a personas juzgadas por delitos menores y contravenciones a mirar su sentencia desde “una perspectiva centrada en la reflexión, la reparación y la posibilidad de construir otras formas de convivir en sociedad”, dice la autora.

Justicia reparadora 20250924
Justicia reparadora. | Gentileza Ministerio de Justicia Caba

“Me voy con ganas de ser mejor persona y ayudar a otros”, “venimos acá para no volver a cometer los mismos errores”, “entendí que hay mejores maneras de conseguir justicia y que siempre es mejor ampararse en la ley”, “cuando terminé el taller me di cuenta de que tenía problemas de ira y quiero trabajar sobre eso para que no me suceda otra vez”….

Estos son algunos de los comentarios que recibimos de parte de quienes participan en los talleres de Justicia Restaurativa que realizamos desde la Dirección General de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia de la Ciudad.

Esas experiencias nos movilizan y generan que nos preguntemos, ¿puede la Justicia ser un instrumento que trascienda el castigo que impone una sentencia? ¿Puede, en lugar de profundizar fracturas sociales, colaborar en su recomposición?

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Nosotros creemos que sí. Por eso, llevamos adelante esta política pública que busca acercar una nueva mirada a quienes atraviesan el sistema judicial por delitos menores y contravenciones: una perspectiva centrada en la reflexión, la reparación y la posibilidad de construir otras formas de convivir en sociedad.

Delito, justicia y sociedad

Mediante diferentes ciclos de encuentros, trabajamos con grupos de 15 personas que atraviesan la suspensión del juicio a prueba, propiciando un espacio de reflexión donde puedan revisar sus actos, reconocer sus consecuencias y asumir una responsabilidad activa. Evitando el abordaje desde la culpa, proponemos una metodología participativa, basada en el diálogo, el respeto y los derechos humanos. El programa recibe derivaciones de los distintos actores judiciales de la Ciudad, la provincia de Buenos Aires y de Nación.

Uno de los tantos ejemplos que muestran el alcance de esta propuesta es el de Sergio F., un joven de 32 años que trabaja haciendo changas y que llegó al Taller de Convivencia Urbana tras un conflicto con un vecino que terminó en gritos, insultos y un empujón.

Escuché a otros que habían pasado por situaciones parecidas y entendí que no estaba solo, que todos cargábamos con historias de enojo"

Al principio, Sergio no quería participar: “Creía que era una obligación más, algo que tenía que cumplir y listo. Estaba negado, sentía que era injusto”, recordó. Pero a medida que avanzaron los encuentros, comenzó a mirar la situación desde otro lugar.

“En la tercera reunión empecé a ver las cosas distintas. Escuché a otros que habían pasado por situaciones parecidas y entendí que no estaba solo, que todos cargábamos con historias de enojo y reacciones desmedidas”, sostuvo.

El taller me enseñó que se puede cambiar"

El cambio más profundo llegó al trabajar sobre el manejo de sus emociones: “Aprendí a identificar cómo siento la bronca en el cuerpo: la respiración se acelera, aprieto los puños, me pongo rígido. Ahora puedo reconocer esos signos y frenar antes de explotar”, dijo.

También fue clave ponerse en el lugar del otro: “Escuchar la mirada de la otra persona me hizo ver que mi reacción no tenía que ver sólo con un conflicto en particular, sino con no saber manejar mis emociones”, expresó. Y aseguró: “Hoy me sigo enojando, como cualquiera, pero ya no dejo que el enojo me maneje a mí. Respiro, pienso y elijo. Ese cambio me ayudó no sólo con mi vecino, también con mi familia y en el trato diario con los demás. El taller me enseñó que se puede cambiar”.

En 2024 se iniciaron más de 1.700 causas penales contra menores de edad en la Ciudad de Buenos Aires

La experiencia de Sergio F. muestra cómo la Justicia Restaurativa propone un camino de transformación: busca reparar el daño causado, comprender el impacto que las acciones tienen en los demás y aportar herramientas concretas para construir formas de convivencia más responsables y conscientes. Es una invitación a repensar vínculos, hábitos, creencias y preconceptos que muchas veces naturalizan la violencia o la indiferencia.

La prevención, en este marco, no se reduce a un aumento de penas, sino que implica abrir espacios donde sea posible cuestionar lo hecho, revisar las propias decisiones y asumir responsabilidades. Entendemos que estos procesos no pueden quedar solo en manos del sistema judicial: es necesario que la comunidad también se involucre, escuche y se acerque a formas de intervención que prioricen el sentido y el vínculo por sobre la lógica del castigo.

Por eso, nosotros proponemos avanzar hacia una Justicia que, además de sancionar, busque generar aprendizajes concretos; que no se limite a intervenir luego del daño, sino que trabaje para que delitos menores y contravenciones no vuelvan a repetirse: una Justicia que no opera desde el temor, sino desde la responsabilidad colectiva y el compromiso con la transformación.

*Directora general de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia de la Ciudad