POLICIA
Mercado negro de ms de $ 3 millones

Saqueo post-mortem: cómo opera el tráfico de huesos en los cementerios

La compra-venta ósea se asienta en los límites de la ley. A 200 pesos la pieza, los sepultureros lucran con estudiantes.

El tráfico de huesos es la madeja que enreda a los estudiantes de medicina, los sepultureros y las funerarias.
| Cedoc

Los cementerios municipales de Buenos Aires huelen a cuerpo que se pudre y a negocio que florece. El tráfico de huesos es la madeja que enreda a los estudiantes de medicina, los sepultureros y las funerarias. El enriquecimiento, la necesidad o el morbo tiran de los hilos.

A Juan Narmallo (22) le resta un final para cerrar su primer año de cursada en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Su libreta universitaria imputa que cursa Anatomía I cuando la presenta en el Cementerio de la Recoleta a una encargada con cara de bulldog y modos de boxeador amateur. “Acá no jodan,” escupe a Nartallo y a Perfil.com cuando solicitan huesos.

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Anatomía I atiza al alumno de primer año de carrera: el hueso se alquila, se compra o se presta, pero es parte de los requerimientos de la materia. Así que se tiene. El Dr. Vicente Mitidieri, cátedra de Anatomía de la UBA, explica: “es elemental que el alumno se familiarice con el cuerpo más allá del libro de texto, es la primera relación real que genera con el cuerpo”.  

La Ley de Cementerios es la 1427 del Código Contravencional de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Castiga la tenencia injustificada de huesos. Motivación y origen quedan asentados en un certificado habilitante expedido tanto por las facultades de medicina como por los cementerios que autorizan el retiro de restos óseos. La circulación infundada con huesos se multa con la bagatela de cuatro mil pesos o diez días en prisión.

El caso de Narmallo es arquetípico: la compra de huesos oficial  y legal es espinosa. De poco sirve el certificado de regularidad del alumnado de la Facultad de Medicina. Es el único documento que expide la UBA para facilitar la adquisición válida de huesos y se rebota con facilidad.

La exigencia hace aflorar, entre libros de medicina y carne que se pudre, un siniestro rédito económico en los cementerios de Buenos Aires. La venta ilegal de huesos es un boca a boca susurrado en pasillos de Clínicas y de la UBA. Manuel, ayudante de cátedra de Anatomía, apunta: “los huesos los conseguís en provincia. A lo sumo, en Chacarita.” Desde el celular de Narmallo, Perfil.com accede a los foros de estudiantes de medicina en Facebook y Mancia.org: apuntan, también, a los cementerios municipales de Chacarita, Munro y Avellaneda.

El artículo 6 de la Ley 26.298 resuelve que las fosas comunes son el destino de los cuerpos no reconocidos en las morgues. El cuerpo sólo la escapa vía orden judicial, en caso de coincidir con las huellas de persona desaparecida, o ante el reconocimiento de familiares. Caso contrario, la fatalidad los lleva a la Chacarita. El eterno reposo es bajo la sombra del metro ochenta de David, sepulturero del cementerio.

Enfundado en un mameluco azul gastado y sudor que no termina de caer de la frente, David lleva a Juan Narmallo y a Perfil.com al osario común tras ese baile de entendimiento a medias y promesa de dinero. Es un subsuelo siniestro con más hueso que astilla donde, según la  Ley de Cementerios, descansan los NN. Huele a sal y muerto.

En una bolsa de consorcio, Narmallo lleva una pelvis por la friolera de treinta pesos. "¿De verdad son estudiantes?", dispara cuando guarda el dinero en el bolsillo delantero. Narmallo muestra la libreta. No sería la primera vez que David vende huesos para macumbas, esa magia negra en la jerga umbanda que requiere de polvo de huesos para sus rituales.

Un cráneo cotiza entre 100 y 150 pesos en el cementerio municipal de Avellaneda. La oferta de Miguel es de 500 pesos por cráneo, tibia y peroné. Se pagan 400 y se entregan en un ataúd de cartón, otrora caja de vino Uvita, que se esconde entre los pies en el asiento delantero. “Acá revisan mucho los baúles, ¿me entendés? Si yo te cuido, vos me cuidás, viste”. La aprensión de Miguel está justificada: enfrenta  de cuatro a diez años en prisión por vender materiales anatómicos, según el artículo 27 de la ley 24.193. Dice que no se jugaría por menos de 400 pesos por transacción.

200 pesos es el precio promedio de un cráneo en los cementerios de Lanús, Avellaneda, Chacarita, Munro y Morón. Al censo de la UBA de 2013, son 24.198 los estudiantes que concurren a la facultad de Medicina (un 9,2% del total de alumnos de la UBA). Si Anatomía es una materia obligatoria anual que cursa el 67% del alumnado, son 16.212 alumnos que, con una inversión promedio de 200 pesos anuales, reportan una inversión anual de 3.242.400 pesos por cementerio. 

No hay control o regulación de la actividad: el tráfico de huesos se convierte en un negocio que niega el reposo eterno. No hay descanso: ni para el cadáver, ni para los David, Migueles de los Cementerios.

(*) Alumna del Posgrado Perfil – USAL.