SOCIEDAD
un oficio que representa el espíritu de la porteñidad

El maestro fileteador que restaura metegoles con un arte que no quiere quedar en el olvido

En Buenos Aires hay lugares que adoptan el fileteado porteño como una estética que los identifica. Se ve en bares, parrillas, bodegones y hasta librerías. Darío Rego rescata este arte tradicional en los clásicos metegoles. Filetea todo el metegol: desde las patas, los arcos, la chapa o la madera del piso (el verde césped), y realiza dibujos alegóricos a los equipos que “disputan el partido”. Y en algunos casos, reproduce hasta la instalación eléctrica. De Lionel Messi a Diego Maradona. Y de Ricardo Bochini a Juan Román Riquelme.

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Mundial. La imagen de Ricardo Bochini, símbolo de la historia de Independiente, con la clásica camiseta roja se destaca en el metegol de Independiente, una de las obras de Rego. | Sergio Piemonte

Si las callecitas de Buenos Aires tienen ese no sé qué, el filete no le va en saga y se erige como uno de los emblemas culturales que mejor representa el espíritu de la porteñidad, junto al tango, los bares notables y los colectivos, por citar solo algunos de ellos.

Bajo esta premisa, Darío Rego (@filetesdariorego) no solo se posiciona como uno de los referentes actuales del fileteado porteño, el cual viene desarrollando desde hace más de una década pintando chapas, carteles, micros, y estandartes de murgas porteñas, entre otros obras, sino que logró conjugar en su trabajo artístico otra de sus pasiones: la colección e intervención de metegoles de todas las épocas.

En su taller del Mercado de Pulgas de Colegiales (Enrique Martínez 50. Local 7) Rego contó a PERFIL que desde chico es fanático de los metegoles. “Cuando me metí en este rubro siempre pensé en intervenir uno”, explicó. Junto a sus pinceles, lápices, tarros de pinturas, atriles, y bocetos, también se pueden ver diferentes modelos de metegoles de metal, madera y hasta los viejos metegoles de plástico con teclas, que movían a los jugadores de forma semicircular. “Tenía uno así en casa con el que jugaba con mis hermanos todo el día. Después de años volví a conseguir uno”, puntualizó el artista porteño.

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Filetes - Dario Rego

Mientras muestra con orgullo un minimetegol marca Estadio de los años 60, su favorito, Rego explica que el primer metegol que restauró e intervino fue uno que encontró en la calle, camino a su taller. “Lo pinté con los colores de Vélez Sarsfield (club del que es hincha) y Nueva Chicago (club del que es hincha su esposa). Lo llevé a una muestra de fileteadores y tuve muy buena aceptación”, recordó. “Después, cuando lo llevé al taller, la gente no dejaba de preguntarme el precio hasta que un día me decidí y lo vendí; fue la señal que necesitaba”, agregó Rego.  

Decidido a intervenir metegoles, pero sin perder de vista sus trabajos habituales de fileteador, un amigo encontró otro metegol en la calle y no dudó en llevárselo. “Fue como caído del cielo ya que un cliente me había pedido uno. Era marca Estadio, de los grandes, de metal. Lo restauré con piezas originales, lo pinté con los colores de Rosario Central y el cliente se lo llevó a la ciudad santafesina”, relató Darío, mientras sacaba de la vitrina los autitos, camionetas y colectivos a escala, intervenidos con su arte.  

En sus trabajos, Rego filetea todo el metegol. Desde las patas, los arcos, la chapa o madera del piso –el verde césped–, además de realizar dibujos alegóricos a los equipos que “disputan el partido” y, en algunos casos, hasta la instalación eléctrica. En el caso de Rosario Central, por ejemplo, tiene imágenes de Rucucu (Alberto Olmedo), y Fito Páez. Mientras que en un juego de Newell’s Old Boys aparecen Lionel Messi, Diego Maradona, y Mario Zanabria. En los de Independiente, Ricardo Bochini y Daniel Bertoni. Mientras que en los de Boca, Carlos Bianchi, Carlitos Tevez, y Juan Román Riquelme, como no podía ser de otra manera.

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En la pandemia los metegoles me salvaron ya que tenía el taller cerrado. En esa época, también me ayudó hacer trabajos en líneas de colectivos”, reveló Darío.

En este caso, su llegada a los colectivos fue el paso natural tras haber fileteado micros escolares. “Al primer micro escolar que pinté le hice un fileteado de 15 metros de largo al corte (límite entre los colores naranja y blanco, característicos de estos transportes). Cuando lo terminé parecía un electrocardiograma. Me quería morir”, recordó. “Así y todo, el dueño del micro me contactó con otros propietarios hasta llegar a los colectivos de línea. El boca a boca fue fundamental”, aseguró el artista, criado en Villa Devoto.

Luego de esa primera experiencia, llegó el turno de la línea 152, que une Olivos con La Boca. “Para hacer el fileteado viajaba en bicicleta desde Mataderos hasta Olivos por la General Paz”, afirmó. Luego hizo trabajos en la línea 39, que va desde Chacarita hasta La Boca. “Hice fileteados en los internos 81; en el 78, que es el que homenajea a Carlitos Balá, y en el 37”,  completó.  

Filetes - Dario Rego

Consultado sobre lo que opina del fileteado porteño, Rego no dudó en afirmar que el oficio “forma parte de la sociedad desde que se pintó el primer carro, hace más de cien años, y se mantuvo a través del tiempo”. “Con el correr de los años la sociedad le fue sumando su propia impronta, al punto que lo convirtió en el arte visual que lo representa”, señaló. 

Por último, y antes de las fotos, Rego afirmó que “el fileteado es una identificación popular; es parte de todos”.

Patrimonio urbano. El fileteado nació en la Ciudad de Buenos Aires hacia fines del siglo XIX, en un contexto de transformación del país y de gran inmigración europea. Los inmigrantes traían diversos elementos artísticos que se combinaron con el acervo criollo, creando un estilo argentino.

El filete surgió como un ornamento para embellecer carros de tracción animal que transportaban alimentos, pasando después a la decoración de camiones y colectivos. Entre ellos era frecuente encontrar frases tomadas del refranero popular sobre el trabajo, el esfuerzo, la vida y el destino, muchas veces con humor.

Los fileteadores identifican al filete como un patrimonio que por permanecer al margen de las instituciones académicas y practicarse como un oficio, es considerado un “arte popular”, y se transmitió de maestro a aprendiz.  

Aunque aquella forma de aprendizaje continúa, a partir de mediados de la década de 1970 reconocidos maestros fileteadores también lo enseñan dando clases, y a partir de 1990 se comenzaron a dictar cursos fomentando la práctica del filete porteño.   

Entre los maestros fileteadores más destacados figuran León Untroib y Martiniano Arce.