Si los militares no hubieran tomado el poder en 1955 con la “Revolución Libertadora”, posiblemente los restos de Eva Duarte de Perón estarían descansando hoy en el sarcófago del “Monumento al Descamisado” en plena Recoleta, Ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, la historia no permitió que se concrete uno de los más grandes sueños de Eva.
El cuerpo embalsamado de la ex primera dama de la Nación que luchó por los derechos de la mujer y se convirtió en un emblema del feminismo encontró paz 16 años después de su muerte y reposa a 70 años de su fallecimiento en el Cementerio de la Recoleta. La idea era otra: que el mausoleo de Eva Perón se encuentre en la base de un gran proyecto arquitectónico que rendiría honor al “descamisado”, uno de los símbolos del peronismo en sus orígenes.
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El Monumento al Descamisado
El Congreso de la Nación aprobó en julio de 1952 la ley que disponía la creación del Monumento al Descamisado, obra que estaría a cargo del escultor León Tomassi.
Se trató de un proyecto de erigir una escultura de 42 mil toneladas y casi 140 metros de alto, lo que lo hubiera convertido en el monumento más grande del mundo para la época, superando a la Estatura de la Libertad y al Cristo Redentor de Río de Janeiro.
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La estructura tendría una base de 100 por 100 metros, contaría con 14 ascensores, un mirador en altura, una sala principal y estatuas alrededor que representarían a los valores del peronismo: los derechos del trabajador, la independencia política, la económica, la ancianidad, la justicia social, la solidaridad, la dignificación de la mujer, la razón de la vida, la soberanía política, el trabajo, el ideal, los únicos privilegiados, el conductor y el coronel.
De igual forma, lo más llamativo era que estaba previsto que en su punto máximo se encuentre la figura de un descamisado que podría percibirse desde el Río de la Plata.
Días después de la sanción de ley, murió Eva y el proyecto incluyó al mausoleo en donde reposarían sus restos, por lo que sumó a Juan Domingo Perón y a su esposa entre las estatuas que custodiarían los restos. El sarcófago estaría cubierto por una placa de plata que tendría la forma de su cuerpo y estaría preparado para poder dejar en descubierto el cadáver embalsamado, protegido por un cajón de cristal.
Pese a que pensaron levantarlo en varios puntos de la Ciudad de Buenos Aires, se decidió que el lugar sería frente a la Fundación Eva Perón, actual Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA) en Recoleta.
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El fin de las obras y la Revolución Libertadora
El proyecto avanzó rápidamente y, para abril de 1955, comenzaron las obras para emplazar la estructura, pero el 16 de septiembre de ese mismo un golpe de Estado puso al general Lonardi en el poder e inició la Revolución Libertadora.
Con el objetivo de borrar al Partido Peronista, los militares derogaron la ley que autorizaba la edificación del monumento y dieron comienzo a un proceso de “desperonización”, en el que los símbolos peronistas fueron el blanco de la dictadura. Ese mismo año el cuerpo fue secuestrado y profanado, además de que la estatua de Eva que custodiaba el mausoleo fue decapitada y arrojada al riachuelo, junto con la escultura en honor a los derechos del trabajador.
Tanto el descamisado, figura que encuentra su origen en la primera movilización masiva en apoyo al expresidente Perón el 17 de octubre de 1945, como Eva Perón se convirtieron en emblemas peronistas.
El primero porque representaba al trabajador que “expresaba las transformaciones económico-sociales que el peronismo proyectó”, según explica Marcela Gené en su libro “Un mundo feliz: imágenes de los trabajadores en el primer peronismo”. Eva, por otro lado, cuya imagen se convirtió en “la heroína en el panteón” luego de que el movimiento reinvente su propia historia tras años en el poder durante el siglo XX.
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