OPINIóN
Asimetrías

¡Salud, mercado! Pero que sea sin “fallas”

El sistema de salud necesita saneamiento sin dejar de asignar recursos a la sociedad. ¿Cómo compatibilizarlo con el curioso dogma de la Escuela Austríaca que sostiene que el afán de lucro eliminará esas ineficiencias? La respuesta es “buenos incentivos” y Cobertura Universal de Salud.

Atención en un hospital de Nueva York
Atención en un hospital de Nueva York | Agencia Shutterstock

Nadie puede negar que muchos de los cambios indicados en el mega DNU y la fallida ley ómnibus intentan desarmar décadas de legislación primariamente engendrada, con el objeto de crear nichos de corrupción y fabricar “quioscos particulares” que operan en desmedro del mayor y mejor interés de las personas; lo que en una jerga más conocida se denomina: “capitalismo de amigos”.

Sin embargo, como todo “pendulismo” y generalización impropia a los que nos tiene acostumbrados nuestra cultura autóctona, los cambios propuestos también llevan implícitas graves circunstancias para el citado interés que debe primar en todas las decisiones políticas.

Una vez más: fallas de mercado

Ya nos referimos a esto en anteriores columnas, pero con género masculino (fallos) o, como resulta más correcto traduciendo marketfailures, en teoría económica utilizamos la definición de “fallas de mercado” a dos series de circunstancias distintas.

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La primera es la falla del sistema de mercado en lograr eficiencia (en el sentido de Pareto) en la asignación de los recursos de la sociedad, lo que conduce a una pérdida neta de valor económico.

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La segunda, es la falla del mercado en servir otros objetivos sociales distintos de la eficiencia, tales como lograr una mejor distribución de bienes deseables (mejor salud, educación y justicia para toda la sociedad). Es evidente la necesidad de evitar que la búsqueda del puro interés propio de ciertos individuos conduzca a resultados altamente nocivos para toda la sociedad tales como corrupción, delincuencia, estupefacientes, tráfico de personas, etc.

La Escuela Austríaca ha sido crítica de estas nociones argumentando que: "la eficiencia de un sistema social significa permitir a sus miembros individuales alcanzar sus objetivos individuales". Según estas ideas, el mercado eliminará sus ineficiencias a través del proceso de emprendimiento impulsado por el afán de lucro, algo que los gobiernos tienen grandes dificultades para detectar o corregir (KIrzner).

Frente a estos escasamente racionales criterios, alcanza con centrarnos en un contrafáctico: ¿qué sucede si los objetivos individuales son la riqueza y el poder sin importar el cómo, y el mencionado “emprendedorismo” es guiado hacia el tráfico de personas, armas y estupefacientes por ser los negocios más rentables?


La salud y sus “fallas”

Tal como hemos señalado, las fallas del mercado se asocian con todas las circunstancias presentes en un Sistema de Salud: es un bien público (además de privado), hay marcadas preferencias inconsistentes en el tiempo (la salud solo se valora correctamente cuando se pierde), está plagado de asimetrías de la información, los mercados emergentes no son competitivos (solo oligopolios y monopsonios), tienen múltiples externalidades positivas y negativas, y existen diversos conflictos entre principales y agentes.

A dónde nos lleva este deficiente sistema de salud

Este último ejemplo a considerar, es que la asimetría de información hace que la relación entre pacientes y médicos, sea distinta a la de meros compradores y vendedores. Existe una dependencia de nuestro médico para que actúe a favor de nuestro mejor interés. Esto significa que nuestra expectativa es que nuestro médico se divida en dos, por una parte, que intervenga en nuestro nombre (como agente) y por la otra, en su propio interés como productor de servicios de atención.

En situaciones exacerbadas, si los profesionales estuvieran motivados solamente por el móvil de ganancia, recomendarían al paciente más costosos o mayor cantidad de tratamientos de los necesarios, tales como una prótesis en lugar de otra, medicamentos de una marca particular, etc.

Frente a esto, los sistemas de referencia deben crear entonces, incentivos suficientes (éticos, profesionales, legales y económicos) para que los intereses de los agentes actúen en beneficio del comitente (nosotros).

Como principio general, la teoría de comitente –agente, predice que en muchos casos existirá cooperación y en otros conflictos, dependiendo si el marco de incentivos aplicable está estructurado para crear armonía o conflicto entre el interés propio de los dos tipos de individuos.

Fallas del sector público en salud. Algunos interpretan la alternativa del control estatal como mecanismo casi excluyente, cuando las asimetrías de información son tan severas como ocurre en el sector de la salud.

Sin embargo, identificando los “quioscos” e incumplimientos que pululan también en las estructuras públicas, no escapará a ningún lector la necesidad de reconocer que las fallas de mercado existen también en el Sector Público, debido fundamentalmente a la inexistencia de incentivos adecuados para evitarlas.

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En virtud de ello, los gobiernos deben aceptar que los incentivos deben ser rigurosamente aplicados a todas las estructuras públicas y no solo a los mercados. La teoría económica puede y debe asistirnos, en la generación de incentivos apropiados para sanear y mejorar las políticas gubernamentales, su funcionamiento, la organización y prestación de servicios, y consecuentemente la Salud Pública.

Moral Hazard versus Cobertura Universal. Derivado de la teoría del seguro, el “moral hazard” o daño moral ocurre cuando frente a información asimétrica acerca de las consecuencias de las propias acciones o circunstancias, otros deberán soportar parte de los riesgos asumidos por cada uno.

Esto, denominado conflicto del tercer pagador aplica a diversas circunstancias en el campo de la Salud.

Por ello, algunos teóricos insisten en que toda intervención gubernamental genera daño moral, y por ello en Salud se debería volver a poner al individuo en el centro de las decisiones respecto a su cuidado y el pago de los servicios prestacionales para su atención.
Algún grado de lógica de este argumento terminará indefectiblemente colisionando en un trade-off o disyuntiva: ¿qué sucede con los muchos individuos que no saben o no pueden afrontar esto adecuadamente?

Dadas las múltiples fallas de mercado ya señaladas, los Estados deben entonces actuar subsidiariamente, con una responsabilidad que suple y refuerza a otra principal. Por ello, la exitosa Unión Europea ha sido tajante en la imposición de coberturas universales a los Sistemas de Salud de todos sus países miembros.

Con datos sanitarios objetivos publicados anteriormente, vimos que los sistemas mixtos o fragmentarios no logran jamás alcanzar una salud pública razonable. Consecuentemente, una cobertura universal de salud debe ser un objetivo compartido e irrenunciable.

*Dr. UBA, MBA y Bsc. Profesor e Investigador en Economía de la Salud