Que tenía grandes ambiciones no quedan dudas. Escaló alto, quizás más alto de lo que imaginaba, y ahora, que es su momento, no decepciona. Días atrás, el 30 de octubre, Máxima cumplió seis meses en el trono como reina consorte, cuando el rey Guillermo ocupó el lugar de su madre, la reina Beatriz.
Como si hubiera nacido para ello, la argentina se fue afianzando como preferida, no sólo de Holanda, sino de la realeza europea en general. Su arma principal es el estilo –aunque cuidadísimo y ultrafashion– de “mujer normal”, y es cuando apuesta fuertemente a ese look relajado que, en términos de moda, acierta completamente. Así se la vio el viernes a la tarde, recién llegada a Rusia junto a su marido, donde fueron invitados por el presidente Vladimir Putin. El pelo suelto con una desprolija raya al medio y una moderna pollera a la rodilla metalizada en tonos peltre fueron los grandes aciertos de Máxima, que aportó aire fresco a la rigidez rusa.
La visita tuvo como objetivo conmemorar los cuatro siglos de relación diplomática y comercial entre Amsterdam y Moscú. El viaje se había visto amenazada por la tensión desatada en los últimos tiempos entre ambos países; a las agresiones sufridas por diplomáticos de ambas naciones se sumó el apresamiento del rompehielos Arctic Sunrise de Greenpeace, de bandera holandesa y con sus treinta tripulantes procesados por vandalismo. Pero todos supieron mantener las formas, y todo transcurrió sin complicaciones. Incluso ayer, antes de emprender la vuelta, hubo un broche final con un recital de la Concertgebouw Orchestra.
Ese mismo viernes, más temprano, ya había dado muestras de su famoso charme. Antes de partir a Moscú, la pareja real de Holanda recibió al rey Felipe y a la reina Mathilde de Bélgica para almorzar. Una vez más, así como lo hizo con Letizia de España, Máxima ganó el duelo glam entre reinas con un vestido azul con un moño importante en el hombro izquierdo, cartera y zapatos nude, y unos sofisticados guantes de cuero