—¿La pandemia creó una situación adicional en los barrios?
—La viví en La Cárcova, en mi villa, pero estábamos todos los barrios en sintonía. Nos reunimos con Alberto Fernández, un grupo que representó a los curas de las villas. Le dijimos que trabajaríamos en las parroquias cambiando un poco las características propias de la parroquia. Tenemos esas C: capilla, club y colegio como objetivo. Lo poníamos en clave de ayuda para la gente. Sabíamos que con la gente que no iba a poder salir a hacer una changa, se generaría un error de la comunicación. Pero la gente vive en un lugar pequeño, son familias multigeneracionales en la que está el abuelo, el padre, los nietos. Quedarse en la casa es imposible. Lo primero que planteamos es que debía cambiar el discurso. Es un discurso de clase media a clase media. No llega a los barrios. Entonces, el Presidente propuso que grabemos algo. Entonces le dijimos: “Quedate en tu casa, quedate en tu barrio”; podría ser una propuesta más inteligente para la idea de hacer cuarentenas.
—Dijiste que “la presencialidad en nuestros barrios es esencial. La brecha educativa ya es demasiado grande. Nos quedamos muy sorprendidos con esta medida que se nos decía lo contrario que se anunció”. ¿Manejó mal el Gobierno la crisis sanitaria, las consecuencias educativas y laborales?
—Se habló mucho sobre un protocolo adecuado para ciertos espacios y lugares. Los barrios populares deben tener un protocolo especial.
Falla la conectividad. Es muy difícil que la pase bien un adolescente o un preadolescente sin conexión con lugares que lo puedan ayudar a crecer sanamente. Imaginemos un adolescente en un barrio de los nuestros que no vaya al colegio, al club, a la capilla. Les queda la esquina. Perder el contacto no es bueno. Por eso era importante la presencialidad con protocolo. Nuestras capillas, como se convirtieron en comedores, estaban abiertas. Hubo un vínculo que se mantiene.
—¿Te contagiaste de covid-19?
—No. Me hice algunos chequeos y no. Después nos enteramos de que lo tenía alguien muy cercano. Sí tuvimos gente, y trabajamos con grupos en los comedores. Tuvimos casos en los que dejaba un grupo y otro se hacía cargo de toda la semana por un contacto.
“Tenemos una gran cantidad de chicos que están pasando de la marihuana a una droga pesada”
—María Eugenia Vidal, cuando fue gobernadora, se presentaba en los allanamientos. Por otro lado, tenés el Gobierno, que decidió una apertura mayor a la producción inicialmente industrial del cannabis y la tendencia a su legalización. ¿Cuál sería el mejor remedio?
—Debe estar la mirada sobre que la droga en la vida de la sociedad hace daño. Hay que acompañar la decisión de que un barrio, una provincia, un país, no tengan droga. También en el tema de la marihuana hubo un mensaje de clase media a clase media. No considera que en los barrios nuestros es el inicio para que los chicos terminen en drogas mucho más pesadas. Me tocó hacer una presentación en el Senado y veo que es un desembarco de otras intenciones. Se dijo que hay que actuar en forma liberal. Somos los primeros en no criminalizar al adicto, pero sabemos por vivir en los barrios que la marihuana en manos de los pibes es el primer paso. Nosotros trabajamos mucho, pero es una tarea con límites.
—¿Mientras que para las personas que tienen resueltas otras cuestiones la marihuana puede ser recreativa, en los casos de extrema carencia puede derivar hacia cosas más autodestructivas?
—En cierta forma sí. Aunque está comprobado que la marihuana trae problemas y deterioros en el conocimiento.
—Cognitivos.
—Muchos problemas de salud no son considerados por las propuestas pro cannábicas. Hay personas que las pueden manejar, porque tienen una posición, trabajo, familia. Pero hay un 50% de pobreza, son personas que no tienen las oportunidades. Ahí está el caso de los chicos que empiezan con la marihuana y siguen con las pastillas. Si no pueden dominar las pastillas y el alcohol, que son caminos que son teóricamente ilícitos, ¿por qué agregar otro problema más? Es otro tema en que no nos damos el tiempo para discutirlo como corresponde. Y salen el mismo año. Nadie se opone a que los chicos que tienen epilepsia refractaria usen el aceite. En 2016 dijimos que el Estado lo maneje, si ve que hay derivados del cannabis que se utilizan como paliativos.
¿Realmente se podrá manejar el autocultivo o el cultivo solidario? Un país que no puede hacer un partido de fútbol con dos tribunas completas seguramente no pueda estar fijándose si el cultivo de marihuana será estrictamente con sentido medicinal.
—¿Estás en contra de la despenalización?
—La policía con un protocolo de trabajo no tiene por qué detener a nadie y hacerle pasar un momento difícil a un joven que fume marihuana. Puede actuar, hacer una recomendación a la familia, llevarlo a un tratamiento. No tiene por qué ir preso. Ese pibe que quizás está en un barrio acomodado tiene posibilidades reales, concretas, de ir a la universidad, al club y una familia que puede responder. Tenemos una gran cantidad de chicos que están pasando de esa marihuana a una droga pesada.
—Etimológicamente, “adicción” es “no decir”.
—Tiene que ver con muchos problemas que justamente no pueden decirse, no pueden expresarse, quizás por falta de oportunidad o aun teniendo muchas oportunidades, alguna carencia afectiva.
—¿Esos jóvenes tienen dificultad de comunicación?
—Son pibes que quizás pueden hablar, pero lo más profundo que sienten no se comunica.
En este link, la entrevista completa de Jorge Fontevecchia al Padre José María 'Pepe' Di Paola.