OPINIóN
Clases en la segunda ola de covid

La vida, la presencialidad que hay que defender

Se está desperdiciando un tiempo fundamental para incorporar la importancia de la interacción para la lucha conjunta en defensa de un mundo más sano y justo, para la toma de conciencia del drama existencial y planetario.

Escuelas con restricciones 20210419
Estado de las escuelas en Capital Federal | Juan Obregón

Dos sectores, una vez más, pelean por defender sus posturas. ¿Salir o no salir? Esa es la cuestión. Un buen ejemplo es lo que sucede en el campo de la educación. ¿Sostener la escuela semipresencial, a través del sistema de burbujas, o regresar por un tiempo, hasta que bajen los contagios, a la enseñanza virtual? Ningún sistema es el ideal. Como tampoco era ideal la educación previa a la pandemia. ¿Cuánto podrán resistir las y los docentes cubiertos por barbijos, mascarillas, anteojos, gritando y haciendo un esfuerzo tremendo por hacerse entender y escuchar, dando clases presenciales y virtuales? ¿Y cuáles serán las consecuencias psicológicas en la niñez y en la adolescencia, dentro de las aulas pero separados, a dos metros, con barbijos, rigidizados, sin poder compartir cercanía afectiva, útiles, golosinas, una semana en la escuela y otra en la casa? Seguramente quedarse en sus hogares, no una semana sino el tiempo que sea necesario para bajar la circulación y los eventuales contagios, traerá consecuencias, como también habrá consecuencias económicas por cerrar la circulación nocturna. Todo es deficitario. Todo es discutible. Pero la vida primero.

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La presencialidad que hay que defender es la de estar vivos. La nueva ola arrasa. El mar pandémico está embravecido. Estamos hasta las rodillas y dependiendo de cómo estemos parados, la ola pasará de largo o nos arrastrará. Lo que definirá son las fortalezas o debilidades que tengamos para enfrentarla. Hay seres más vulnerables que otros. Quedarse en casa es, una vez más, hasta que se cumpla el plan de vacunación, la mejor opción para cuidarnos y cuidar, por sobre todo a los que corren mayores riesgos, los adultos mayores y quienes sufren de alguna patología. Y sin lugar a dudas salir lo menos posible para no seguir sobrecargando al personal de salud y para no terminar compitiendo por una cama, o peor aún, por un respirador.

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La pandemia, lamentablemente, vuelve a mostrar los dualismos, las grietas, los de un lado y los del otro. ¿Por qué cuesta tanto ponernos de acuerdo? Es la lucha por la defensa de ideologías. Es la imposibilidad de ponerse del lado de los que más riesgos corren. Es la miseria humana que no aprende, ni con mil pestes, que hay que defender la vida. Que frente a una peste, como en medio de una guerra, primero hay que salvarse, luego regresar a la “normalidad” tan deseada y entonces sí trabajar a favor de la calidad de vida, de la justicia social, de una buena educación y de mejores condiciones laborales.

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El coronavirus exhibe no solo la vulnerabilidad del ser humano sino también sus ignorancias, aquello que no termina de aprenderse. Sigue primando la competencia por sobre la cooperación. Sigue operando el “sálvese quien pueda” por encima de una actitud solidaria. Se está desperdiciando un tiempo fundamental para incorporar la importancia de la interacción para la lucha conjunta en defensa de un mundo más sano y justo, para la toma de conciencia del drama existencial y planetario.

Hay que volver a los cuidados que se debilitaron durante el verano. Se viene el invierno. Tenemos que reforzar las defensas psicofísicas, tratar de alcanzar el mayor bienestar posible, porque el coronavirus, como otras enfermedades, se filtra donde encuentra espacios. No le demos espacio. La pandemia afecta el campo físico, psicológico y emocional. La pandemia desnuda las desigualdades sociales. Pero la pandemia también es utilizada como una herramienta de políticas perversa que discuten lo indiscutible con tal de sumar votos. Somos hijas e hijos del rigor, tomamos conciencia de la verdadera dimensión de un problema cuando nos toca. ¿Hay que estar en una terapia intensiva para entender la gravedad de la pandemia?

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Los contagios y muertes no son sólo estadísticas y números que suben. Son seres. Mujeres y hombres con historias, con sus aciertos y desdichas, que estaban vivas y vivos y hoy ya son parte del pasado, del recuerdo de una pandemia mortal que no termina de evaporarse y que sigue causando estragos, enfermando y llevándose vidas.

La segunda ola es muy alta, viene con fuerza. Tenemos que afianzarnos, cuidar la vida por encima de todo. El resto vendrá por añadidura.