Alejar el horizonte
El Gobierno debe dejar de provocar conflictos y liderar una agenda de transformaciones de largo plazo que ayude a estabilizar la economía y que permita que la sociedad pueda proyectarse en un futuro mejor.
El horizonte, esa línea en la que se unen el cielo con la tierra y que se aleja a medida que uno se va acercando, tiene una gran fuerza metafórica. Puede utilizarse para indicar el espacio, el que se extiende la mirada, pero también la amplitud del pensamiento de una persona de la que puede decirse que sus horizontes son amplios o limitados. Que una misma palabra pueda utilizarse para indicar cuán lejos llega la mirada o cuán amplio es el pensamiento, no es casual. Pensar bien es, en cierto sentido, poder ver lejos, es decir, proyectar, planificar, pero también imaginar.
La visión es esencial en la política. No sólo es la cualidad de quien puede ver más allá que los otros. El que puede no sólo anticipar situaciones futuras, sino también imaginar un futuro distinto e intentar persuadir a los demás de avanzar en la dirección que conduce hacia ese futuro. Es también la capacidad que tiene el político de alejar el horizonte, de ampliar el espacio que hay entre el presente y el futuro, para que la acción de los individuos y de la sociedad pueda desplegarse en un marco de previsibilidad mayor.
Alejar el horizonte es la gran tarea de la política en las sociedades modernas. Hacer más lejana la probabilidad de las guerras, más duraderos los ciclos de prosperidad, menos amenazantes las incertezas del futuro: vejez, enfermedades y traspiés laborales. En ocasiones ese esfuerzo se ve cuestionado por la irrupción de lo imprevisto, como en la actual pandemia de coronavirus.
Martín Guzmán estilo Mauricio Macri
Como tantas veces ya se ha dicho, el Covid-19 provocó que el horizonte colapsará y que durante algunos meses nadie pudiera, en casi sin ningún sitio, ver más allá de unos cuantos días adelante. Pero los gobiernos deben esforzarse por expandir el horizonte. Eso exige que tengan una clara visión del futuro, que sean capaces de comunicarla persuasivamente y exige también que la agenda, que la política, especialmente la gubernamental, impone a la sociedad, levante la mirada hacia el horizonte.
Para ello, el Gobierno y sus representantes deben cambiar de tema, dejar de provocar conflictos casi cada día y liderar una agenda de transformaciones de largo plazo que ayude a estabilizar la economía y permita por fin alijar el horizonte para que la sociedad pueda proyectarse en un futuro mejor. Si no lo hacen, sólo podremos suponer que son limitados sus propios horizontes mentales y eso sería, bien lo sabemos, una desgracia para todos.
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