El primer presidente de izquierda de Colombia, Gustavo Petro, comienza su mandato de cuatro años el domingo, heredando finanzas públicas inestables que le dificultarán cumplir con los amplios programas sociales que esperan sus seguidores.
Petro asume el control de una economía con una deuda pública cercana a niveles récord, lo que lo obliga a tomar algunas decisiones difíciles entre cumplir sus promesas y evitar que el déficit fiscal se dispare fuera de control.
Es la primera gran prueba de la capacidad de Petro para gobernar. Su ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, dijo que enviará una reforma tributaria al Congreso el lunes. El proyecto de ley será un indicador del apoyo de legisladores hacia Petro y también determinará si podrá aumentar el gasto en bienestar e infraestructura, o si la falta de dinero descarrilará sus planes.
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“La coyuntura económica no es la más propicia para embarcarse en una agenda ambiciosa de expansión de gasto público”, dijo José Ignacio López, analista jefe de Corficolombiana, con sede en Bogotá.
Petro, de 62 años, venció a un magnate de la construcción en las elecciones presidenciales de junio y se convirtió en el primer candidato de izquierda en ganar el poder en un país que solo ha sido dirigido por conservadores y liberales. Con su victoria se une a otros países que han elegido a líderes antisistema. En Perú, un docente de escuela de un partido marxista se convirtió en presidente, mientras que en Chile optaron por un antiguo líder de protestas estudiantiles anteriormente este año.
También se juramenta junto a Petro la primera vicepresidenta de raza negra del país, Francia Márquez.
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El exguerrillero y exalcalde de Bogotá ha prometido gravar a los grandes terratenientes, detener la concesión de licencias de exploración petrolera y reconstruir las relaciones diplomáticas con el Gobierno socialista de la vecina Venezuela.
Si bien los lazos diplomáticos entre las dos naciones se rompieron en 2019 en medio de un impulso de Colombia y Estados Unidos para acabar con el Gobierno socialista de Nicolás Maduro, Petro prometió restablecer los lazos y abrir la frontera para el comercio. Un concierto está planeado el domingo en un puente que conecta los países para celebrar un avance en las relaciones.
La elección de Petro también podría sacudir las relaciones con Washington, después de décadas de haber sido el aliado más fuerte de Estados Unidos en la región. El presidente Joe Biden y Petro ya hablaron por teléfono e incluso antes de la toma de posesión, EE.UU. envió una delegación el mes pasado para reunirse en Bogotá en una señal de que quieren mantener sus fuertes lazos con la nación andina.
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Jefes de Estado de la región, incluidos Gabriel Boric, de Chile, y Alberto Fernández, de Argentina, asistirán a la ceremonia de juramentación en Bogotá. Maduro, no podrá asistir porque el presidente saliente, Iván Duque, dice que es un dictador y le prohibió ingresar a Colombia.
Impuestos a los ricos
Durante la campaña, Petro dijo que podría aumentar los impuestos a los ricos lo suficiente como para financiar el gasto social y reducir la deuda, pero ningún Gobierno en la historia reciente de Colombia ha logrado nada remotamente tan ambicioso como su propuesta.
Petro dijo que su proyecto de ley buscará recaudar ingresos por el equivalente a alrededor del 5% del producto interno bruto, mediante la eliminación de exenciones fiscales y la imposición de un impuesto a la riqueza, entre otras medidas.
Desde 1995, el país ha aprobado catorce leyes tributarias, ninguna de las cuales recaudó más del 2% del PIB, según Credicorp Capital Research. Se prevé que el déficit fiscal de este año, ajustado para incluir los subsidios a la gasolina, sea de alrededor del 7% del PIB.
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Incluso después de lograr exitosamente alianzas con varios partidos en el Congreso, Petro probablemente logrará recaudar menos de la mitad de la suma a la que aspiraba, dijo López.
El ministro de Hacienda entrante, Ocampo, dijo que el Gobierno podría apuntar a un aumento inicial de los ingresos cercano al 2% del PIB, y luego aumentarlo gradualmente con medidas como la represión de la evasión.
El año pasado, Colombia perdió su calificación crediticia de grado de inversión, luego de que protestas masivas llevaran al Gobierno a desestimar un plan para aumentar los impuestos para financiar el gasto por la pandemia. La deuda pública se redujo ligeramente en 2021, tras alcanzar un máximo histórico del 66% del PIB el año anterior.
En el lado positivo, la economía se expandirá un 6,9% este año, según el pronóstico del Banco de la República, superando a Brasil, México, Perú y Chile, lo que debería mejorar las finanzas públicas.
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Otro dolor de cabeza
Otro dolor de cabeza para Petro son las enormes sumas que la nación gasta en subsidios a los combustibles. En lugar de permitir que los precios de la gasolina subieran en línea con los del crudo este año, el Gobierno de Duque limitó los aumentos.
A los precios actuales, eso le costará al Tesoro el equivalente a más del 2,5% este año. Petro puede aguantarse el golpe y permitir que aumenten gradualmente, lo que sería impopular y haría que la tasa de inflación más alta en 23 años fuera aún más alta. O puede seguir gastando gran parte de su presupuesto en un subsidio que beneficia principalmente a los colombianos más ricos.
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El peso es la moneda de peor desempeño entre los principales mercados emergentes desde que Petro ganó las elecciones y el mes pasado alcanzó un mínimo histórico frente al dólar. Pero el nombramiento de Petro de Ocampo, uno de los economistas más conocidos de Colombia, como su ministro de Hacienda calmó a algunos inversionistas, quienes lo interpretaron como una señal de que evitará el extremismo.
Las finanzas “insostenibles” de Colombia significan que el nuevo Gobierno tendrá que “postergar muchas de las promesas de campaña que signifiquen más gasto y darle prioridad a la reducción del déficit fiscal”, escribió el exministro de Hacienda Mauricio Cárdenas en un comunicado que publicó en Twitter.
Los inversionistas ya están sacando su dinero de los mercados emergentes, y Colombia no puede darse el lujo de arriesgarse a un éxodo repentino de capital, escribió.