CULTURA
muestra en fundacion osde

Metafísica de un barrio

Inmigrante nacido en Siracusa, Víctor Cúnsolo es un personaje prototípico de La Boca. Formado fuera de los espacios tradicionales del arte, la exposición en Fundación Osde permite apreciar no sólo su trabajo sino el contexto de sus creaciones, fotografías, pinturas y grabados: una geografía plástica pero también sentimental.

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Pliegues en linea. Calle Magallanes (calle de La Boca), 1930, óleo s/cartón (70 x 80 cm); Paisaje de La Rioja, 1937, óleo s/hardboard (69 x 58 cm). | Fundacion Osde
La narradora de “El río elocuente”, un reportaje sobre el Riachuelo que escribió María Sonia Cristoff en 2011, se sienta en el cordón de una vereda del barrio de La Boca y observa: “Es curioso, pero el barrio que creció gracias a los obreros que llegaban de distintas partes del mundo para incorporarse a la variedad de industrias que se fueron asentando allí a partir del siglo XIX y que durante décadas fue, para el resto de la ciudad de Buenos Aires, emblema del trabajo es hoy uno de los más visitados por personas en plan ocioso. Una sola diferencia mencionaré entre las muchas que pueden encontrarse entre ambos grupos: mientras los obreros no sólo miraban el río que bordea el barrio de La Boca sino que tenían sus vidas indefectiblemente ligadas a él por la naturaleza de sus trabajos, los turistas lo ignoran”. En ese ensayo, la escritora pone a su narradora cansada, a merced del olor que despide el curso de agua estancada, a pensar en las historias de ríos, leídas en libros, y en la de ese mismo como “una cuenca que quedó atrapada en una larga historia de políticas ineficaces, empresas voraces y corrupción sistematizada, hasta pasar a ser hoy la más contaminada de Sudamérica.”

Ese mismo río, entonces, ese diminutivo tan sonoro, también fue observado por Víctor Cunsolo (1898-1937), que no era obrero sino pintor y había llegado a los 13 años, desde Sicilia, a la puerta de entrada, al tiempo que a los límites, de la ciudad de Buenos Aires. Este artista señaló en sus cuadros, de la mejor manera, no sólo una forma de ver esas calles, de pintar en los tonos más apagados de la paleta y del alma, de delimitar un circuito ceñido a una economía, material y sentimental, perfecta, sino a ese comienzo que se menciona en el ensayo. Sin embargo, en La Boca de Cunsolo hay aún más.

Por eso Víctor Cunsolo (1898-1937). Una geografía del silencio, la muestra que está en el Espacio de Arte de la Fundación OSDE, curada por María Teresa Constantin, lleva adelante la tarea de organizar el registro pictórico de Cunsolo como quien escribe un tratado. El tema central serán sus obras, pintadas en poco más de una década, su trayectoria intelectual en los grupos de artistas de La Boca y la sociabilidad de esas primeras décadas del siglo pasado.
Para trazar ese mapa, literal e imaginario, se marcaron las fronteras del espacio reducido que Cunsolo transitaba en sus años porteños. Luego se fue a La Rioja y la exhibición sigue ese viaje en las pinturas de esa época.

Asimismo, se derivan otras líneas que fortalecen el entramado estético y simbólico: los grabados, las pinturas y las fotografías de artistas que fueron sus contemporáneos. Tanto para pensar en simultáneo con Cunsolo como para comparar sus pinturas vacías, su aprecio por una geometría en ciernes, con ese mundo del trabajo, colorido; por momentos, idealizado, y por otros, bestial y bárbaro como en Recuerdos del arrabal de Manuel Gálvez y en las imágenes de Bellocq que ilustran ese volumen. Unas vitrinas exhiben Gráfica del anarquismo del archivo de CeDinCi que enmarcan y profundizan las producciones de esos mismos años.

A su vez, la muestra sale de sus propios límites y permite seguir con Cunsolo en la actualidad. Por ejemplo, de la forma que lo hace la misma Cristoff en el artículo, cuando en esas calles es difícil ver todo aquello que estuvo en algún tiempo: “Cuesta mucho asociar esta versión con la representación austera de esta misma calle que hizo en uno de sus cuadros más célebres Víctor Cunsolo, integrante del grupo Pintores de La Boca, que tanto influyó en la construcción de la identidad del barrio. Siento un vahído de desesperación, no sé si por haber invocado la traza metafísica adscripta a Cunsolo o por la potencia del sol y del ruido, pero no sólo no quiero moverme de acá, no quiero dejar de observar cuáles son las estrategias que hacen que los turistas ignoren el río que está ahí nomás, a sus espaldas. Y que se hace notar: desde mi cordón de la vereda puedo sentir, a pesar de las mesas plagadas de carnes asadas, las ráfagas de su olor pútrido.”