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Un año de gobierno: los laberintos de Alberto Fernández con la Patria Grande

A un año de asumir el poder, el espíritu latinoamericano con el que soñaba el Frente de Todos no es tan fuerte como deseaban aunque las elecciones en 2021 traerán chances de vigorizarlo. El efecto Biden.

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El candidato a presidente de Bolivia del MAS, Luis Arce, junto a Alberto Fernández. | Presidencia

A un año de asumir el poder, la "Patria Grande" con la que soñaba una parte del Frente de Todos no es tan grande como deseaban. Y si bien el calendario electoral 2021 vendrá con ciertas chances de ensancharla, el cambio de mando en Washington traerá aparejado un realineamiento en la región —que ya está ocurriendo— frente al nuevo vecino y su forma de mirar al Sur que, muy posiblemente, corra los liderazgos hacia el centro, lejos de la épica.

En el primer aniversario de gobierno de Alberto Fernández, no faltaron alusiones a la Patria Grande como anhelo de aquella fraternidad que supo reunir a la centroizquierda latinoamericana en los 2000s. El tiempo y las derrotas electorales la depuraron de sus roces, incluso los más agudos, como inédito duelo entre Argentina y Uruguay con La Haya como árbitro. Pocos creen que sea posible reconstruir hoy una unidad semejante por múltiples factores: el progresismo no dispone del territorio de antaño, aunque luche por recuperarlo, y el mundo es otro, más allá de la pandemia.  

¡El año que vivimos en peligro! | Por Artemio López

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"Más unidos que nunca haremos realidad nuestra Patria Grande", le respondió Fernández al mandatario boliviano, Luis Arce, quien envió "un fraternal abrazo" a través de las redes sociales "al hermano Alberto Fernández, presidente de la Argentina, con quien compartimos grandes ideales de integración de la Patria Grande". Bolivia formaba parte de esa reconstrucción inicial en la que pensaban dentro del Grupo de Puebla, el foro progresista por excelencia en Latinoamérica, cuando los sorprendió el golpe de Estado contra Evo Morales en noviembre de 2019. Con Arce y el MAS, volvió a ocupar su lugar en el eje progresista.

El reciente viaje de una delegación encabezada por el subsecretario de Asuntos de América Latina, Juan Carlos Valle Raleigh, a La Paz, para reunirse con el canciller Rogelio Mayta Mayta y su equipo, recompuso la agenda plena entre ambos países. Desde diciembre de 2019, los lazos se habían limitado a trámites consulares y cuestiones técnicas porque Fernández desconocía la legalidad y legitimidad del gobierno de facto de Jeanine Áñez.

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El detrás de escena en la ESMA: Alberto y Cristina se reunieron 15 minutos a solas

Todavía no hay embajador argentino en Bolivia. Quizás sea una embajadora, después de todo. A la diputada jujeña Carolina Moisés se la vio muy activa en el operativo de retorno de Evo Morales a su tierra acompañado por Fernández, en octubre. Hay quienes la ven con chances. Tampoco faltan los que proponen algún referente de las organizaciones aliadas al movimiento sindical y campesino en aquella nación. Por lo pronto, entre diciembre y enero, ambos gobiernos acordaron trabajar a nivel técnico y de forma virtual para preparar una nueva bilateral entre los Jefes de Estado.

Bolivia es también la gran apuesta política dentro del Mercosur para la presidencia temporal argentina que arrancará el miércoles de la semana próxima con un traspaso remoto. Solo el Senado de Brasil los detiene de la membrecía plena. Si bien el bolsonarismo no controla al Legislativo —aunque ha aprendido a negociar con mayor y menor éxito con su centro de gravedad, el Centrão—, la primera bilateral entre los presidentes dejó un alivio relativo a nivel del Ejecutivo en cuanto a una convivencia pragmática.

En los próximos días, arribará a Buenos Aires el nuevo embajador brasileño Reinaldo José de Almeida Salgado, un experto en temas regionales y del Mercosur que ya se había desempeñado en la misión local como ministro consejero, entre 2010 y 2012. Además de manejar temas comerciales, también se ocupó del capítulo ambientalista y el energético en Brasilia, dos de los tópicos sobre los que dialogaron los presidentes y que se imponen en la agenda global, en particular con el cambio de gobierno en Washington. De aquella Patria Grande original, Brasil es, no caben dudas, el mayor ausente.

En los próximos días, arribará a Buenos Aires el nuevo embajador brasileño, un experto en temas regionales y del Mercosur, que ya se había desempeñado en la misión local entre 2010 y 2012.

En la Cancillería leen la aproximación del colombiano Iván Duque —se reunió con Fernández en la Paz, durante la asunción de Arce— y del uruguayo Luis Lacalle Pou como parte del reacomodamiento hacia el centro que trae aparejada la caída del trumpismo. Difícilmente Latinoamérica entre en la agenda del gobierno de Biden en los primeros tiempos, a juzgar por las señales que irradia desde noviembre —lo cual no sea necesariamente malo, sugieren desde el gobierno de Fernández—, pero sí promete enfocarse en la región con una mirada menos polarizante.

Venezuela seguirá acaparando el grueso de la atención desde los dos extremos del continente porque es su crisis la que lo define al hoy por su duración y profundidad. Si hasta divide a la propia Patria Grande. En la condena en la OEA a las legislativas del 6 diciembre se pudo advertir de forma palpable.

