OPINIóN
43 años del Golpe

Del 24 de marzo al 10 de diciembre

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Dictadura y democracia. | Cedoc

Hay que mirar al pasado para no repetir los errores en el futuro, dicta el sentido común. Sin embargo, los que nos dedicamos profesionalmente a la historia solemos tener una idea diferente. Consideramos que hay que estudiar el pasado para entender qué sucedió y explicarlo a partir de su contexto y dentro de sus propias lógicas, con el convencimiento de que la historia no se repite y el futuro es indeterminado.

La Argentina es un país que parece no aprender de sus errores. Las sucesivas crisis económicas y políticas son la muestra que convierte esta premisa en evidente. Sin embargo, pese a nuestra tendencia, hemos llegado a un aprendizaje fundamental, a contrapelo de lo que caracterizó a nuestro siglo XX. En la actualidad, de forma absolutamente mayoritaria, se valora la democracia y se la aprecia como la única forma política aceptable, aun sin negar todos sus defectos. 

La monstruosidad de la última dictadura militar fue muy pedagógica y aún más lo fue el modo en el que se consagró la democracia en los primeros años de la transición. El alfonsinismo fracasó en su ambición de ser un buen gobierno pero dejó un legado que se muestra, incluso, más importante: todo dentro de la democracia, nada por fuera de la democracia. 

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La fecha del 24 de marzo se nos hace presente al comienzo de cada otoño. Nos sirve para recordar los violentos años setentas y las terribles consecuencias de tomar las armas, tanto para alcanzar la revolución socialista como para procurar la reorganización nacional. La falta de libertad de expresión y la prohibición de los derechos de reunión y de organización forman parte de un pasado cada vez más lejano, del cual la mayoría de los argentinos no tiene recuerdos en primera persona.

En este contexto y en esta fecha surge cada vez de forma más potente la necesidad de celebrar la democracia y dedicarle un día, como lo tiene para su recordación la última dictadura. Mantengamos el 24 de marzo para no olvidar
nuestra tragedia pero sumemos un festejo, el del 10 de diciembre.
Porque, como decíamos, el pasado no se repite, ni siquiera como farsa o como tragedia. La democracia es un piso mínimo, que costosamente supimos construir.

Nuestros esfuerzos tienen que estar puestos entonces en pensar y repensar esta democracia, para que no se defina simplemente como ausencia de autoritarismo.

*Doctora en Historia