El Museo Nacional de Bellas Artes guarda las colecciones artísticas más importantes del país. Desde Sívori y Xul Solar, hasta Monet y Picasso, los grandes artistas nacionales e internacionales se exhiben allí. El año pasado, se reinaguraron las salas del primer piso, y hace poco el gobierno nacional anunció su intención de expandirlo a los terrenos donde actualmente funciona la Televisión Pública (ver aparte).
Es que, desde sus inicios, la colección fue creciendo al punto que hoy se guardan allí más de 12 mil obras, de las cuales sólo se exhiben cerca de 1.200. El resto están guardadas en la reserva, distribuida a lo largo de todo el edificio, en cinco salas que PERFIL recorrió para conocer cómo es el detrás de escena del museo. Así, desde las áreas de documentación y registro, fotografía, restauración e investigación, hasta la dirección artística, hay un trabajo conjunto para preservar, documentar, investigar y restaurar cada una de las obras.
En el hall de entrada, un retrato de Jorge Luis Borges recibe a los visitantes, que luego en el primer piso acceden a las obras de arte nacionales e internacionales del siglo XX. Pero lo que no ven es que allí también, detrás de una pared, está una de las reservas, donde se guardan las obras de gran tamaño, colgadas en racks de tipo industrial, tapadas con lienzos donde está el nombre de la obra y el número de identificación, que permite acceder rápidamente a toda su información. “Todas las obras del museo son patrimonio nacional de los argentinos, por eso se lo cuida con una gran responsabilidad. La reserva es un ambiente preservado”, explica María Inés Stefanolo, directora artística del museo.
Dónde se ubica cada obra tiene que ver con el volumen y con sus características; así, se controla desde la temperatura, iluminación y humedad que necesitan, hasta los tamaños y espacios. Es que las esculturas de mármol no pueden estar con las pinturas, y mientras algunas obras necesitan estar colgadas, otras deben colocarse horizontalmente.
Casi como si se tratara de un museo subterráneo, en el subsuelo está la reserva “madre”, donde se encuentra la mayor cantidad de obras, también ubicadas en racks y a lo largo de varias filas. Otras se guardan directamente en muebles y cajoneras a medida, que permiten archivar hasta cincuenta dibujos, grabados o fotografías sin marco; y otros, acondicionados para las obras de alfarería y arte precolombino. El año pasado se instaló en dos de las reservas un control inteligente, que permite autorregular la temperatura y la humedad, y hacer un seguimiento desde una pantalla, sin tener que entrar.
Backstage. “En el museo hay mucha gente dedicada a la conservación de las obras”, rescatan quienes forman parte de esos equipos que están detrás de escena en un trabajo conjunto que involucra áreas como documentación y registro, investigación, restauración.
“Nuestra misión es estudiar y sentar las bases científicas de la colección, tanto de las obras exhibidas como de la reserva; para conocer su procedencia, historia, autores, hasta las hipótesis si se trata de una obra anónima”, explica Florencia Galesio, jefa del sector de investigación. Los lunes, cuando el museo cierra, el equipo de restauración recorre las salas limpiando el polvo de las obras y los marcos, además de la tarea preventiva que ya realizan, controlando las condiciones de luz y clima, y a los trabajos específicos sobre las obras en el taller, cuando lo requieren.
En documentación y registro, en tanto, se guarda en carpetas toda la información referida a cada una de las obras: su llegada al museo, si se presta o se mueve por una exposición temporal. Allí hay cartas entre Eduardo Schiaffino, primer director del museo, y Rodin, por ejemplo. O de las primeras donaciones que se hicieron a comienzos del 1900. “Entender quién donó la obra al museo es mágico, es como meterte en el túnel del tiempo”, dice Paula Casajús, responsable del área. Todo el archivo se va digitalizando y subiendo a la web. Gracias a eso, en 2005 se recuperaron tres obras que se habían robado en 1980. Allí también está el taller fotográfico donde, además de registrar cada obra que ingresa, se hacen radiografías que permiten descubrir secretos de las obras: desde intenciones del artista, arrepentimientos y repinturas, hasta la densidad de la capa pictórica.
Proyecto de ampliación
En diciembre, el Museo de Bellas Artes cumple 120 años desde su fundación. Su primer director fue Eduardo Schiaffino, y su primera sede, las actuales Galerías Pacífico, en Florida y Córdoba. Luego, se trasladó a la plaza San Martín, y en la década del 30 se instaló en la sede actual, una antigua casona acondicionada por el arquitecto Alejandro Bustillo, y donde antes se guardaban las bombas de Obras Sanitarias.
Desde entonces, el tamaño de la colección fue creciendo al punto que las 42 salas que tiene no alcanzan para exhibir gran parte de las obras que se guardan en la reserva. Y los talleres de restauración y registro, por la magnitud de la colección, también necesitan más espacio. Por eso, hace años se habla de una posible expansión, y hace poco, el presidente Mauricio Macri y el ministro de Cultura, Pablo Avelluto, hicieron referencia al proyecto, que buscaría expandirlo al edificio de la Televisión Pública, sobre Figueroa Alcorta.