OPINIóN
Emergencia sanitaria y clases presenciales

La microfísica de la presencialidad escolar en la Ciudad de Buenos Aires

Hay una notable contradicción entre un discurso que ha hecho bandera de la esencialidad de la educación y una política de des-financiación constante que en la práctica no garantiza ni insumos de uso fundamental.

La vuelta a clases, bajo el Ojo de Perfil.
Un tema que genera puntos de vista diferentes. | Juan Obregón

Escribo este testimonio en mi condición de integrante de la comunidad educativa de CABA, en tanto madre de un alumno de la escuela (pública), que refleja la persecución que se vive para sostener la presencialidad como estandarte de la Ciudad.

El caso del colegio Australia, del barrio de Villa Crespo, es una muestra del avasallamiento padecido por las familias que han querido optar por la escolaridad virtual, que -tal como establece el fallo del Juez porteño Guillermo Scheibler- debe estar garantizado por el Gobierno de la Ciudad.

Veamos cuáles son los mecanismos desplegados por gran parte de las escuelas de la ciudad para cerrar, dificultar o desalentar el acceso de las familias al derecho a la escolaridad virtual, y así promover la presencialidad.

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La desinformación. Por ejemplo, la falta de conocimiento por parte de la comunidad educativa sobre contagios, burbujas pinchadas y fallecimientos. Sí, fallecimientos. En concreto, en la escuela Australia falleció la abuela de un alumno que tuvo Covid, luego se contagió su mama y después su abuela. Solo se enteraron las familias del grado.

La falta de respuesta a las solicitudes del paso a la virtualidad, que se limita a un “lo pasamos a supervisión”, y en supervisión lo mismo. Esto ha llevado a que montones de alumnos y alumnas de las escuelas de CABA estén sin ningún tipo de apoyo escolar desde el lunes pasado. ¿Qué pasó con la esencialidad de la educación?

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El desconocimiento y negación del marco legal establecido por el poder judicial porteño. Esto se puede verificar en los blogs de varias escuelas de la ciudad, donde “cuelga” un texto que asegura que las clases son presenciales y, lo peor, que el modo de acceder a la virtualidad es por la vía de la excepción habilitada por ser o convivir con persona de riesgo. Pasen y vean. En los hechos ésta es, hasta hoy, la única forma de acceder a las clases virtuales.

El amedrentamiento (o apriete) con la amenaza de contabilizar las faltas y perder las vacantes. Me consta que desde la dirección han llamado para “recordarle” a las familias que tal o cual maestra no se adhiere al paro, y que manden los chicos a la escuela. Nunca antes tuve conocimiento de una práctica semejante. A una madre que solicitó el paso a la virtualidad porque para llegar a la escuela debe tomarse colectivo-tren-colectivo le sugirieron que se cambie de escuela. A otra le pidieron que deje de hacer lío en el grado. Tengo más ejemplos.

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Por último, pero no menos importante, la contradicción entre un discurso que ha hecho bandera de la esencialidad de la educación y una política de des-financiación constante que en la práctica no garantiza ni el alcohol en gel. Y no es una metáfora. Cuando vi las fotos de la visita del Jefe de Gobierno porteño a la escuela Australia, me pregunte si el alcohol que le ponían a los niños en la entrada lo habría llevado él o era el que pagamos las familias.


 

* Sandra Gil Araujo. Socióloga e investigadora del CONICET.