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No se arrepienten de ese amor

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Bailecito. Oreiro baila con Rattazzi en la fiesta “oficial” de IDEA. | Cedoc

Al borde del éxtasis, bailan al compás de la cumbia sin sacarle los ojos de encima a la generadora de semejante excitación y alguno hasta se anima a subir al escenario para intentar acompañarla en la cadencia de sus pasos de baile. Alguien podría argumentar que la presencia estelar de Natalia Oreiro, cantando y bailando los temas de la Gilda súper exitosa en cines, en la fiesta a la que asistieron muchos de los empresarios presentes en el Coloquio de IDEA, fue el único momento de relax y distensión tras maratónicas jornadas donde se debatió qué modelo de país tenemos y queremos. 

Dio sin embargo la sensación de que la Oreiro (y los $ 500 mil que habría costado su presentación) fueron la frutilla del postre de un encuentro donde el empresariado siguió contando algunas penas tras varios años de estancamiento económico y un muy 2016 muy malo, pero derrochó el optimismo más alto en casi dos décadas, según la habitual encuesta interna entre los asistentes a IDEA. 

Semejantes festejos y entusiasmos resultan algo chocantes ante ciertos datos de la realidad –y las dificultades futuras para torcerlos– y las propias quejas empresarias por los problemas que enfrentan. 

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El principal contraste está dado por los datos de hace dos semanas del Indec, que reflejaron que casi 9 millones de personas son pobres en la Argentina (32, 2%) y casi 2 millones son directa - mente indigentes. Para peor, el instituto oficial informó el viernes, mientras se desarrollaba el Coloquio de IDEA, que en los primeros seis meses del año se perdieron casi 120 mil empleos privados en el país.

Achacarles a los empresarios toda la responsabilidad por estas situaciones es propio de ciertos sectores antitodo o de un progresismo muy adaptado y adoptado por el relato K, que no midió con la misma vara a los propios como Báez, Cristóbal, Ferreyra y tantos otros. 

Pero tampoco sería lógico exculparlos. También muchos de ellos no usan la misma vara en sus demandas a las autoridades y a las que se aplican a sí mismos. En el tema corrupción, por ejemplo. O en el uso de los dineros públicos. 

O en apostar por el país y su gente. O en la generación de puestos de trabajo, remunerado como corresponde, claro. La inmensa mayoría de estos empresarios no ha hecho tampoco alguna autocrítica al rol que tuvieron durante los últimos doce años. Se dividieron entre los que apoyaron, dejaron hacer, obedecieron o resistieron. Algunos pasaron por diferentes estados según los tiempos. Casi todos hicieron buenos negocios. 

Mauricio Macri, que viene de ese riñón, simbolizaba a “uno de ellos” en lo alto del poder. Quién mejor, entonces, para estimularlos, para que se animen. Esta vez sí. Sin embargo, el Presidente cada tanto los reta y desafía en público, mientras los defenestra en privado. Y ensalza a los emprendedores, en especial a los tecnológicos, como otra cara de la moneda aunque algunos de ellos repitan ciertas prácticas, como lo demostrarían ciertos monitoreos de la AFIP de los cuales PERFIL ya ha informado. 

En IDEA, Macri volvió a hacer gala de su tensa relación con sectores del empresariado, al no mencionar nunca la palabra “industria” en su exposición ante el coloquio. Distinto gesto adoptó su ministro de la Producción, Francisco ‘Pancho’ Cabrera, que rescató que las empresas suspendieran personal en vez de despedirlo. 

Habrá que ver si en los hombres de negocios caló algún concepto del picante panel social del viernes. Allí, la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, sentenció que “este país no puede crecer con un 32% de pobreza”. Y el sacerdote jesuita Rodrigo Zarazaga, que estudia en Harvard las redes clientelares nac & pop, les desarmó todas sus verdades reveladas: “No les hablo con el corazón, les hablo con la billetera. Podremos seguir viviendo en countries y pagando seguridad, pero eso no está funcionando (...) Nosotros, el tercio que está arriba, nos tenemos que hacer cargo del tercio que está abajo”. 
Acaso estas actitudes que no se revisan y que se repiten en nuevas demandas (“mayor competitividad”, “reforma laboral”, etc.) expliquen el piso de reputación del que gozan los empresarios, como muestra el gráfico. De eso no se sale bailando ni festejando, sino asumiendo desafíos y responsabilidades.