Uno hubiese dudado cuando, hace unos años, el economista Eric Hontz dijo: “Los autoritarismos parecen fuertes hasta que son presionados, las democracias liberales parecen débiles hasta que son provocadas”, pero hoy nos encontramos en una realidad en que este pensamiento se está reflejando de una manera patente.
Desde la nueva invasión de Ucrania, además de otros tantos acontecimientos recientes, (Trump, Putin, Taiwán, Siria, Armenia, Myanmar, etc.), somos atacados por distintos medios que nos recuerdan a diario qué tan cerca estamos de un conflicto global y/o una guerra nuclear.
A diferencia de la mayoría en las redes, que venden guerra a partir del contexto actual, propongo una visión más positiva, estando dispuesto a comprar acciones de paz y estabilidad más sólida a futuro.
Los medios, tradicionales como también redes, se han enfocado en presentar una perspectiva de un mundo en peligro, contrastando con la relativa paz que presenciamos desde hace varias décadas.
Por lo tanto, si se le preguntara a la población en general acerca de este momento en que nos encontramos, es probable que la mayoría perciba una actualidad en conflicto. Pero su temor es “anecdótico”, no siendo su realidad diaria consistente con la posibilidad real de una guerra mundial.
Atemorizar a la población no es el objetivo de los estados autoritarios, no generándose hoy el efecto de pánico social que ocurría durante la Guerra Fría.
Su finalidad es jugar con el funcionamiento interno de las democracias, intentando a través de amenazas indirectas y discursos ambiguos, enfrentar a pacifistas y belicosos en el seno de las instituciones, provocando un estado de inmovilización orgánica, muy favorable a los avances y los intereses de los estados autoritarios.
¿Se aproxima un Armagedón?
El escritor y analista John Pilger explica que el periodismo occidental, al exacerbar la amenaza percibida de parte de Rusia y China, no solo distorsiona la realidad y la percepción de la amenaza, sino también hace que sea más difícil para los líderes políticos encontrar soluciones diplomáticas y pacíficas a los conflictos internacionales.
Los pacifistas de países democráticos, por un lado, utilizan tácticas de apaciguamiento y favorecen a los autoritarios con generosas inversiones, contratos, tratados comerciales, capital y bienes, donde estos recursos son, en parte, empleados para alimentar sus industrias militares.
A su vez, se los hace partícipes de cumbres políticas y se los admite en organismos internacionales, que terminan siendo aprovechados para legitimar sus discursos y sus acciones atroces.
Por otro lado, los que desean disuadir a los autoritarios, confrontándolos, les otorgan pretextos para justificar actuar agresivamente, como iniciar una carrera armamentística o amenazar estabilidades regionales.
El argentino que dirige la OIEA alertó sobre un posible incidente nuclear: "Jugamos con fuego"
Los analistas militares han recopilado a lo largo de muchos años información que indica que tanto Rusia como China han exagerado sus capacidades militares, alcance y poderío en el escenario internacional.
Se presentan como potencias dispuestas a enfrentarse a Occidente y a defender sus intereses geopolíticos a cualquier costo, pero a la vez como víctimas de aquel. Por eso se les llama popularmente: “Tigres de Papel”.
La guerra de Ucrania, contra lo esperado, ha tenido un efecto decisivo en alejarnos de las políticas de apaciguamiento; no solo en las relaciones Europeas, sino además en el teatro Asia-Pacífico.
Tomada por sorpresa, China, es también, perjudicada por la situación. Sin preparación para el cambio geopolítico, con una estrategia de Covid problemática, una economía que no cumple con las expectativas y una guerra comercial, sumados a su inflexibilidad política, ve su contexto inesperadamente alterado.
Esta situación la hace actuar en forma ambigua con Rusia y ver con mayor temor la amenaza sobre sus intereses. Taiwán, Filipinas, Australia, Japón, India, etc. han aumentado su gasto militar y han afianzado su acercamiento con Occidente en forma de tratados, alianzas y envíos de armamento, en pos de contener a China como una posible Rusia futura, dejándola en una posición sustancialmente más desventajosa.
Esto ha provocado la resignificación de la raison d’être de la OTAN, con objetivos más claros, aumento del gasto militar y, sobre todo, motivaciones concretas un refundado sentimiento común de seguridad colectiva.
Sobre las verdaderas causas de la crisis energética mundial
Por otro lado, la OTAN se expande a actores claves como Finlandia, con uno de los mejores ejércitos europeos, y una posición estratégica en el Báltico y el Ártico, y Suecia, con su enorme industria armamentista de avanzada.
También se debate, a medio plazo, el ingreso de Georgia y Moldavia, ex repúblicas soviéticas, poniendo a Rusia, en una situación geopolítica y táctica más desfavorable que antes de la invasión. Países históricamente neutrales y con posiciones estratégicas que en el pasado temían que su inclusión en la Alianza Atlántica escale su situación con Rusia.
¿Es improbable que vayamos a una Guerra Mundial?
En su esfera, Rusia ha disminuido la influencia que se había esforzado en recuperar en Siria, el Cáucaso y los Balcanes. Ha perdido la credibilidad del CIS (asociación de ex repúblicas soviéticas) y de sus vecinos, otrora amigables, como Armenia y Kazajistán, peligrando también el acercamiento de los últimos años con China.
