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informe mundial 2019

El problema de las drogas

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El 26 de junio se conmemoró el Día Internacional de la Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas, y la ONU presentó una nueva edición del Informe Mundial de Drogas 2019, que consigna que el problema de las drogas está en un punto histórico crítico, y es uno de los asuntos sociales más gravosos a nivel global, regional y nacional.     

El consumo de drogas –esto es, aquellas sustancias que tienen propiedades psicoactivas que afectan al sistema nervioso central y modifican el pensamiento, el humor, los sentimientos, las sensaciones, las percepciones, las emociones, y el comportamiento del consumidor– no es un asunto específico de nuestro tiempo. En todos los pueblos de la historia, con excepción de los esquimales previo al contacto con el occidental, hubo una fracción usuaria de flora de su hábitat, que extrajo o procesó principios activos contenidos en la misma, para generar efectos estimulantes, sedativos, o alucinógenos en sus consumidores, con fines seculares (vgr. comer menos y trabajar más), hedonistas, medicinales, y/o rituales/religiosos. Entre estos pueblos que usaban el alcohol, el tabaco, el opio, el peyote, las hojas de coca, el cáñamo, y los actuales consumidores de pastillas, polvos, hierbas, o líquidos ocurrió, en sucesivas olas, una “revolución psicoactiva” y con ella, lo que constituye lo propio y específico de nuestro tiempo: el problema de las drogas.

El transporte transoceánico, el comercio colonial y luego internacional, la expansión de las comunicaciones y, fundamentalmente, el avance científico-tecnológico y la industrialización permitieron emplear globalmente plantas con propiedades psicoactivas que originariamente estaban confinadas regionalmente, o sintetizar sus principios activos, y procesarlas de manera tal que se pueda ofrecer una variedad y calidad/potencia de drogas nunca antes vista en la historia, y a precios y en condiciones que permiten el acceso masivo. Tal ha sido la revolución de la oferta.

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Paralelamente, en las sociedades premodernas, mecanismos de “control social informal” –prejuicios, valores, y actitudes individuales; pautas, roles, normas, y tradiciones sociales– regulaban el acceso y uso a las plantas y productos psicoactivos. Prescribían quién, cuándo, y cómo podía emplearlas, y establecía los niveles aceptados de transgresión.

Aquí también distintos cambios sociales modernos diluyeron la capacidad de esos sistemas informales para regular y moldear el uso y acceso a las drogas, por un lado, y motivaron a un número creciente de personas a sentirse predispuestas a experimentar con químicos para alterar su estado normal de conciencia, por otro. Tal la revolución de la demanda.

Hoy estas “psiquis hambrientas” están expuestas a una variedad, accesibilidad y potencia de drogas nunca antes vista en la historia de la humanidad. El problema que surge de ello es que el placer, la espiritualidad y/o la corrección de funciones biopsicológicas que motiva el consumo de psicoactivos se hace a un costo en la salud y el comportamiento del consumidor, que no paga solo él sino también su entorno inmediato y la sociedad en la que vive. Dependiendo de la sustancia, la pauta de consumo, las características del consumidor y de su contexto, el uso de drogas se asocia con mayor nivel de morbimortalidad; costos adicionales del sistema de salud público y privado (emergencias, atención, tratamiento); mayor nivel de enfermedades mentales, infecciosas, suicidios y accidentes; y pérdida de autonomía personal. Incrementa el gasto de programas de prevención y de asistencia social, el déficit en el desempeño escolar y el laboral; afecta el ejercicio positivo de la paternidad; aumenta los casos de abuso infantil, violencia doméstica y la difusión de conductas problemáticas, y la victimización por accidentes y delitos.

Estos daños que se asocian con el uso de drogas sacan su consumo de la esfera privada y lo vuelven un objeto de una política pública, que debe abandonar estereotipos para que la evidencia científica guíe las estrategias e intervenciones para controlar uno de los problemas críticos de nuestro tiempo.

*Politólogo. Especialista en seguridad.