Con la llegada de las altas temperaturas, las piscinas vuelven a ocupar un lugar central en patios y jardines. Sin embargo, el inicio de la temporada también expone problemas que muchas veces permanecieron ocultos durante el invierno: pérdidas de agua difíciles de detectar, fisuras incipientes, desprendimientos de revestimiento y manchas de humedad en muros cercanos.
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Aunque suele atribuirse este tipo de daños a “fallas estructurales” de la pileta, especialistas en impermeabilización y patología de la construcción coinciden en que gran parte de los problemas se originan en malos hábitos de uso y mantenimiento, combinados con errores de obra previos que se agravan con el calor y el uso intensivo.

Llenarla sin una revisión previa
Uno de los errores más frecuentes es volver a llenar la piscina sin realizar una inspección visual detallada. Pequeños desprendimientos, juntas abiertas o fisuras que pasaron desapercibidas en seco pueden transformarse en filtraciones apenas entran en contacto con el agua. En muchos casos, las pérdidas no son inmediatas ni evidentes, sino progresivas, lo que retrasa su detección y agrava el daño.
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Dejar la piscina vacía bajo el sol extremo
El vaso de la piscina está diseñado para trabajar en inmersión. Cuando permanece vacío durante jornadas de calor intenso —con temperaturas que superan los 30 o 40 grados—, se producen choques térmicos que generan microfisuras y tensiones en el revestimiento. Estas alteraciones, invisibles al principio, pueden derivar en desprendimientos o filtraciones una vez que la pileta vuelve a llenarse.
Usar productos de limpieza inadecuados
La limpieza es clave para el mantenimiento, pero el uso de productos abrasivos o químicos no compatibles con superficies en inmersión puede deteriorar pastinas, adhesivos y capas impermeables. El daño no siempre se manifiesta de forma inmediata: muchas veces debilita el sistema de colocación y favorece filtraciones que aparecen semanas o meses después.

Descuidar juntas y accesorios
Skimmers, boquillas, luminarias, bordes perimetrales y líneas de flotación concentran gran parte de las filtraciones. Con el calor, las juntas se resecan, pierden elasticidad o se retraen, permitiendo el paso del agua hacia zonas no visibles. Este fenómeno suele manifestarse en forma de humedad en muros linderos, zócalos oscurecidos o manchas persistentes.
Confundir pérdidas con evaporación
Durante el verano, la evaporación aumenta, pero no toda baja de nivel responde a este fenómeno. Fugas en cañerías, bombas o accesorios hidráulicos pueden pasar inadvertidas y generar pérdidas continuas de agua. En viviendas con piscinas próximas a la estructura, estas fallas suelen derivar en problemas de humedad interior.
Cuando el problema es la obra
A los errores de uso se suman fallas constructivas que se evidencian al inicio de la temporada. Entre las patologías más habituales se encuentran el desprendimiento de revestimientos, la pérdida de adherencia de venecitas, fisuras en el vaso y sellados deficientes. Por eso, los especialistas recomiendan una inspección previa, que incluya observación minuciosa y percusión manual para detectar huecos antes de llenar la piscina.
La elección de los materiales y del sistema de colocación también es determinante. Adhesivos aptos para inmersión, pastinas de altas prestaciones y procesos de curado correctos prolongan la vida útil del revestimiento y reducen el riesgo de fallas prematuras. Desde el sector técnico de empresas especializadas en químicos para la construcción, como Mapei, destacan que estos sistemas están diseñados para absorber pequeños movimientos del vaso y sostener la adherencia incluso en inmersión prolongada.
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Las señales de alerta en la vivienda
Manchas de humedad, eflorescencias, olor a encierro, ampollamiento de pintura o zócalos oscurecidos son indicadores tempranos de filtraciones. En exteriores, la pérdida de color, las fisuras verticales y los desprendimientos también funcionan como señales de advertencia que no conviene ignorar.
Prevención antes que reparación
Con temperaturas extremas, mayor evaporación y un uso intensivo, el verano es el momento en que todos estos errores salen a la luz. Un diagnóstico temprano, el uso de sistemas compatibles y la aplicación por personal capacitado permiten evitar desprendimientos, pérdidas constantes de agua y problemas de humedad que terminan comprometiendo tanto la piscina como la vivienda.
La prevención, coinciden los especialistas, sigue siendo la estrategia más efectiva y económica para garantizar la durabilidad de una pileta y disfrutarla sin sorpresas durante toda la temporada.
LV / EM