La semana pasada se armó una polémica a nivel nacional por el inicio de las clases en el Colegio Nacional de Buenos Aires. En sintonía, la llegada de la segunda ola del COVID-19 dio un salto con más de 2.600 de contagios por día en la ciudad de Buenos Aires y más de 20.000 en todo el país.
Para los medios de comunicación los problemas de nuestra cursada son producto de una "interna gremial". Sin embargo, no es esto lo que conmueve al colegio. Después de meses de expectativas, en nuestro primer contacto con la presencialidad nos encontramos con la realidad: baños sin jabones, ventanas que no se pueden abrir para garantizar la circulación necesaria y alumnas que tuvieron que cursar en el piso por falta de bancos.
La gestión de Valeria Bergman, que brilló por su ausencia todo el 2020 y abandonó a los estudiantes, todavía no clarificó cómo se va a articular la presencialidad con las actividades virtuales, a las que muchos y muchas ya concurren por convivir o ser parte del grupo de riesgo del coronavirus. A su vez, el Ministro Trotta y el gobierno nacional recortaron el presupuesto educativo y flexibilizaron las condiciones para cursar, desestimando cualquier tipo de Semáforo Epidemiológico.
Crece el reclamo por la suspensión de clases presenciales
Entonces, ¿por qué reclaman los y las docentes de la Asociación Gremial Docente (AGD) en el colegio? Porque no quieren poner su vida en peligro y tampoco la nuestra.
Los problemas que se ven en el Nacional y en las fallas de su protocolo son consecuencia de recortes educativos que afectan a la mayoría de la población, y que se agravan en los barrios más pobres. Después de un año de pandemia, hoy sigue habiendo millones de alumnos y alumnas que no tienen computadoras ni becas que les garanticen poder continuar con la cursada este año. El Ministerio de Educación sigue sin dar ningún tipo de solución. Por eso intervinimos para garantizar que la realidad llegue a los Ministerios, como pasó el pasado miércoles 31/3 cuando miles de estudiantes ocuparon pacíficamente el edificio del Palacio Pizzurno para reclamarle una respuesta al Ministro Trotta, después de meses de ninguneo total. Solo así pudieron obtener una reunión con el jefe de gabinete Matías Novoa, quien prometió analizar el relevamiento entregado por los estudiantes.
Quienes estudiamos en el Nacional queremos volver a clases y que se garanticen las condiciones necesarias para que esto no signifique exponer la salud y la vida de quienes estudiamos, de nuestras familias y quienes trabajan allí, y se nos cuestiona. Así como se nos cuestiona cada vez que peleamos en defensa de derechos como el aborto legal, la implementación de la educación sexual laica o por el acceso a la vivienda, como ocurrió en Guernica.
Clases presenciales: si los recursos no están garantizados, es la única alternativa
Muchos de estos discursos que plantean la apertura indiscriminada de escuelas sin tener en cuenta la salud suelen coincidir con elogios permanentes a los países europeos y del llamado "primer mundo". Vaya paradoja: en muchas zonas de Europa las escuelas hoy se están cerrando.
Nos organizamos a pesar de los cuestionamientos. Desde el Centro de Estudiantes impulsamos un relevamiento de las condiciones del colegio, en una recorrida a la que invitamos a participar a familias y a docentes. También pedimos a las autoridades que nos garanticen una mesa de diálogo para hacer un balance conjunto de cómo avanza la situación.
Quienes queremos defender la educación sabemos bien de qué lado estar: el de la salud y el de la lucha por más presupuesto. En este camino estamos.
*Tatiana Fernández Martí, presidenta del Centro de Estudiantes del Nacional de Buenos Aires.