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Análisis

Las cuentas de los políticos no cierran, las explicaciones tampoco

En un país con un 50 por ciento de pobres, ellos amasan fortunas mientras se invisten con discursos en defensa de los que menos tienen. No tienen palabra. No tienen honor. No tienen vergüenza.

Ajustan a los jubilados. Total, los abuelos, como los llaman en campaña electoral, no tienen hoy quien vaya a tirar piedras al Congreso. Ajustan a los trabajadores y a la clase media con inflación, nuevos impuestos, liberan precios y tarifas, pero los políticos nunca se ajustan. Sus patrimonios, los declarados en blanco, crecen de año a año.

Algunos ejemplos: los senadores, José Alperovich, ex gobernador y suspendido ahora por la denuncia de acoso sexual que hizo su sobrina, declaró en blanco a fines de 2019mil 600 millones de pesos. El senador Maurice Closs, de Misiones, 783 millones de pesos. Por su parte el radical Eduardo Costa, senador por Santa Cruz, aseguró tener un patrimonio de 662 millones de pesos.

En la misma línea, el patrimonio de Sergio Napoleón "el Oso" Leavy, un turbio ex intendente de Tartagal, actual senador por Salta, creció un 197 por ciento en un año. Mientras que el diputado, José Ignacio de Mendiguren, que estuvo con todos los gobiernos, aseguró contar con  250 millones de pesos. Y el diputado, Máximo Kirchner,  291 millones de pesos, 27 propiedades y unos tres millones de dólares en depósitos.

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Por otro lado, en 2016 el entonces ministro de Seguridad de la Provincia, Cristian Ritondo, había declarado 15 millones de pesos, ahora diputado declara un patrimonio que asciende a 120 millones de pesos.

Sin acuerdo

Todos justifican sus ganancias por herencias, regalos, bienes gananciales o acciones en empresas que al parecer siempre reparten beneficios. Las cuentas de los políticos no cierran, las explicaciones tampoco.

Hasta comienzos de los años 90, los candidatos se formaban en los partidos políticos, donde se destacaban por sus méritos y valores personales. Las campañas electorales se financiaban con el aporte de los afiliados. Así llegó a ser presidente Raúl Alfonsín, un modesto abogado de Chascomús. Desde el gobierno de Carlos Saúl Menem en adelante, la corrupción, los negocios y las crisis provocaron la implosión de esas escuelas de formación política. Se acabó la carrera y la ilusión para los aspirantes pobres. De la competencia comenzaron a participar “buscas" capaces de hacer y decir cualquier cosa. Empresarios, sindicalistas, operadores de medios de comunicación, apuestan por candidatos con los que esperan ganar el doble. Una vez en el cargo, los elegidos se sostienen, asimismo, con las coimas y sobreprecios que recaudan.

Las consecuencias de este sistema de poder están a la vista. En un país con un 50 por ciento de pobres, ellos amasan fortunas mientras se invisten con discursos en defensa de los que menos tienen, porque además se la dan de sacrificados servidores públicos. No tienen palabra. No tienen honor. No tienen vergüenza.