La familia de Ainara Buschiazzo, la joven de 20 años hallada sin vida en su casa de Berisso el 10 de febrero pasado, volvió esta semana a exigir un cambio de calificación. La causa, que primero se tramitó como averiguación de causales de muerte y luego pasó a suicidio, es para ellos la reconstrucción inconclusa de un femicidio. El martes, los padres volvieron a la fiscalía con un nuevo escrito: pidieron que se les entregue el pendrive que contiene la pericia completa de los teléfonos celulares, un estudio que –según acreditan en el expediente– está realizado desde junio. La respuesta, describen, fue otra vez evasiva.
En el pronto despacho, presentado por los abogados Cristian González y Gastón Jesser, el reclamo es directo: “Ante las reiteradas dilaciones injustificadas, solicito a vuestro agente fiscal pronto despacho y se haga entrega inmediata del pendrive que contiene la pericia completa realizada hace ya más de cuatro meses”.
El texto –y al que tuvo acceso PERFIL– detalla que desde el 1° de julio vienen solicitando copia del estudio y que fueron citados “semanalmente, recibiendo distintas explicaciones, pero sin que se materializara la entrega solicitada”.
El pedido tiene como objetivo demostrar que Ainara no se quitó la vida. La familia sostiene que la joven estaba inmersa en un vínculo de violencia y que esa trama antecede –y explica– lo que ocurrió aquel sábado de febrero. En la presentación del 24 de febrero, apenas dos semanas después del hallazgo del cuerpo, los padres y el hermano aportaron detalles de la relación entre Ainara y Nazareno Ifrán, a quien identifican como responsable de la muerte de la joven enfermera. Allí señalaron que se trataba de “una relación tóxica, plagada de discusiones y violencia tanto verbal como física” y que ella “ocultaba los golpes con maquillaje”. También consta que siempre pedía que “no le digan nada a Nazareno”.
Ese documento incorporó un antecedente relevante: la familia señaló que una expareja de Ifrán “sufrió violencia de género, culminando con un hecho de ahorcamiento que fue interrumpido por su hermana”, episodio que –según declararon– la propia joven le había contado a Ainara.
La presentación de febrero también reconstruyó el día de la muerte. Según las amigas, Ainara tenía moretones recientes y antiguos. Ellas “vislumbraron que Ainara se había cubierto unos moretones a la altura de la pelvis y muñecas”, lesiones que, afirmó la joven, eran producto de la violencia ejercida por su pareja. Pasadas las 17.30 la joven recibió mensajes sobre una presunta infidelidad, llamó a la madre de Ifrán y se dirigió a su casa. A las 18.39 –según surge del registro que la familia adjuntó– ambos ingresaron al domicilio de Ainara. A partir de allí, describieron una secuencia de ingresos y salidas del acusado, entre las 19 y las 19.25.
El relato de cómo fue encontrada la joven es uno de los puntos centrales de la hipótesis familiar: “Es de suma importancia recalcar que Ainara estaba colgada, pero con la sábana sostenida sobre el mentón, con la sábana floja sin tensar, lo que hizo que sea muy fácil para Keila retirarle la sábana de la cabeza”. Para ellos, la ausencia de tensión y el modo en que estaba ubicada la banqueta descartan la posibilidad de un suicidio.
En la misma línea, el informe de autopsia constató golpes en el cuerpo de la joven. La familia sostiene que las lesiones que presentaba Ifrán al presentarse en la comisaría coinciden con “los intentos de Ainara por zafarse del ahorcamiento”, y que las fotos y actas obrantes en el expediente así lo muestran.
Ya en febrero, los familiares habían sido contundentes a la hora de formular su hipótesis: “La historia culminó con el femicidio de Ainara a manos de Ifrán, mediante la asfixia por ahorcamiento entre las 18:45 y 19 hs”. Y añadieron que, tras el hecho, el acusado habría reingresado varias veces a la vivienda “para intentar montar una escena de suicidio generándose un escenario de impunidad”.
La insistencia en las pericias telefónicas no es menor. La familia entiende que el análisis de mensajes, llamadas y localización puede corroborar el diálogo previo, la secuencia temporal y los movimientos dentro y fuera de la casa. Eso es, para ellos, una prueba clave.
Con estos datos –los antecedentes de violencia, los testimonios de amigas, las inconsistencias en la escena, los golpes detectados, los movimientos de Ifrán y la demora en la producción y entrega de prueba clave– los padres volvieron a exigir que la causa sea caratulada como femicidio.
Un celular escondido en el lavadero
L.N.
El expediente incorpora un hallazgo que, para los padres de Ainara, nunca fue explicado con claridad: el celular de Nazareno Ifrán apareció “escondido en el lavadero de la casa de Ainara”. La ubicación del dispositivo no figura entre los elementos habituales de una escena de suicidio y la familia interpreta ese ocultamiento como un intento de evitar que el contenido del teléfono quedara inmediatamente a disposición de la investigación. En paralelo, remarcan que la actividad en redes sociales del joven continuó después del hallazgo, dato que –según sostienen– refuerza la necesidad de contar sin demoras con la pericia completa de ambos dispositivos.
A ese elemento se suma el antecedente incorporado el 24 de febrero: el relato de una expareja de Ifrán que, según consta en el escrito, “sufrió violencia de género… culminando con un hecho de ahorcamiento que fue interrumpido por su hermana”. Para los padres, ese episodio previo demuestra un patrón que encaja con la mecánica que atribuyen al hecho del 10 de febrero y vuelve indispensable que la causa se investigue con perspectiva de femicidio.