Cuando ayer dio su discurso como presidente flamante del PJ, Néstor Kirchner parecía más el presidente de la nación, que el de ese rejunte ideológico organizado que es el peronismo. Cada vez más, el santacruceño muestra con menos pudor quién manda en el gobierno nacional, y tiene un argumento infalible. Mientras no se mostró, y cumplió el papel silente de primer caballero, Cristina no logró mucho. Y tras el conflicto con el campo, la imagen de la señora bajó a niveles propios de un fin de mandato, cuando en realidad recién está comenzando a desandar los primeros meses de gestión.
Más que por el cambio (cantadísimo), hay que interpretar el nuevo escenario por lo que persiste. Guillermo Moreno, el supersecretario que trata de amedrentar a medio mundo, sigue en su sillón mirando cómo caen ministros de Economía. Él sigue tranquilo, con su espíritu belicoso al servicio de Kirchner. La continuidad de Moreno es la más clara señal de que el verdadero ministro no es el que ocupa la oficina donde Felisa Miceli guardaba una bolsa con dinero. El custodio, garante y mentor del plan K de economía no es otro que Néstor Kirchner.
Los tanteos de la última semana a distintos economistas para reemplazar a Martín Lousteau, terminaban cuando el candidato preguntaba sobre Moreno. "Guillermo sigue", era la respuesta que espantaba a todos. Por eso apareció Carlos Fernández. Un módico candidato al que podrían llamar para hacerse cargo de la AFIP, de Economía o de una comisión de fomento. Alguien que tenga que reportar cada uno de los movimientos que crea necesarios hacer, y refrendar otros, aun contra su voluntad, si es que se lo pide el presidente... El presidente del PJ, claro.
* Editor general de Perfil.com