SALUD
EL HOMBRE QUE NO QUIERE MORIR

El multimillonario obsesionado con la inmortalidad promete crear una generación eterna

Bryan Johnson invierte millones en su proyecto Blueprint para revertir el envejecimiento, monitoreado por 30 especialistas. Su mantra "no morir" redefine la existencia humana en la era de la IA, pero enfrenta críticas científicas y éticas.

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bryanjohnson_, | Instagram @bryanjohnson_,

En un mundo donde la muerte se ha considerado inevitable durante milenios, Bryan Johnson, un empresario tecnológico de 46 años y multimillonario, convirtió la longevidad en una cruzada personal.

Tras vender su compañía de pagos en línea Braintree por 800 millones de dólares en 2013, Johnson ha destinado más de cuatro millones de dólares en los últimos tres años a su ambicioso Proyecto Blueprint, un sistema integral diseñado para revertir el envejecimiento biológico y posicionar a la humanidad en el umbral de la inmortalidad.

"La muerte siempre ha sido inevitable, por lo que hemos hecho todos estos preparativos... Ahora tenemos esta posibilidad real de extender nuestras vidas a un horizonte desconocido", afirma Johnson en una entrevista reciente, donde equipara su misión a una nueva religión centrada en el mantra "don't die" —no morir—.

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¿Quién es Bryan Johnson, el multimillonario que pasa hambre y quiere "ser inmortal"? | Fortuna

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La piel de una persona de 28 años y los pulmones de un atleta de 18

Johnson, quien reside en una mansión en San Diego convertida en un laboratorio viviente, ha externalizado por completo el control de su cuerpo a un equipo de más de 30 especialistas en longevidad, geriatría y bioquímica.

Estos expertos monitorean de manera obsesiva cada aspecto de su fisiología: desde análisis diarios de sangre para detectar marcadores de inflamación y oxidación, hasta escáneres DEXA para evaluar la densidad ósea, y resonancias magnéticas para inspeccionar órganos internos como el corazón y el hígado.

Bryan Jonson

El objetivo es que sus tejidos funcionen como los de un joven de 18 años. Según sus métricas auto-reportadas, Johnson ha logrado el corazón de un hombre de 37 años, la piel de una persona de 28 y los pulmones de un atleta de 18.

"El experimento ha demostrado que un sistema competente es mejor para gestionarme que un humano", declara el empresario, quien ve en esta delegación algorítmica una "reformulación de lo que significa ser humano".

La rutina diaria de Johnson es un ritual de precisión quirúrgica que comienza a las 4:53 de la mañana y termina estrictamente a las 11 de la noche, con un enfoque en la eficiencia del sueño que rivaliza con el de un veinteañero.

El millonario despierta para someterse a terapia de luz roja para estimular el colágeno, mide sus erecciones nocturnas con un dispositivo (promediando dos horas y doce minutos, con meta de tres horas y media), y consume 111 píldoras al día repletas de suplementos como rapamicina y metformina, adaptados por su equipo basados en datos en tiempo real.

Su dieta, bautizada como "Blueprint", excluye comidas tradicionales como el desayuno —rebautizado como "primera comida"— y se limita a 1.977 calorías diarias de vegetales licuados, lentejas y un brebaje verde llamado Green Giant, elaborado con chlorella y péptidos de colágeno. El ejercicio es inquebrantable: una hora diaria, siete días a la semana, con sesiones de alta intensidad tres veces por semana, lo que le ha colocado su VO2 máximo en el percentil 1,5% de los jóvenes de 18 años.

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Bryan Johnson: "Todos seremos inmortales en algún grado"

Esta obsesión no es solo personal; Johnson la proyecta como un imperativo colectivo. En su visión, la generación actual —la suya— podría ser la primera inmortal, gracias a la fusión de la biología con la inteligencia artificial. "El año 2021 fue la primera vez en la historia humana en que una persona podía decir 'Somos la primera generación que no morirá' sin ser ridiculizada", sostiene.

Johnson desarrolló un "Bryan AI", un modelo que ha ingerido todos sus datos y declaraciones, como respaldo digital de su conciencia, y colabora con su empresa Kernel en cascos de alta tecnología para registrar actividad cerebral. Imagina un futuro post-biológico donde las mentes se digitalizan y existen más allá del cuerpo: "Todos seremos inmortales en algún grado, a medida que nos movamos hacia una mezcla de existencia biológica y computacional", profetiza, elevando la mera "existencia" al activo más preciado.

El Proyecto Blueprint no es solo un experimento privado; ha evolucionado en un negocio comercial que vende aceites de oliva "anti-colesterol" por 75 dólares el par de botellas —agotados en su lanzamiento— y pruebas de envejecimiento, aunque Johnson lo describe como una "compañía molesta" que apenas cubre costos.

Su influencia se extiende a seguidores como Kate Tolo, su jefa de marketing de 27 años y pionera en "Blueprint XX", una versión adaptada para mujeres que incluye más de 60 píldoras diarias y rutinas de sueño rigurosas. Johnson comparte sus métricas en redes sociales, acumulando cuatro millones de seguidores y 180.000 suscriptores a su newsletter en meses.

Un documental de Netflix, “Don't Die: The Man Who Wants to Live Forever”, estrenado en enero de 2025, profundiza en su vida, revelando viajes constantes por procedimientos médicos y un costo anual estimado en dos millones de dólares.

Sin embargo, esta utopía no está exenta de sombras. Expertos en longevidad cuestionan la viabilidad científica de sus métodos. El doctor Pinchas Cohen, decano de la Universidad del Sur de California, afirma categóricamente: "La muerte no es opcional; está escrita en nuestros genes", y añade que "no hay absolutamente ninguna evidencia de que sea posible vivir para siempre".

El CEO del Instituto Buck, Eric Verdin, lo tilda de "sueño imposible" y critica la falta de validación independiente de sus herramientas de medición de edad. El geriatra Nir Barzilai advierte sobre los riesgos de combinar suplementos antagonistas, recordando que Johnson "parecía enfermo. Estaba pálido".

Científicos como Andrew Steele y Moshe Szyf de la Universidad McGill lo ven como "no fundamentado en la ciencia actual", especialmente tratamientos experimentales como transfusiones de plasma —incluyendo una con su hijo adolescente—, que la FDA de EE.UU. ha calificado de no probados y potencialmente inseguros.

Además, surgen preocupaciones éticas y personales. Una investigación del New York Times reveló acuerdos de confidencialidad extensos que han generado demandas de ex-empleados y su ex-prometida, Taryn Southern, alegando comportamientos controladores que Johnson niega, afirmando vindicación legal.

Sus críticos lo acusan de trastornos alimenticios disfrazados de biohacking, a lo que responde: "La mayoría de la gente que conozco en América tiene un trastorno alimenticio". Pero a pesar de todo, Johnson nota un giro hacia el apoyo, atribuyéndolo a la aspiración de "ver el mañana suceder y ser nuestra mejor versión".

En última instancia, la odisea de Bryan Johnson trasciende lo individual: es un espejo de nuestra era, donde la IA y la biotecnología desafían los límites de la mortalidad. Si su profecía se cumple, la primera generación inmortal no solo vivirá más, sino que redefinirá la esencia humana.

Pero como advierten los escépticos, el precio de la eternidad podría ser más alto de lo imaginable: no solo en dólares, sino en la pérdida de lo que nos hace vulnerablemente vivos. Mientras Johnson persiste como conejillo de Indias humano, el mundo observa —y debate— si "no morir" es liberación o una jaula dorada.

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