“En el altillo del pabellón central de la facultad funcionaba un centro de reunión de las organizaciones estudiantiles de la década del 70, que fue descubierto hace tres años tras casi cuatro décadas”, cuenta a PERFIL Pablo Rush, docente de Genética y secretario de Extensión de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, sobre el primer y único Espacio de la Memoria ubicado en una universidad, que ya está abierto al público y puede visitarse todos los días, con inscripción previa, en ese centro de estudios de la Ciudad.
Para llegar al lugar hay que atravesar las cortinas del salón de actos, en el pabellón central, y subir por unas escalera amuralladas a la pared. El altillo parece un depósito abandonado, pero está repleto de pintadas alusivas a la ebullición política de los 70 y las insignias de Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo, principales organizaciones guerrilleras de la época.
El primer conocimiento real del altillo lo tuvo Paula Farina, quien cuenta que subió porque “en un acto por el 24 de marzo, en 2006, unos ex alumnos hablaron del lugar y fueron”. Farina redactó un proyecto para preservar el espacio, “pero no tuvo apoyo institucional y el altillo volvió a ser un mito”, dice Rush, quien también integra la Comisión de Derechos Humanos.
Pero en 2015, Joaquín Rodríguez, estudiante de Ciencias Ambientales e integrante del Frente Amplio por una Nueva Agronomía (FANA), estaba acomodando unas sillas junto a otros compañeros y encontró de casualidad la escalera que lleva al altillo. “Eran las 12 de la noche. Prendimos las linternas y lo primero que vimos fue una pintada que dice ‘Tiemblen traidores, Evita vuelve para los trabajadores’ y entonces supimos dónde estábamos”, contó Rodríguez. “Pero vimos que las demás inscripciones estaban tapadas con pintura blanca y descubrimos que del mismo color decía Triple A”, dijo sobre la fuerza paramilitar que comenzó las desapariciones forzadas. Farina afirmó que cuando subió no estaban todas las inscripciones tapadas.
La Comisión de Derechos Humanos, creada en 2008 por una resolución de la UBA, impulsó que el altillo sea un Espacio de la Memoria y “convocó a Carolina Smith, restauradora de la ex ESMA, para hacer los trabajos de conservación”, detalla Micaela Bravo, estudiante, integrante del FANA y partícipe de la Comisión de DD.HH. “El altillo es una manera de mantenerlos vivos y seguir construyendo la memoria”, dijo Bravo. Rush cuenta que el espacio es abierto al público y para acceder hay que enviar un mail a [email protected].