Donde antes se amontonaban pilas de containers abandonados y herrumbrados, ahora se ven edificios de planta baja y dos pisos que albergan departamentos recién estrenados. Se trata del nuevo sector de la Villa 31 Bis, denominado Containera, que construyó el gobierno porteño para trasladar a los vecinos del Barrio Cristo Obrero que, a raíz de la nueva traza de la autopista Illia, debieron dejar sus casas. En esta primera etapa, que comenzó hace cinco meses, ya se instalaron unas cuarenta familias.
El plan de relocalización se completa con una nueva serie de edificios que se están construyendo justo enfrente. También son de planta baja y dos pisos, y allí se ubicarán otras ochenta familias que también vivían en el barrio que ahora será atravesado por la nueva traza. En este marco, desde mañana la bajada de Libertador de la actual autopista Illia será cerrada definitivamente.
Una recorrida de PERFIL por la zona permitió constatar de primera mano cómo son las unidades entregadas a los vecinos. Los departamentos son de dos y tres dormitorios, con baños completos y un amplio living donde también se encuentra la cocina. Las unidades de planta baja cuentan con patios traseros al aire libre y un espacio en la entrada que puede ser utilizado como comercio, mientras que los del primero y el segundo piso cuentan con balcones al frente. Las fachadas de los edificios y las barandas de las escaleras están enrejadas. La calefacción y la energía son generadas a partir de paneles solares instalados en el techo de los edificios.
Romina Cardozo tiene cuatro hijos y junto a su esposo, Milder, viven desde noviembre en el Núcleo 1 de Containera.“Estamos muy conformes con el lugar y con la seguridad que tienen los chicos para jugar en las veredas. No pasan motos. No imaginábamos que iba a ser así de grande y luminoso el departamento. Los chicos tienen sus habitaciones”, describe la joven. Si bien la mayoría de los nuevos vecinos están conformes con el espacio que se les asignó en el nuevo sector de la Villa 31, otros se quejan: algunos reclaman por las filtraciones, el uso de placas de yeso en las paredes, o porque saltan las llaves térmicas de electricidad. Y también porque no pueden desarrollar sus actividades comerciales de la misma forma en que lo hacían antes de la mudanza.
Teodoro Aquino es herrero, y tiene algunos reparos sobre la reubicación: “Si bien destaco la intención del Gobierno, noto algunos problemas en la construcción, que espero se resuelvan pronto”, señala el vecino de 51 años, que afirma que no tiene un lugar apropiado para trabajar. “Me dieron un container en el que me robaron las herramientas. Por lo tanto, tengo que trabajar bajo la escalera hasta que me consigan un nuevo local”, asegura Aquino, mientras las chispas de su amoladora iluminan el sector. “En este proceso, muchas familias perdieron gran parte de la clientela que tenían en sus actividades comerciales, porque el sector del barrio donde las mudaron está cercado y hay una sola vía de acceso a las viviendas”, dice Sandra Inés Sánchez, del Observatorio del Derecho a la Ciudad.
“Hay oficios, como el de herrero o una parrilla, por ejemplo, que son incompatibles con un área residencial. Los locales fueron contemplados en el traslado. Hay que tener en cuenta que todo proceso de integración implica nuevas reglas, los planes de reurbanización tienden a mejorar los espacios y no se pueden reproducir situaciones anteriores”, señala Belén Barreto, coordinadora de la Secretaría de Integración Social y Urbana de la Villa 31.
“Yo pude instalar mi lavadero de ropa frente al departamento que me dieron, pero tengo algunos problemas de filtraciones. Aunque no trabajo lo mismo que en el otro barrio, espero que repunte cuando venga más gente a vivir acá”, dice Paulina Colman. “La Secretaría nos dio un año de garantía por cualquier problema. Ya reclamé, espero que vengan pronto”, concluye.