La ex integrante de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) y activista por los derechos dumanos, Graciela Fernández Meijide, participó de una conferencia de prensa online organizada por estudiantes del Posgrado en Periodismo de Investigación que organiza el Grupo Perfil y la Universidad del Salvador (USAL), en la que se refirió a la Causa Vialidad en la que se investiga una supuesta asociación ilícita de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner en la adjudicación de obra pública. "Hasta ahora, los argumentos que yo le oí a la vicepresidenta no dan respuesta a ninguna de las acusaciones. Lo que hace es una estrategia para meter a todos en el barro y decir todos somos corruptos", sostuvo.
La escritora y ex ministra de Desarrollo Social durante la Alianza también opinó sobre la relación entre los Kirchner y los derechos humanos. "Néstor y Cristina Kirchner nunca se acercaron a los derechos humanos en la dictadura, aún siendo abogados. Su conducta al respecto ha resultado miserable, porque jamás denunciaron ni tampoco hicieron ningún habeas corpus", señaló Meijide en el Ciclo de Entrevistas a cargo de Rodrigo Lloret, director de Perfil Educación.
—¿Qué opina sobre al accionar de la justicia en el marco de la causa Vialidad?
—Dado que conozco como se hizo el juicio a las Juntas Militares, sé cómo se trabaja en temas tan difíciles políticamente. Se pone a trabajar incluso a fiscales con poca experiencia, para que investiguen cuáles son todas las causas que involucran a los implicados y unificarlas en una sola. Por esto, el fiscal Luciani expuso casi veinte horas, porque estaba leyendo los fueros que tenían cada una de las personas implicadas y después, según su criterio, las condenas para cada una de ellos. Hay que tener en cuenta que los fiscales actúan en nombre de todos nosotros, son nuestra voz. Es decir, Luciani nos está representando, porque las funciones de un fiscal representan al Ministerio Público.
—Usted integró la Alianza, que hizo de la lucha contra la corrupción menemista una de sus principales consignas. ¿Qué similitudes y qué diferencias encuentra entre el proceso de corrupción menemista y el supuesto proceso de corrupción kirchnerista?
—En ambos casos hubo corrupción. Se sabe que Menem murió siendo senador, protegido por fueros, a pesar de que la última condena que había tenido era por la responsabilidad de hacer volar la ciudad de Río Tercero, con todas las víctimas que eso significó, porque con eso se tapaba el contrabando de armas con retornos. Pero la diferencia fundamental del sistema de corrupción actual es que, en el caso de los Kirchner, eran ellos los que organizaban a los personajes que iban a recibir el dinero para pagar la política. Néstor Kirchner decía que sin plata no se puede hacer política. Entonces, su forma de hacer política fue tornar rápidamente a un empleado bancario en un empresario de construcción vial, de lo cual no sabía nada, y hacer que ganara todas las licitaciones de obras públicas, primero en Santa Cruz y después donde hubiera carreteras para construir. Había una empresa a la que se le pagaba sin controlar si había terminado la obra, cuando en cualquier construcción, a nivel nacional o local, se deben hacer certificados con la firma del arquitecto o el ingeniero a cargo. A Báez nadie le pedía que rindiera cuenta de los kilómetros de ruta que construía, pero se le pagaba. Obviamente, si un secretario de Cristina se pudo comprar departamentos por 70 millones de dólares, hay que pensar que mucha gente se quedaba con parte del retorno de ese pago. Sin embargo, con esto no quiero decir que en el gobierno de Menem no se hayan enriquecido empresarios, sobre todo porque el sistema empresarial nuestro está muy acostumbrado a vivir del Estado.
—Como referente de los derechos humanos, ¿quién cree que es el responsable de que la pobreza en Argentina se haya incrementado al 43,8%?
—En temas de derechos humanos hay varias categorías y una fundamental es el derecho a la vida, el derecho a la libertad de expresión, el derecho a la integridad física. En ese caso, el Estado tiene que ser pasivo, porque cuando es activo viola los derechos. En cambio, debe ser activo cuando promueve otros derechos, como los derechos sociales, económicos, los del medio ambiente, el derecho a la elección de género y otros derechos más notorios. Cuando en un país se garantizan los derechos humanos fundamentales, inmediatamente la sociedad empieza a exigir otros derechos. Lo que ustedes me preguntan no tiene que ver con un tema estrictamente de derechos humanos, sino con un tema político y de proyecto de gobierno. En general, la pobreza aumenta cuando el Estado gasta más de lo que ingresa, o cuando se destruyen fuentes de trabajo, cuando hay cada vez menos empleo e inversiones en el país, sean propias o sean ajenas, porque no confían en el gobierno. En ese caso se destruye el empleo y aparece el recurso del empleo público, algo que se reitera todo el tiempo en nuestro país. Cuando asumí como Ministra de Desarrollo Social, luego del gobierno de Menem, avisé que iba a visitar a todos los empleados en sus oficinas. Cuando llegué, les puedo asegurar que no había sillas suficientes para tanta gente amontonada. Eso quería decir que mucha no iba nunca a trabajar pero se presentaron todos juntos porque los cité. En el gobierno del que yo fui parte, se arregló con el FMI, y puso condiciones, como hacen siempre los organismos internacionales. Pidieron que se hiciera un padrón único de beneficiarios, pero eso era imposible de lograr, porque cada gobernador tenía su padrón electoral con las ayudas que entregaba.
