La bandera de la integración regional es uno de los rasgos que distinguen a la Unión Europea en su actuación internacional en tanto actor global. El diálogo político interregional demanda de una mayor concertación de políticas exteriores de cada parte.
La firma de un acuerdo de libre comercio encuentra mayor facilidad de instrumentación cuando se trata de un país individual mientras que un acuerdo birregional exige condiciones mínimas en cuanto a libre circulación y nivel de integración.
Desde el punto de vista funcional, el Mercosur se define como una unión aduanera (Acuerdos de Ouro Preto, diciembre 1994) que supone libre comercio intra-zona y una política comercial externa común. La subsistencia de excepciones en el arancel cero intra-zona como en el arancel externo común (AEC) hacen del Mercosur una unión aduanera imperfecta. Quedan pendientes además procesos armonización aduanera y técnica.
Detectar políticas prioritarias comunes para todo el bloque, sin duda resulta de esencial importancia a la hora de trazar horizontes a mediano y largo plazo en lo atinente a comercio exterior regional.
Los beneficios que se esperan de la integración en un esquema de unión aduanera suponen la generación y diversificación de un perfil de exportación con sello comunitario en un marco de estrategias de especialización y complementación productiva así como intercambios de tipo intra-industrial con ventajas mensurables en el campo del desarrollo tecnológico, la calificación de recursos y la elevación de ingresos reales.
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La complementación productiva entre países asociados cobra lugar en tanto exista especialización intrasectorial que requiere del desarrollo de capacidades tecno- productivas, la vigencia de incentivos de escala y, fundamentalmente mecanismos de coordinación eficaces entre el sector público y el privado.
El punto es, que sin producción, la complementación no es factible. El desarrollo de cualquier proceso productivo requiere de la constitución de un mercado ampliado bajo un poderoso incentivo para el desarrollo y el aprovechamiento al máximo de las economías de escala. La clave es la especialización cuando existen líneas de producción similares y complementarias entre los países socios dentro de un esquema de integración en tanto respuesta racional a las nuevas condiciones de competencia.
La debilidad estructural en el andamiaje comunitario del Mercosur presenta un desequilibrio profundizado por la ausencia de un mapa de potencialidades productivas complementarias. Las asimetrías estructurales son significativas en el Mercosur: enormes diferencias en el peso económico, poblacional, niveles de ingreso per cápita y el grado de diversificación de la estructura productiva entre cada uno de los países miembros. Sumado a ello, no se han adoptado políticas comunes en pos de enfrentar los efectos de este tipo de asimetrías.
El Mercosur fue avanzando en negociaciones sin una correspondencia con la débil progresión del proceso de coordinación de políticas macroeconómicas o estructurales.
El Acuerdo Mercosur-Unión Europea corre los límites de lo cotidiano. En el tiempo global menos esperado y, bajo la proliferación de políticas proteccionistas, aflora una Europa ávida de nuevos mercados, un Mercosur con estructura supranacional aún en ciernes y, un gobierno argentino que acopia para su gestión otro punto relevante para la agenda internacional.
La Argentina paralela, el otro país, ese que firma acuerdos con posibilidades de exportar sin encontrar en su paso aranceles a la importación al momento de ingresar al mercado europeo, debe sincerarse. Dispuesta y disponible en un marco de acuerdo birregional debe plantearse estar a la altura de las circunstancias.
El sector privado tiene hoy, plazos perentorios para alcanzar la competitividad en materia de calidad y precio en pos de transitar una vía de desarrollo contundente sostenible en el tiempo.
En tanto el sector público debe abandonar el papel de Estado Bobo, ausente y responsable del desguace económico y operativo del sector productivo e industrial de nuestro país.
Firmar acuerdos sin crear las condiciones necesarias como para estar a la altura de un mercado comunitario de la talla de la Unión Europea tiene dos lecturas: una ilusión magnánima o una osadía inédita. De todas maneras, el resultado conduce hacia el mayor de los desafíos: remover las distorsiones generadas a partir de las asimetrías en los intercambios. El Acuerdo en tanto instrumento que promueva el libre intercambio y apertura de mercados es loable. Estar a la altura de las circunstacias es harina de otro costal.
(*) Candidata a senadora nacional por la Ciudad de Buenos Aires por Consenso Federal. Analista Política. Magíster en Relaciones Internacionales Europa – América Latina (Università di Bologna). Abogada, Politóloga y Socióloga (UBA). Twitter: @GretelLedo