El estado de conmoción internacional que se inició en esta nueva década, producto de la pandemia del COVID-19 y de la guerra ruso-ucraniana, ha dado como resultado que analistas internacionales (re)formulen nuevas (y viejas) categorías conceptuales o vaticinen escenarios demasiado pesimistas.
Lo cierto es que el estado actual del sistema internacional no difiere de aquel de las primeras décadas de siglo XX. Existen algunas características propias de nuestra época que son similares a las de entonces.
Una revolución tecnológica atraviesa ambos periodos y la competencia interestatal por el desarrollo es una constante; asimismo, tal como en 1904 con la guerra ruso-japonesa, Moscú se ve involucrada en un conflicto bélico que representa la antesala de una redistribución en el equilibrio de poder a nivel internacional. Y por su parte, China al igual que el Imperio alemán, se erige como una potencia revisionista, sustentada por su industria y el comercio ultramarino.
Cambalache, siglo XXI
En este sentido, nos encontramos frente a escenarios de transición en la estructura del sistema internacional. La decadencia de las reglas de juego de la post-guerra fría se gestó durante la década de 2010 y llegó a su fin durante la presidencia de Trump.
La incapacidad de Washington de seguir llevando a cabo acciones de forma unilateral, y el distanciamiento de la Unión Europea en materia de política exterior, así como el ascenso de China como potencia y la invasión rusa de Ucrania son algunos de los sucesos que reflejan este cambio de época y el inicio de un mundo multipolar.
Tal como a inicios del siglo pasado, se puede apreciar una escalada en las tensiones interestatales, siendo la sala de operaciones el escenario bélico de Europa del Este.
Al igual que en la guerra de 1914, europeos y estadounidenses hacen lo propio a fin de contener el avance ruso sobre Ucrania, mientras que China se involucra cada vez más de lleno, facilitándole suministros al Kremlin.
Por su parte, potencias emergentes como Turquía o India actúan con prudencia y protegen sus intereses internacionales frente al escenario de tensión. Ya sea interviniendo como interlocutores entre las partes en conflicto o adquiriendo recursos energéticos que son sancionados por parte de Occidente, ambos países ocupan un rol equidistante pero estratégico.
Por otra parte, regiones que durante la post-guerra fría fueron consideras intrascendentes, hoy vuelven a adquirir relevancia por sus recursos. Tanto África como Sudamérica, al igual que a principios de siglo XX, juegan un rol sustancial en la competencia tecnológica que afrontan EE.UU. y China. Esto se debe, principalmente, a que son fuentes de recursos debido a su riqueza mineral y a la necesidad de ingresos que afrontan sus países.
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De igual manera, otra característica que nos retrotrae a una atmósfera similar a la del 1900 es el fracaso de los acuerdos de limitación de armamentos. Si para ese entonces no existía este tipo de regulación entre estados, la suspensión del tratado STAR III entre EE.UU. y Rusia sobre limitación de armamentos nucleares augura un clima de tensión y competencia armamentista.
Panorama internacional actual, como en 1914
Asimismo, la geografía vuelve a estar en el centro del análisis de la política internacional tal como hace 120 años atrás, cuando la obra de Alfred Mahan influía en el pensamiento de los tomadores de decisiones.
Al ser el Océano Pacífico el principal teatro de competencia entre Beijing y Washington, estrechos, canales y demás accidentes geográficos toman mayor relevancia en el estudio de las relaciones internacionales, elevando a la geopolítica a un status privilegiado como vertiente de estudio para entender las dinámicas de poder.
Las apreciaciones de la actual guerra ruso-ucraniana o de las tensiones en torno al Estrecho de Taiwán son un claro ejemplo de ello.
Dicho esto, podemos plantear que, si bien la historia no siempre se repite, existen dinámicas que ocasionan que los ciclos históricos y políticos produzcan resultados similares.
El escenario multipolar previo a la Primera Guerra Mundial no difería en demasía del que hoy nos toca vivir. Igual que en ese entonces el ambiente internacional se presenta como tenso y competitivo, siendo el posicionamiento de las potencias flexible y variable, dependiendo de los intereses que estén en juego y de cómo reequilibre el balance de poder.
En este sentido, será tarea de los estadistas, diplomáticos, académicos y de las sociedades evitar que el resultado nos lleve a vivenciar una barbarie como la experimentada durante la Primera Guerra Mundial.