Estos países empiezan a ver, por parte de Rusia, una posible amenaza en ciertos casos o un aliado poco confiable en otros, como observamos en las últimas votaciones en la ONU.
Se observa también en cómo se ha comportado luego de su nula reacción en la guerra de Nagorno Karabaj (Armenia-Azerbaiyán) frente al avance turco sobre sus intereses. El ingreso de divisas por la venta de gas y petróleo han caído un 47% y Europa, que Rusia esperaba que sufriera en un invierno sin gas, ha tenido un invierno apacible, ha firmado acuerdos con Azerbaiyán y Qatar, que han logrado mantener estable su consumo y precio de la energía.
En el Este de Europa, los Nueve de Bucarest han tomado la iniciativa histórica en el conflicto de Ucrania, probablemente debido a la escasa reacción occidental frente a los avances rusos de la última década. Estos han otorgado apoyo directo en forma de armamentos, voluntarios, cumbres, entrenamientos y, capital financiero y político, en mayores proporciones que cualquier otro bloque.
Sin lugar a dudas, la memoria fresca de las atrocidades soviéticas, los ha llevado a reaccionar de esta manera, en una región que el círculo rojo en Moscú considera históricamente propia.
Guerra en Ucrania: cuál es el rol de China en el conflicto bélico
El escepticismo mezclado con populismo y el aislacionismo anti-NATO y anti-UE ha quedado en el pasado en los políticos occidentales outsiders (Le Pen, Meloni, Boris Johnson, etc.), como en los orientales (Polonia, República Checa, países Bálticos).
Lo mismo ocurre con los que solían tener una actitud dividida respecto a Rusia, como Moldavia, Georgia, Armenia e inclusive Kazajistán. Rusia con sus acciones no hace más que encerrarse, empujando a que las naciones colaboren con EEUU por iniciativa propia.
En Europa occidental se ve a ciertos políticos tomando dimensión de sus responsabilidades y abandonando el apático ejercicio del poder para empezar a ejercerlo con más contundencia en función de su interés nacional. Han decidido revivir y retomar una iniciativa coordinada, con el Reino Unido post-Brexit, actuando con mayor independencia, y una Francia, Italia y Alemania sin temor a confrontar y a defender sus intereses geopolíticos.
Europa ha tomado decisiones, que hasta hace dos años serían impensables, a nivel militar, al enfrentar a Rusia como lo están haciendo. Destacables son los casos de Japón y Alemania, que, inéditamente, han propuesto aumentar sus gastos militares de manera impactante desde la Segunda Guerra Mundial.
Este contexto ha hecho que las esferas de influencia de Rusia y China se redujeran a intereses más regionales. No hay hoy realmente una amenaza por la cual EEUU necesite intervenir, por lo cual se observarán acercamientos basados en el interés nacional y alineamientos, sin escrúpulos, con regímenes híbridos como Venezuela, Qatar, Filipinas, Vietnam, Indonesia y Azerbaiyán, por mencionar algunos, sin ejercer sobre ellos presiones por cambios internos, como en el pasado.
Su capacidad de despliegue y control mundial, deja a China y Rusia actuando a la defensiva y temiendo ofender a Washington demasiado. Ha enviado el mensaje al mundo que le importa y sigue de cerca los acontecimientos en Europa, pero que no llega a considerarlos una amenaza grave para su gasto militar, que supera a los siguientes nueve países combinados (en su mayoría aliados).
Las realidades militares de Rusia y China saltan a la vista en un análisis más detallado: armamento anticuado, mala calidad de inteligencia, deficiente mantenimiento y logística, corrupción exacerbada, conteo de equipamiento exagerado, algunas armas modernas costosas de avanzada sólo con fines propagandísticos, alianzas y cooperaciones militares escasas, endebles y poco creíbles y mínima presencia militar internacional. Y por sobre todo poca o nula experiencia militar en operaciones en las últimas décadas.
Esto no significa que el eje antidemocrático esté indefenso, al fin y al cabo pueden provocar desde atrocidades regionales, hasta generar un armagedón.
Pero debe quedar claro que no estamos atravesando una circunstancia en la que hay que temer un cambio de régimen global, ni a un debilitamiento del sistema, la democracia liberal o la seguridad a gran escala.
Aun así, durante muchos años, la falta de una amenaza seria al dominio de Occidente, ha llevado a que, en forma aislada, prosperen distintos regímenes autoritarios. Estos tan sólo han percibido una idea ambigua de Occidente de extender su influencia por un mundo más “democrático” (verde, inclusivo, etc.).
La Guerra de Ucrania ha logrado hasta cierto punto encender las alarmas y enfocar al mundo libre en un objetivo de seguridad colectiva para enfrentar abiertamente la amenaza que las potencias autocráticas presentan. El tema central será, dependiendo del desenlace o alargamiento de la guerra, cómo reaccionarán las democracias y cómo variará la opinión pública acerca del futuro que proponen Rusia, China y otros.
Nuestro deber, como miembros de Estados democráticos, es consumir información política de calidad, la cual está al alcance de nuestras manos gracias a la posibilidad actual de acceder directamente a analistas militares independientes, miembros de agencias de inteligencia, o testimonios visuales directos del frente de batalla de todos los bandos y conflictos.
*Ingeniero Mecánico