Chimpay, Río Negro - Valeria Herrera, la joven de 31 años en cuyo cuerpo se produjo la curación de un cáncer de útero que permitió que hoy Ceferino Namuncurá sea consagrado como el primer beato indígena de la Iglesia Católica, dijo que no se siente una "elegida" pero asume la responsabilidad de ser portadora de un mensaje de esperanza y fe.
Hace ocho años, Valeria Herrera cordobesa de nacimiento, recién casada con Joseph, un muchacho nacido en Costa de Marfil, Africa, -en donde ambos habían coincidido en una misión católica- perdió un embarazo y el diagnóstico médico fue contundente: cáncer de útero.
"Esa misma noche, mientras lloraba con desesperanza, encontré junto a mi cama una revista con la historia de Ceferino, leí que tenía 19 años cuando murió y yo en ese tiempo tenía 24, que él era indio mientras yo había trabajado entre los indígenas en el norte de mi país y en Africa, sentí una fuerte identificación y decidí pedirle que me curara", relató Valeria a periodistas de todo el país y el mundo que se encuentran en Chimpay, donde mañana el mapuche será beatificado.
Su testimonio conmovió cuando dijo: "Tenía escasa posibilidad de cura según los médicos; eso era un viernes y el lunes debía presentarme en un hospital de la ciudad de Córdoba para iniciar un urgente tratamiento de radioterapia".
"En ese fin de semana recé y le pedí a Ceferino, a quien siempre admiraba desde chica por su rostro de paz. El lunes cuando volví al hospital ya no había rastros de los tumores", contó la mujer, siempre tomada de la mano de su esposo Joseph.
El caso nunca tuvo explicación para los médicos cordobeses, fue llevado a Roma a la comisión pro beatificación de Ceferino y se lo analizó durante mucho tiempo, hasta que a mediados de 2006 se produjo el dictamen final: para la Iglesia se trató de un milagro.
Valeria, menuda y de voz suave, respondió con claridad a las preguntas de los periodistas y se sonrió cuando dijo: "Estar ahora en Chimpay es como venir a conocer personalmente a un amigo que conozco hace mucho por correspondencia".
Pero advirtió, ante cualquier interpretación que pretenda una promoción con fines comerciales que "a mí se me dio la vida de nuevo, así que no puedo permitirme estar al servicio de la pavada".
La curación significó, además, la posibilidad de que Valeria tuviera tres hijos, el primero de ellos apenas un año y medio después de aquel diagnóstico médico, y hoy la familia vive en Alta Gracia, Córdoba.
Fuente: Télam