La gran urbe de Buenos Aires enfrenta serios problemas ambientales que van desde el calentamiento global, cuyos efectos se agudizan en la Ciudad por la falta de espacios verdes acorde con su densidad de población. A esto se suman diversas plagas animales que ven facilitada su reproducción en la proliferación de basura, incluyendo los cacharros con agua estancada que albergan mosquitos vectores del dengue. Y, claro, diversos roedores.
Para atacar en forma simultánea todos estos temas es posible diseñar intervenciones “pequeñas”, pero efectivas, capaces de aportar una mejora a la calidad de vida en el corto plazo. Esa es la idea central que propuso la arquitecta y urbanista Nidia de Livingston.
“Según los registros de las autoridades de CABA, en este momento existen unos 2.800 terrenos baldíos que permanecen en estado de abandono. Muchos acumulan basura desde hace años”, le explicó a PERFIL Livingston. Esta experta propone un aporte para los temas ambientales mencionados que, además, es de bajo costo y rápida implementación. “El gobierno de la Ciudad puede firmar convenios con los propietarios de muchos de estos terrenos que están desocupados desde hace décadas, para utilizarlos. Sabemos que se pueden reciclar de diversas maneras, por ejemplo, creando pequeñas plazas y parques conocidos como “de bolsillo”.
Según la experta, este tipo de uso de espacios en estado de abandono se ejecuta hace ya décadas en diversas ciudades de Europa y EE.UU. “Se los conoce como “playgrounds” o “pocket parks” y pueden ser un aporte para mejorar los problemas de falta de espacios verdes que reducen la temperatura ambiental de la “isla de calor” provocada por los edificios y facilitan la mejor circulación de aire en muchos barrios”. Vale recordar que las cifras de disponibilidad de metros cuadrados de “verde” de uso ciudadano en Buenos Aires está muy por debajo de las recomendaciones internacionales y que los “bosques” –además– están muy mal distribuidos, con injustas diferencias barriales. Pero además, la limpieza y puesta en valor de estos baldíos implica un “descacharreo” significativo, lo que disminuiría las poblaciones de mosquitos vectores de patologías como el dengue y el Chikungunya.
Estas experiencias no solo han funcionado en el primer mundo. Según la experta, también se han llevado a cabo en Chile y en Colombia (los “parques de bolsillo”). Y localmente en Rosario. “Por eso creo que también se puede en Buenos Aires, donde ya hay leyes que podrían darles marco legal y financiero a estas transformaciones”, dijo Livingston. “Sin embargo, esas normas –aseguró– no están siendo usadas por las autoridades”.
Un ejemplo que propuso desde su estudio es el de una escuela del barrio de La Paternal. “En las calles Juan Agustín García y Espinosa funciona la Escuela Provincia de Mendoza, un edificio de más de 80 años que no tiene patio al aire libre. Pero al lado hay un terreno baldío que hace ya tres décadas que no se usa. Muchos vecinos propusieron que la municipalidad lo intervenga y arme una una plaza que, en horario de clases, funcione como patio escolar. Pero el proyecto no prosperó”.