La preocupación por los seguimientos de los servicios de inteligencia atravesó las charlas a solas que el papa Francisco compartió con un puñado de jueces que lo visitaron en el Vaticano. A una semana del encuentro, miembros de la comitiva recibida por Francisco deslizaron en reserva los ejes más sensibles de las reuniones.
El Papa compartió 40 minutos con el juez Sebastián Casanello, a cargo de la investigación por la ruta del dinero K. Estuvo media hora a solas con el titular de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti. Y otro tanto con la jueza federal María Romilda Servini de Cubría.
En todas las conversaciones, privadas e informales, se abordó la inquietud por “las presiones a los jueces”, los seguimientos y las escuchas telefónicas de los servicios de inteligencia de las cuales se consideran víctimas.
Francisco expresó a su vez que había sufrido una persecución similar durante el kirchnerismo. Los interlocutores del Papa aseguran que señaló a Jaime Stiuso como el brazo ejecutor de los seguimientos, cuando el espía se desempeñaba bajo las órdenes de la presidencia de Néstor Kirchner y el gobierno mantenía un abierto enfrentamiento con el entonces cardenal Bergoglio.
Unos y otros consideran que en la actual AFI existen grupos que continúan con las viejas prácticas, aunque sean más informales que en el pasado. De ahí que la designación de un espía de los tiempos del menemismo, como Alejandro Colombo, sólo incrementó las suspicacias.
Frente a los cuestionamientos por los tiempos de las investigaciones de corrupción, los jueces regresaron a la Argentina con la sensación de un respaldo papal que les otorgó nuevo oxígeno en el manejo de las causas que afectan al poder político.
Ataque a la basílica
La Basílica de Flores, donde Jorge Bergoglio pasó gran parte de su juventud, fue blanco de agresiones.
La imagen de San José, ubicada en la entrada de la iglesia, fue atacada por desconocidos en la madrugada del jueves. Según el testimonio de los vecinos, cerca de las tres de la mañana personas aún no identificadas sustrajeron la figura del “santo silencioso” del soporte de vidrio en el cual estaba exhibida, tras destrozarlo con una baldosa. La imagen fue arrojada sobre la vereda, donde quedó partida. Y los pedazos fueron desapareciendo en cuestión de horas, según informó Infobae. El vidrio fue repuesto, pero aún no pudo ser sustituida la figura.