Hacía cuatro años que la enfermera Elizabeth Julia Di Legge (47) vivía un infierno. Se quería separar, dejar su casa y cambiar de vida, pero desgraciadamente no logró salir de un laberinto familiar enfermizo y su extraña muerte ahora deja más preguntas que respuestas.
Di Legge había desaparecido el domingo pasado en la localidad bonaerense de González Catán, partido de La Matanza, y este lunes 1° de agosto fue encontrada sin vida en un galpón de su casa ubicada en las calles Larre y Conde, en el sudoeste del Conurbano bonaerense.
Lo primero que llamó la atención de los investigadores es que la mujer tenía colocada una sonda y una aguja de jeringa en su brazo. En el domicilio, donde Elizabeth vivía con su pareja, Silvio Espíndola (44), y sus tres hijos, hallaron varias ampollas de sedantes como propofol, atracurio, fentanilo y midazolam.
El informe preliminar de autopsia reveló que el cuerpo no presentaba lesiones visibles y que la muerte se produjo por "depresión respiratoria". En 15 días aproximadamente podrían estar listos los estudios complementarios que servirán para determinar si las sustancias secuestradas en la casa también estaban en el cuerpo de la mujer.
Por lo pronto, las dudas que presentaba la escena, los distintos testimonios que hablan de un historial de violencia de género y algunas contradicciones en la versión del marido de la enfermera, llevaron a que el fiscal Federico Medone, a cargo de la investigación, ordenara la detención de su pareja, que también se desempeñaba como enfermero en el Hospital Churruca.
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Si bien nadie descarta nada, los pesquisas trabajan sobre dos hipótesis concretas: femicidio o suicidio. En el primero de los escenarios creen que el acusado podría haberle inyectado alguna sustancia contra su voluntad.
El propio acusado, en un breve contacto con el canal de noticias TN, también habló de suicidio. Espíndola fue el que denunció la desaparición de su mujer el sábado 30 de julio pasado, luego de que el día anterior no se presentara a trabajar.
Según su versión, en la noche del jueves mantuvieron una discusión que él mismo minimizó: "Ni siquiera hubo gritos; fue una discusión que la tuvimos en la cama y después ambos nos dormimos", explicó.
Las personas más cercanas de Elizabeth, en cambio, coinciden en que la víctima sufría violencia de género desde hace cuatro años, pero también reconocen que estaba deprimida, y recuerdan dos episodios en los que habría intentado quitarse la vida.
Los testigos describieron a Espíndola como una persona violenta y apuntaron que la obligaba a mantener relaciones sexuales, y que por esa razón ella siempre intentaba irse a dormir con su hijo más chico.
Una amiga, incluso, contó que la enfermera le dijo que quería irse de su casa pero que no podía salir porque no le alcanzaba la plata para vivir en otro lado.
LN