Poco a poco los medios españoles vuelven –como sucede también en la Argentina– con los temas que nunca acaban, y que por lo general sólo interesan a los protagonistas. Pero hasta anoche, Diego Armando Maradona, el eterno dueño de la pelota atada siempre al pie, seguía siendo el eje sobre el cual giraban las televisiones, radios y diarios españoles. “Estoy impactado con lo que significa Maradona para los argentinos”, me comentaba Julio Mandini, quizás el periodista deportivo que más sabe de fútbol internacional en España.
Y este viernes, a primera hora de la tarde, mientras en Madrid caía una lluvia suave, que mucho tenía de lágrimas –quizás sea cierto aquello que el cielo también llora a sus dioses–, un puñado de argentinos se concentraron en la puerta de la Embajada para rendirle un homenaje al Diego. Una conmemoración tranquila y respetuosa. Cargada de emoción y de recuerdos que quedaron en la vereda de la Representación argentina. Porque Maradona no sólo genera desorden, también delicadeza, la misma con la que trataba a la número cinco.
Nicolás Silvestri, de la Peña de Boca Juniors, dejó, en el homenaje, una frase que resume la sorpresa que siguió a la noticia de la muerte del 10: “La gambeta que no llegó”. Creo que no exagero si digo que todos dábamos por hecho que de esta también salía. Pero un central, gigante, demasiado fuerte, incluso para él, le pegó la patada más bestial. La última patada, la que le quitó la pelota para siempre.