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Víctor Schillaci rompe el silencio y cuenta su verdad sobre la Triple Fuga

Uno de los condenados por el Triple crimen aportó información a la jueza Servini de Cubría por el escape. La versión de la emboscada.

Victor Schilachi, uno de los prófugos recapturados.
| Cedoc

"No teníamos adónde ir y sin saber qué hacer, porque nos andaban buscando para matarnos el grupo que nos sacó", le explicó Víctor Schillaci a la jueza Servini de Cubría que investiga el tráfico de efedrina y sus ramificaciones con el poder político. Schillaci fue protagonista de la fuga que convulsionó el inicio del año y de la gestión de la gobernadora María Eugenia Vidal. En el escrito, el condenado no hizo referencia al salvaje tiroteo que protagonizaron con efectivos de la Policía Bonaerense.

El 11 de enero de 2016, el raid delictivo que mantuvo en vilo al país, llegó a su fin. Schillaci, uno de los tres condenados por el triple Crimen de General Rodríguez habló sobre la trama del escape.

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Detenido actualmente en el Complejo Penitenciario Federal I de Ezeiza, se encuentra alojado en una celda aislada del resto de la población carcelaria. Sólo recibió hasta ahora visitas de su pareja, Mónica Silva.

Después de difundirse en los medios el video de la fallida negociación con el supuesto abogado Antonio Solivaret, acusado de ser un enviado de Aníbal Fernández para lograr la retractación de Martín Lanatta, que había acusado al exfuncionario de ser el jefe del tráfico de la efedrina, la tensión alcanzó un punto límite. Según el escrito al que accedió Perfil.com, dos agentes penitenciarios, según Schillaci, llamados Jorge Bolo y Juan Guevara, intentaron la retractación de los tres condenados y que limpiasen el nombre de Aníbal Fernández, a través de la filmación de un video donde se despegue al ex jefe de gabinete e inculpar a la gobernadora Vidal y a Cambiemos de haber pagado para perjudicarlo en su campaña a Gobernador. De no aceptar, serían enviados a un pabellón de presos comunes y asesinados por barras bravas de Quilmes. El video se realizaría fuera del penal para que ellos tengan las garantías que iban a cumplir en liberarlos. Posteriormente debían desaparecer cada uno por su cuenta.

La fuga. Bolo era el encargado de explicarles que la evasión sería sencilla: armarían tres armas de madera que servirían para reducir al guardia y que él mismo tendría en su poder las llaves del Fiat 128 que estaba en la playa de estacionamiento del penal. La llave de su celda abría todas las demás, por lo que no sería un problema vulnerar el resto de las puertas. La acción debía iniciarse el domingo a las 2 de la madrugada, hora en que uno de los agentes, César Tolosa, se retiraba. En el camino de huida, encontrarían una bomba de extracción de agua. Ahí les dejarían preparados un alicate, unos precintos y un celular. Con el alicate debían cortar la malla para poder sacar la mano y abrir la puerta desde adentro con la llave.

"El día domingo 27 a las 2 am comenzó el plan conforme a lo acordado, entra el oficial a hacer el recuento y lo reducimos con el arma de utilería, atándolo y teniendo con esa maniobra las llaves del Fiat y las llaves de las puertas del penal. Fuimos avanzando por los pasillos hasta llegar a la bomba en el túnel, donde efectivamente arriba de la misma encontramos el alicate como el celular y precintos. Intentamos cortar la malla pero fue imposible, por lo que comenzamos a hacer ruido hasta que se acercó un guardia y abrió la puerta. Ese oficial nos dijo que en el mostrador había una agente penitenciaria, que había que reducir", relata con detalles los primeros minutos de la evasión.

Se trasladaron a la playa de estacionamiento donde ubicaron el Fiat 128 gris. Con el auto se dirigieron al puesto donde se encontraba el último guardia, a quien subieron al vehículo. Una vez que atravesaron el portón, usaron el celular llamando al número agendado por los agentes. Recibieron instrucciones de cómo seguía todo: tenían que ir a un punto de encuentro para cambiar de auto. Al llegar, abandonaron al agente que habían retenido y tomaron una Toyota Hilux con destino a la ruta 205. Pero no estaban a salvo: "Nos estaban esperando un Ford Focus Azul y un Bora blanco. Detrás nuestro llega un Corolla color champagne, descienden dos personas. Martín reconoce al del Corolla como quien había asesinado a los chicos del Triple Crimen, y dijo que eso era una emboscada, que nos iban a matar. Martín ordena que hay que escapar". Comenzó una persecución y tiroteo hasta que los perdieron de vista. Schillaci puntualiza que en el Ford Focus había dos gendarmes. A partir de ese punto, a la deriva. Comenzaron a buscar a familiares y amigos en búsqueda de dinero, a la casa de la exsuegra de Cristian Lanatta, donde robaron la camioneta Kangoo y a la quinta de Marcelo El faraón Meinek, personaje que, en el medio del escándalo de la fuga, aparecía en los canales de televisión por ayudar a los prófugos.

El final. "Terminamos en Santa Fe, nos metimos en una tapera y salíamos caminando hasta el centro para comprar comida. Estuvimos 6 o 7 días en esa tapera, comiendo, durmiendo y escuchando las noticias. Una mañana llegan dos grupos de Gendarmería y escapamos corriendo para el costado del campo para llegar a un molino. Escuchamos un tiroteo entre gendarmes y  corrimos hasta una Partner blanca, dentro de esta camioneta había dos chalecos, y dos pistolas, también un handy por el cual escuchábamos las radios de Gendarmería". Lograron tomar de rehén a un ingeniero que vivía en la zona céntrica de Santa Fe, ir a su vivienda y tener un respiro: bañarse, comer y ver las noticias. Para seguir la huida, armaron la camioneta con plotter verde de Gendarmería. "Manejamos por caminos de tierras, con las luces apagadas para no ser detectados, por esta razón volcamos con una zanja y salimos todos lastimados. Comenzamos a caminar por el campo hasta dar con una casa con dos camionetas". Pero los problemas jamás terminarían: más dificultades con los automóviles, a pie en el campo y con Martín Lanatta herido por el accidente, se separaron. El jefe del grupo ya no podía continuar. Al amanecer, Schillaci y Cristian Lanatta escucharon 5 tiros y pensaron que habían matado a su compañero. Intentaron ocultarse entre los pastizales para evitar ser detectados por el helicóptero que ya sobrevolaba la zona. Cercados y refugiados en el silo de arroz, decidieron entregarse a las fuerzas de seguridad locales, ya que no confiaban en Gendarmería.

Su versión de los hechos, lo que sucedió, por qué y cómo sucedió. La justicia deberá probar la gravedad de su testimonio y revelar qué esconde el poder del tráfico de la efedrina y el narco en nuestro país.

 

(*) Especial para Perfil.com, con la colaboración de Sebastián Turtora.