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Afinidades electivas

Manos 20231118
Conexión | Unsplash | Ricardo Gomez Angel

En veda electoral no se puede hacer referencia a los candidatos. Me permito entonces un ligero desvío semántico. No quisiera perder tan obedientemente la posibilidad de hablar de “elecciones”. Para no incurrir en transgresiones innecesarias (¿involuntarias?) mudo el término a otros terrenos: las elecciones amorosas. Goethe halló una fórmula de la química que aplicó en su magnífica novela Las afinidades electivas.  Se trata de un intercambio de parejas que se realiza por “atracción”, al igual que ciertas sustancias que se atraen o se repelen según el proceso que las involucra. Goethe se sirve incluso de la existencia de químicos recién bautizados en el siglo XVIII como “artífices de las separaciones”. De esta forma, los que estaban casados se separan, los amantes se reúnen, y otros quedan bollando. De la lectura de este libro podría deducirse que las elecciones pueden ser meros atenuantes de aquello que se impone. Y en ese sentido, siempre en el terreno de los sentimientos (que yo sepa no hay veda sentimental), quizá hoy en día la profusión de clasificaciones a la hora de definir los vínculos no sea también una forma de cercar lo inevitable. Porque además de recibir cada vez más nombres, las relaciones parecen venir con formulario de inscripción. Las categorías son extensísimas, y algunas de las metáforas que se aplican no merecen ser escritas. Lo que antes solía provenir del lunfardo y se propagaba sin estipulaciones ahora es una suerte de requerimiento. ¿Novio o pareja? ¿Saliente o chongo? ¿Permitido o amigo con derecho? ¿Compañero o vínculo? Y a cada cual su etiquetado: abierta,  con o sin diálogo, poliamorosa, cerrada.  La elección suele implicar algún tipo de consenso, casi como un ejercicio democrático del amor. Me pregunto adónde habrá ido a parar la palabra “amante”, quizá la más apta para dar cuenta del ejercicio amoroso...

La elección suele implicar un consenso, casi como un ejercicio democrático del amor

Este desliz para evitar la veda no me priva de una conclusión azarosa: estoy escribiendo este artículo en una sala de espera, habiéndome olvidado los anteojos. Al intentar corregirla, vuelvo sobre la primera frase, y leo, gracias a mi intencionada presbicia: “En veda electoral no se puede hacer referencia a los condenados”.

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