POLICIA
DESAPARECIÓ EN 2015

Un viaje al norte de Brasil, su carpa quemada y un sospechoso de haberlo matado: el caso de Leonardo Iudicello

En julio de 2015, el joven de 30 años se hospedaba solo en un camping de Jericoacoara, donde fue visto por última vez. La hipótesis de Interpol sobre el caso y la versión dudosa de un "desapego" voluntario.

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Leonardo Iudicello, de 30 años, desapareció en Brasil en 2015. | Facebook 'Encontremos a Leo'

“Aunque aceptáramos que lo mataron, queremos las pruebas de que lo han matado. Queremos saber la verdad”. De esta forma resume Gladys Escribano, la madre de Leonardo Iudicello, el sentir de su familia a casi nueve años de búsqueda de su hijo, desaparecido en Brasil en 2015

El joven de 30 años fue visto por última vez en Jericoacoara, un municipio pequeño de poco más de 25 mil habitantes, ubicado al nordeste de Brasil, en el estado de Ceará. En ese pueblo, habitué de pescadores y practicantes de windsurf y kitesurf, Iudicello estaba cuando se comunicó el 9 de julio de 2015 con su familia de Córdoba. 

A partir de ese momento, consideraron distintas hipótesis: desde un crimen a manos de un argentino que conoció durante su estadía hasta la decisión voluntaria del “desapego” de sus seres queridos. Pero son apenas dos de las infinitas posibilidades en las que piensa su familia, que convive con la incertidumbre.

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Leonardo Iudicello cumplió 30 años el 17 de marzo de 2015 y viajó a Brasil con sus amigos. 

Desapareció en la feria donde vivía y trabajaba: un posible ajuste de cuentas, sospechas y meses sin ningún rastro 

Leonardo es el cuarto de cinco hermanos y vivía en Villa Cura Brochero, una localidad de Traslasierra ubicada a 160 kilómetros de la ciudad de Córdoba. Estudió licenciatura en Turismo y durante el verano administraba con sus hermanos un complejo de cabañas, donde también hacía tareas de mantenimiento. Era habitual que al terminar la temporada alta de vacaciones emprendiera un viaje propio por varios meses y fue así como conoció gran parte de Latinoamérica. 

En esos largos trayectos, dice su mamá, “sobrevivía” como podía: “Siempre utilizaba su ingenio, hacía artesanías… era un artista callejero cuando viajaba”. Estaba acostumbrado a viajar solo y ese año llegó a Brasil el 17 de marzo con un grupo de amigos. Festejó su cumpleaños 30 con ellos, se quedó con el objetivo de conocer el norte de Brasil y tenía pasaje para regresar a Córdoba el 11 de septiembre. 

En junio, sus padres Gladys y Lucio viajaron a visitarlo algunos días. Por ese entonces paraba en la ciudad de Tabatinga, en el estado de Amazonas. Les alquiló una casa a ellos por la zona y un auto para que recorrieran. 

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El comunicado que emitió en 2015 el Consultado en Recifes, Brasil.

Cuando se despidieron, él tenía previsto seguir su viaje hacia los Lençóis Maranhenses, un parque nacional de dunas y lagunas que se había propuesto conocer. Esa fue la última vez que lo vieron: “A los 15 días que lo vimos, él desapareció”, dice Gladys Escribano a PERFIL

El 25 de junio se comunicó con ella y le dijo que estaba en Canoa Quebrada, muy cerca de Jericoacoara, donde finalmente se perdió su rastro el 9 de julio de 2015. 

En los días siguientes, Leonardo ya no volvió a aparecer: ni con una llamada telefónica, ni con un mensaje, ni en el grupo de whatsapp que tenía con sus hermanos donde al menos una vez por semana se conectaba para contar sus novedades. Cuando pasaron dos semanas sin noticias de él, Alejandro, su hermano mayor, se inquietó y viajó a Brasil a buscarlo: temía que le hubiese pasado algo. 

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Leonardo con sus papás y sus hermanos un día antes de emprender su viaje a Brasil, en marzo de 2015.

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Una carpa quemada, la hipótesis del "desapego" y un sospechoso al que apuntaba Interpol 

En una suerte de investigación propia, el hermano de Leonardo fue hasta el camping Natureza de Jericoacoara donde se hospedaba, tomó testimonios a todas las personas que estaban allí y trató de reconstruir los recuerdos de quienes lo habían visto. Las autoridades no le tomaron la denuncia porque la presunción era que se había ido voluntariamente y que no se trataba de una desaparición forzada. Pero su carpa y gran parte de sus pertenencias estaban quemadas.

“Alejandro fue al camping, ahí vio que la carpa de Leo se había quemado y los testigos le decían que él no estaba adentro, que se había ido antes”, dice su mamá. Su computadora y una de sus mochilas también estaban calcinadas. El padre de Leonardo, Lucio Iudicello, viajó después y juntos recorrieron en auto distintas zonas de Brasil en busca de novedades. 

Camping Natureza
El camping "Natureza" donde Leonardo tenía su carpa, que apareció quemada junto a otras de sus pertenencias. 

A raíz de sus averiguaciones, se enteraron de que los cinco días antes del incendio de la carpa estuvo con un joven de Quilmes, provincia de Buenos Aires, en Lagoa do Paraíso. Se habían conocido en el camping donde ambos se hospedaban, y luego el hombre alquiló una casa en Jijoca de Jericoacoara. 

Cuando le preguntaron de qué habían hablado por esos días, porque el comentario de la mayoría era que se había ido voluntariamente del lugar, el joven contó que “hablaba mucho de su familia, que quería estar en el cumpleaños de su sobrina, en la comunión de otra. Y decía que habían hablado mucho del ‘desapego’”, dice la mamá de Leonardo.

El abogado Germán Romero Marcón, referente legal de la Comisión de Derechos Humanos de Traslasierra y quien está a cargo del caso, explica a PERFIL que toda esta información del caso es en base al relato de los lugareños. “Luego intervino Interpol con una justicia provincial de allá para una búsqueda de personas. Ellos sospechaban de ese chico de Quilmes. Le allanaron la casa, hicieron excavaciones, pero no hubo nada concreto”, dice. 

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Leonardo Iudicello.

La idea del “desapego” y la desaparición voluntaria no resuena en Gladys Escribano como una posibilidad que explique lo que sucedió con Leonardo. “Conozco a mi hijo y sé que no hubiese tomado una decisión sin decirnos a nosotros. Él era un chico sensible pero no era un místico, era muy práctico”, dice.

Tampoco está segura de que el joven que estuvo con él antes de su desaparición sea un criminal. “Él sabía más cosas de las que nos dijo, pero no creíamos que este chico lo hubiese matado como sostenía la Interpol. Desde la perspectiva jurídica, toda persona es inocente hasta que se pruebe lo contrario. Pero sí creemos que este chico sabía algo más y no lo dijo”, remarca. 

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Pistas en San Luis, Córdoba y Brasil, pero ninguna certeza

En 2017, un hombre de Traslasierra, amigo de la familia Iudicello, aseguró haberlo visto en la zona de la terminal de Córdoba. Llamó a una de sus hermanas, hicieron la denuncia y se secuestraron las cámaras de seguridad de la zona. 

Escribano dice que les mostraron sólo una captura de video en la que la vestimenta de la persona no coincidía en nada con la descripción que había hecho el testigo sobre ese joven que podría haber sido su hijo. “Evidentemente no habían seguido la descripción del testigo”, dice. Esa pista investigativa, que se extendió por años hasta que lograron acceder al video, finalmente quedó en la nada. 

Lo mismo ocurrió ese mismo año con otro testimonio de una mujer que dijo verlo en un bar de Majorlandia, cerca de Jericoacoara. Mostró la foto que le sacó y dijo que creía que tenía un teléfono en la mano. Pidieron los registros telefónicos de Leonardo Iudicello a la empresa Claro, que por temas de privacidad se negó a brindarlos. 

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Leonardo Iudicello tenía 30 años al momento de su desaparición. En 2023 habría cumplido 38. 

Recién en febrero de 2019 lograron acceder a las llamadas, y el juzgado dijo no encontrar nada relevante para la investigación. “Los tiempos de la Justicia solo sirven para tener impunidad”, dice la madre de Leonardo. 

En Argentina, una de las pistas más fuertes surgió en Merlo, provincia de San Luis, donde varias personas decían que lo habían visto: “Fue una cosa terrible. Íbamos pegando la foto y se acercaba alguien y nos decía ‘yo lo vi acá’, después otra persona que nos decía ‘yo lo vi en la ruta con una guitarra’. íbamos a la ruta, encontrábamos a un chico muy parecido, lo mirábamos de cerca, no era. Otra persona que nos decía ‘yo lo vi en la terminal’, y así”. 

“Desde el principio yo tengo la intuición de que hay que buscarlo en Argentina, que hay que buscarlo acá”, dice su mamá. Lo cierto es que en nuestro país, habiendo transcurrido casi nueve años de su desaparición, Leonardo Iudicello no tiene un pedido de búsqueda ni recompensa activa dispuesta por el Sistema Federal de Búsqueda de Personas (SIFEBU), como sí ocurre con otros casos. 

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El abogado del caso explica que aún están a la espera de un oficio del fiscal José Bringas, del Distrito 1 turno 6 de Córdoba, para que puedan intervenir tanto Migraciones como el SIFEBU, y se libere un pedido de paradero a nivel nacional. Una prueba de este desconocimiento sobre su situación es que, en las elecciones presidenciales de este año, Iudicello fue llamado por la justicia para presentarse como vicepresidente de mesa. 

“Leonardo puede entrar y salir del país ochenta veces, y no tienen ningún pedido de paradero. Al menos lo que pedimos es que se de comunicación a nivel nacional para que haya una imagen, un paradero”, reclama Romero Marcón. “A las familias de los desaparecidos acá en el país no les dan nada de atención”, dice. 

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Leonardo estaba acostumbrado a viajar solo por largos periodos de tiempo. 

En casi nueve años de búsqueda, la familia Iudicello fue víctima además de falsa información e intentos de extorsión: les pidieron dinero desde un número de Colombia a cambio de revelar dónde estaban los restos de Leonardo. Esa causa, también en pausa, tramita en la justicia provincial de Córdoba junto con la que se abrió en 2017 por el testigo que dijo verlo en la terminal de ómnibus.

“La esperanza no se pierde y por otro lado, aunque nosotros aceptáramos que lo mataron, queremos las pruebas de que lo han matado. Queremos saber. Creo que memoria, verdad y justicia es lo que todas las madres de desaparecidos reducimos en pocas palabras”, dice Gladys Escribano. 

“No nos permiten avanzar porque dicen que no hay indicios de que se trata de una desaparición forzada. Yo digo, ¿qué indicios? ¿Quién fija cuáles son los márgenes del indicio? ¿Cómo pueden saber y asegurar que una persona no fue víctima de una desaparición forzada?”, cuestiona. 

Desde el Valle de Traslasierra, con la mesa de trabajo de Derechos Humanos, Escribano busca impulsar no sólo el caso de su hijo, sino de las otras cuatro personas desaparecidas de esa región, entre ellas Silvia Gallardo. Proponen una reforma del código penal y del código procesal penal; y promueven la ley Delia, que propone un cambio en la legislación para la búsqueda de personas desaparecidas.

AG/ ds