COLUMNISTAS
opinion

Jo sóc de Barcelona

default
default | Cedoc
Vivo desde hace diecisiete años en Barcelona, esta ciudad que vi por primera vez en agosto de 2000, cuando llegué con mi novia de entonces tras haber recorrido Galicia con mis padres y de haber visitado la aldea donde mi papá vivió hasta los diez años: un viaje elegíaco, de iniciación, que terminó cambiando el curso de mi vida.

No tenía mucha idea de lo que era Barcelona y no sabía con qué iba a encontrarme. Era una ciudad prácticamente desconocida para mí, pero, como escribió Horacio Vázquez-Rial, que vivió en Barcelona durante muchos años y se consideraba un barcelonés, “nos señalamos cada uno como como territorio del otro y caí en su amor” y, unos meses después me instalé, como se dice habitualmente, en la ciudad.

Y me encontré con una ciudad cosmopolita y abierta, pero a veces distante y difícil, contradictoria como todas las ciudades, y en la que, menos nacer, creo haber hecho las cosas más importantes de mi vida: aquí planté un árbol, aquí escribí un libro y aquí tuve un hijo, Pau, cuyo nombre significa Paz. También me casé con Laia, catalana, barcelonesa y gracienca desde el nombre hasta los pies e hice muchas otras cosas, cosas que nunca había imaginado que haría y que, en Barcelona, la ciudad de la tolerancia, hice por primera vez.

Esa ciudad de la tolerancia es la que encuentran los miles de turistas que pasan a diario por la puerta de mi casa camino al Parque Güell, en el barrio de La Salut. Gente de todas partes, de todos los países, de todas las condiciones: pasan familias, amigos, estudiantes, novios, parejas, el mundo entero en cámara lenta, en un estado de alegre felicidad por estar en Barcelona.

El viernes, al día siguiente del atentado, en el barrio, un barrio pequeño, de viejas casas de principios del siglo XX, los turistas seguían llegando al Park Güell, pero no era lo mismo de otros días: había en ellos un caminar lento, un silencio ensordecedor y, con el paso de las horas, en esta tierra de acogida, el barrio volvió a ser el de siempre: un barrio repleto de sonido, de colores,  invadido, otra vez, por una amable y paciente masividad.   

*Escritor argentino.