Con la expropiación de YPF, Cristina Kirchner le abrió otra de las puertas del poder a La Cámpora, la agrupación que conduce su hijo, Máximo, y que ya se integró a más de 200 cargos en el Gobierno, obtuvo bancas en el Congreso (también en Legislaturas provinciales y en los Concejos Deliberantes) y controla otra empresa emblemática para el Estado, Aerolíneas Argentinas.
Estos jóvenes irrumpieron casi en sigilo en la flamante intervención de la petrolera. Junto al viceministro de Economía, Axel Kicillof, llegaron para controlar las áreas de la empresa otros cinco hombres encuadrados en La Cámpora, aunque con un perfil más técnico que militante. Se trata de Rodrigo Cuesta, Nicolás Arceo, Juan Manuel Abud, Emanuel Agis y Juan José Carbajales.
Representan una línea más técnica dentro de La Cámpora, aunque igualmente ideologizada. Tienen títulos de grado y en algunos casos de posgrado, aunque son verticalistas.
La conducción de YPF es compartida con Julio De Vido, designado por Cristina como interventor. El ministro de Planificación se llevó con él a Roberto Baratta, su segundo, y a José María Olazagasti, su secretario privado.
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