OPINIóN

Coronavirus: temor, pánico y desesperación en la pandemia

Diariamente recibimos información sobre cómo la infección afecta a la población. Qué deberíamos hacer para estar preparados para enfrentar al COVID-19.

Coronavirus: la peste de la posmodernidad
Coronavirus: la peste de la posmodernidad | cedoc

Temor, pánico y desesperación en la pandemia. Respuestas humanas frente al temor de una epidemia. Es probable que estemos frente a la primera pandemia en la era de la comunicación. En siglos previos, la información sobre las epidemias llegaba cuando ésta ya estaba golpeando la puerta de las casas. Hoy la información fluye con más velocidad que la capacidad de dispersarse del virus. 

Esto aumenta lo que en psiquiatría y psicología llamamos temor anticipatorio. Diariamente recibimos el impacto de la información sobre cómo la infección afecta a la población de otros países, avanzando hacia el nuestro, con tiempo suficiente para preguntarnos qué deberíamos hacer para estar preparados.  

En las redes, esta información es casi instantánea y visual. Podemos sentirnos parte de la misma humanidad, reírnos, asustarnos o angustiarnos con las experiencias filmadas fotografiadas y relatadas de personas comunes de latitudes lejanas, otro idioma y otra cultura. Ver lo que hacen nos llena de incertidumbre y modela nuestras conductas. Veo cómo en Australia, por ejemplo, vacían las góndolas de papel higiénico ¿debiera yo en la Argentina hacer lo mismo?.

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Según el carácter de cada quien, unos se evaden pensando: ”A mí no me pasará”,  o “Es una campaña de exageración para vender por parte de la industria farmacéutica”, y entonces no siguen ninguna de las recomendaciones preventivas. Otros imaginan gente a su alrededor muriendo de distress respiratorio y se preparan para la peor cuarentena.  

Los seres humanos somos criaturas sociales y nos miramos a los unos a los otros en busca de señales de qué es lo seguro y qué es lo peligroso. Si veo vaciarse el estante de comidas enlatadas, tenga sentido para mí o no, se me presenta la idea: ”¡Ellos están tomando precauciones, yo debería tomarlas también!”. Esto acelera el proceso, generando una bola de nieve sobre el acopio de algunos bienes que son percibidos como protectores o como necesarios en situaciones especiales.

Las personas que se abastecen de suministros están pensando en sí mismas y en su familia, en lo que necesitan hacer para “prepararse”. Todo ello se debe a una ola de ansiedad anticipatoria. No han valorado cuáles son las consecuencias para la sociedad de acumular un determinado bien, quieren estar preparados de algún modo y con ello recomponer su ilusión de control frente la situación que los hace sentir impotentes, desamparados, en riesgo.

En general las personas sentimos que si nos anuncian un peligro las medidas que debemos tomar son proporcionales a la magnitud del mismo. Frente al temor a la enfermedad y la muerte las medidas higiénicas parecen poca cosa. Sólo un poco más de lo que hacemos diariamente. “¿Acaso en los países en que la epidemia progresó no se lavan las manos?”.

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En cuanto a la prevención de la epidemia, la ciencia médica da todo lo puede brindar hoy día:  higiene y aislamiento social. Hace 100 años podríamos haber recibido el mismo consejo, es entonces cuando la ilusión de una ciencia todopoderosa que nos libra de las epidemias se desvanece. Aún no hay vacuna ni hay antivirales específicos

Nos invade el sentimiento de temor a lo imprevisto… Y la necesidad de retomar el control de nuestras vidas haciendo algo más… ¿Pero qué..? Pasamos de no saber qué hacer a volvernos ávidos consumidores de todo tipo de informaciones, veraces o no, lo que aumenta la sensación de que si no hacemos algo más estaremos siendo negligentes, que no estamos protegiéndonos correctamente o no lo estamos haciendo con los nuestros.

Al no haber respuestas científicas que nos hagan sentir más protegidos contra la incertidumbre nos adherimos a cualquier acto que nos parezca proporcionado al miedo que sentimos. Sin embargo, hay evidencias de que los países que adhieren con más rigor a los aislamientos logran que la epidemia avance con más lentitud, lo que le da tiempo al sistema de salud para responder ante los que se van enfermando. 

Y ese es el punto que requiere un esfuerzo especial de todos. Estar aislado es una medida muy extraordinaria y costosa en términos económicos y de libertad, pero puede hacer una diferencia notable y solo funcionará si todos nos responsabilizamos. Seguir las pautas de higiene y disminución del contacto social es solidaridad en acción, ya que cuando una persona no sigue las medidas recomendadas produce el daño de muchos

 

(*) Médico Psiquiatra ,M.N. 77443. Vicepresidente del capítulo Psicoterapias de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA)