Se supone que los periodistas nos ocupamos de los hechos, o sea, de aquello que es porque está pasando o porque acaba de pasar. Pero los que nos ocupamos más específicamente de la política, tenemos que lidiar todo el tiempo con lo que parece, porque la política es una ciencia de apariencias y eso es lo que le abre paso al ilusionismo de la demagogia, a las manipulaciones del oportunismo y hasta a la mentira lisa y llana, que pocas veces es piadosa porque surge de decirnos lo que queremos escuchar y por lo general lejos, desde lejos o a través de pantallas de todo tamaño, donde la realidad suele estar mezclada todo el tiempo con la ficción.
Fíjense que los políticos son los profesionales más interesados durante más horas de sus horas de trabajo en lo que ven otros en ellos, son las encuestas de imagen. En lo que otros esperan de ellos, son los sondeos de expectativa y la intención que pueden tener los otros hacia ellos, votarlos o no votarlos, básicamente. El político profesional, entonces se asume conscientemente como una construcción, como una apariencia.
Claro que un político para ser exitoso debe poder exhibir hechos o al menos algunas realizaciones. Y esas realizaciones, por mínimas que sean, van a servir como antecedentes comprobables para lograr que las intenciones parezcan hechos. Las intenciones parezcan hechos. Para que la magia parezca ciencia y para que las sarasa tan de moda y la improvisación parezcan convicciones muy estudiadas, digamos, planes rigurosos.
El gobierno argentino negocia con cuatro laboratorios por la vacuna contra el coronavirus
La aparición de repente de la vacuna rusa Sputnik V en la conversación cumplió las tres funciones: es ciencia, literalmente es una vacuna, pero aparte existe y se la está probando, pero es magia. Alberto Fernández ya la tiene como sacada de la galera, pero no se la da porque él no es ningún privilegiado y no porque no es legal dársela, porque no está aprobada por nadie en ninguna parte del mundo, porque es solidario. Y es sanata, porque está pero no está porque falta, pero ya casi sale, porque va a ser obligatoria, pero no tan obligatoria para todos y todas, etcétera, etcétera, etcétera.
La cuestión es que de golpe acá estamos hablando de lo que se parece mucho a una esperanza, con la necesidad que tenemos de agarrarnos de alguna esperanza. ¿Qué gana eso con un gobernante? Gana lo más caro que hay, tiempo. En política el tiempo sin expectativa es ansiedad, es angustia. El tiempo es una bomba de tiempo. Y claro, cuidado porque si explota, que parezca un accidente.