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Primer año de Alberto: entre la crisis mundial y la inefectividad

Si bien era imposible que el gobierno acompañara una resolución que no solo cuestionaba los comicios sino que también reclamaba más sanciones, una estrategia que la Argentina considera injerencista, el representante argentino en el organismo, Carlos Raimundi, demandó a Nicolás Maduro que atienda el mensaje del 69% de abstención. No votó a favor y tampoco lo hizo en contra, como México y Bolivia. Ahí radican los grises de la política exterior de Fernández.

Con Paraguay, mientras tanto, subsiste cierta tensión respecto a la investigación que aquel país sigue por el asesinato de dos menores de edad argentinas cuyos padres pertenecían al Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) durante un operativo del Ejército y la Policía. Además de señalarlas como parte de la organización a la que califican de terrorista, el gobierno de Mario Abdo Benítez no permitió ingresar a los peritos forenses argentinos. El caso fue transferido a la Casa Rosada para que se resuelva al nivel más alto porque las gestiones diplomáticas quedaron en punto muerto.

Con Paraguay, subsiste cierta tensión respecto al asesinato de dos menores de edad argentinas cuyos padres pertenecían al EPP. Asunción no permitió ingresar a los peritos forenses argentinos.

Las chances de que la Patria Grande crezca en 2021 se reparten a lo largo del próximo año. El 7 de febrero, el correísmo pone su candidato a prueba en las elecciones ecuatorianas. Andrés Arauz visitó Buenos Aires el viernes pasado y mantuvo reuniones con los ministros Tristán Bauer, Roberto Salvarezza, la vicepresidenta  Cristina Fernández de Kirchner y el jefe de Estado. Además de apoyo político, se llevó un compromiso para conseguir un cupo de vacunas de Oxford/AstraZeneca y la intermediación ante los rusos para adquirir su variante a partir de mayo, cuando asuma el "gobierno de la esperanza".

Perú acudirá a las urnas el 11 de abril. Allí las chances de Veronika Mendoza, del Frente Amplio, la preferida de Fernández, son más limitadas. Hoy su fuerza preside el Congreso como parte del acuerdo multipartidario para superar la crisis demediados de noviembre que terminó con dos presidentes y muertos en las calles. Pero faltan meses, en Perú, toda una vida. Y la campaña ya arrancó esta semana con dos viejos conocidos entre los 23 aspirantes: Ollanta Humala y Keiko Fujimori.

Chile deberá esperar hasta fin de año para elegir a un nuevo presidente. Antes habrá regionales y constituyentes. Allí la jugada del gobierno de Fernández es menos clara. Por un lado, empuja la reunión de las fuerzas progresistas en una nueva Concertación, al estilo del Frente de Todos, para agigantar la Patria Grande. Por el otro, reconocen que, al igual que en las gestiones pasadas, se entienden bien con la centroderecha de Sebastián Piñera.  Destacan los avances en la cooperación científica al punto que no falta mucho para que ondeen las dos banderas en la Antártida.  

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La relación Fernández- Fernández con la justicia, a un año de gobierno

Al asumir en diciembre y huérfano de socios en la vecindad, Fernández escogió a México como partner para la reconstrucción del eje progresista en América latina, con el Grupo de Puebla como puente y un ala del gobierno de AMLO que insiste en darle a la gestión más internacionalismo. Uno que mire al Sur contra su histórica sinergia con Estados Unidos.

Más allá de una nada desdeñable coordinación en los organismos internacionales, la apuesta conjunta por la vacuna anti-Covid y ciertas gestiones claves, como la de Andrés Manuel López Obrador con Larry Fink, CEO de BlackRock, en medio de la renegociación de la deuda con privados, la pretensión de un eje entre las dos puntas de Latinoamérica se topó con dificultades en lo que a su sustentabilidad refiere. En particular, en el balance costos-beneficios.

México respaldó a Beliz para el BID pero cuando se impuso el estadounidense Claver-Carone y el gobierno de Fernández apostó a dejar sin quórum la votación, ya no lo acompañó

El episodio en torno a la elección de la nueva cabeza del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) desnudó los factores que, en ocasiones, pesan más que el voluntarismo. Significaba ponerse en contra de Donald Trump —aún con chances de reelección—y tanto México como la Argentina ya habían fracasado al hacer lo mismo en marzo, en la Organización de Estados Americanos (OEA), con la renovación de Luis Almagro como secretario general.

Mientras sellaba su nuevo tratado comercial con Estados Unidos y Canadá, México respaldó en público la nominación de Gustavo Beliz como presidente del banco pero cuando los números se cerraron detrás del estadounidense Mauricio Claver-Carone y el gobierno de Fernández apostó a dejar sin quórum la votación —una jugada que Washington tildó de subversiva—, México ya no la acompañó.

En rigor, el pragmatismo que caracterizó a López Obrador no es tan diferente al que instrumenta Fernández, aunque el presidente argentino disfruta más del escenario internacional que AMLO. Tiene en su historia el haber formado parte de aquel espíritu más desafiante latinoamericano. Mucho cambió desde entonces. Quizás lo que esté por delante, si se construye, sea una nueva Patria Grande a tono con los desafíos actuales.