—En una reciente entrevista, usted dijo que Kirchner empieza a vincularse con los derechos humanos luego de asumir su gobierno 2003. ¿Podría profundizar ese análisis?
—La noción de derechos humanos es muy moderna en el mundo, en nuestro país mucho más. Cuando se habla de derechos humanos todo el mundo piensa en lo que pasó en el año 76, cuando dejaron de existir. En ese marco, Néstor y Cristina Kirchner nunca se acercaron a los derechos humanos en la dictadura, aún siendo abogados. Su conducta al respecto ha resultado miserable, porque jamás denunciaron ni tampoco hicieron ningún habeas corpus y yo puedo entender que tuvieran miedo. Pero tampoco lo hicieron cuando regresa la democracia. En el 2003, Kirchner fue elegido con 22% de los votos a nivel nacional, y eso pasó porque, desgraciadamente, Argentina es muy centralista y porteña. Néstor era un oscuro gobernador de una provincia y lo que pasa fuera de Buenos Aires se desconoce. Entonces, Néstor se ocupó de lo que le interesa al progresismo de la gran vidriera del país, que es la Ciudad de Buenos Aires: los derechos humanos. Por eso fue a la ESMA, descolgó el cuadro de Videla y dijo: "Vengo a compensar la vergüenza de que el Estado nunca se haya hecho cargo de este problema". Luego lo llamó a Alfonsín y le pidió disculpas. Lo cierto es que los Kirchner no tuvieron ningún problema con las violaciones a los derechos humanos, con las persecuciones que se habían cometido, ni con quienes los habían indultado.
—¿Por qué cree que Hebe de Bonafini y Estela de Carlotto tienen un apoyo tan firme con Cristina Kirchner?
—La primera cuestión es que Néstor haya reiniciado los juicios contra militares. Pero, además, hicieron un acercamiento inmediato. Néstor Kirchner los convocó y se dedicó a financiar económicamente a esos organismos, que antes eran sostenidos con aportes del exterior, un aporte que cuando llegó la democracia, fue retirado para llevarlos a otros países donde hicieran falta luchar contra dictaduras.
—¿Qué opina sobre la tensión social que se está observando respecto de la posible condena o absolución de Cristina Kirchner?
—Yo me pregunto si la mayor parte de la gente está pensando en este juicio o está pensando si llega con su sueldo a fin de mes. Este tema es importante para los grupos de mucha intensidad en cuanto a adhesión, que están dispuestos a cualquier cosa, pero no creo que sea el tema de preocupación de mucha gente. De todas formas, los fallos o acusaciones de la justicia nunca se discuten en la calle, hay que discutirlas en Tribunales. Cualquiera de nosotros que tuviera un proceso tendría que ir a Tribunales y dar sus argumentos. Hasta ahora, los argumentos que yo le oí a la vicepresidenta no dan respuesta a ninguna de las acusaciones. Lo que hace es una estrategia para meter a todos en el barro y decir todos somos corruptos. Los que deciden son los jueces, que van a analizar y determinarán si hay condena, y qué grado de condena tendrán los que están acusados que, en este caso, Luciani nombró como asociación ilícita. Después, si el resultado no les gusta a los acusados, pueden apelar y llevarlo a la Corte. Yo creo, que a pesar de contar con una acusación, hasta tener sentencia firme no se puede prohibir que esa persona se presente como candidato. Eso quedó demostrado con Menem que, como tenía fueros no pudieron llevarlo a prisión y se presentaba siempre como candidato a senador.
—Le agradecemos su participación en el Ciclo de Entrevista de Perfil Educación y le damos la posibilidad de cerrar el reportaje con un comentario final.
—Yo no garantizo tener toda la verdad. Nunca la verdad está de ningún lado. Les dejo casi una recomendación: ¿Qué es lo contrario a la verdad? La certeza. Cuando vos como periodista tenés una certeza, dejás de investigar. Cualquier persona que tenga certezas deja de dudar, y se niega a escuchar otras voces. Por eso les digo: escuchen otras voces.
Patricia Miranda, Nicolás Turdera y Patricia Manni
Estudiantes de Periodismo de Perfil Educación
Posgrado en Periodismo de Investigación Perfil-USAL